Thursday, December 31, 2009

El efecto Kalpakian

Estamos a horas de inaugurar la segunda década del siglo XXI y tercer milenio D.C.
Diez años atrás, el mundo se aprestaba a celebrar un cambio de año, lustro, década, siglo y milenio. Demasiado festejo para una Argentina a la sazón sumida en un retroceso socioeconómico sin precedentes. Fernando de la Rúa acababa de reemplazar a Carlos Menem en el Sillón de Rivadavia. Recibía un país fisurado y dejaría un país despedazado, pero un país al fin. Tiempo habría luego de recomponer la alfombra argentina. Ya lo decía Sarmiento: siempre habrá tiempo de enmendar las cosas mal hechas.
La Argentina estrena la década de 2010 con su alfombra recompuesta, pero amenazada de desgarros. Tratémosla con cariño. No es un felpudo.
Hace diez años, los argentinos recibíamos un siglo y milenio nuevos acechados por los fantasmas de los efectos tequila, vodka, arroz, caipirinha e Y2K. Faltaban sólo dos años para sumar el efecto tango, aporte argentino a la innoble causa de los efectos. Faltaban ocho años para que la debacle de la Busheconomics impeliese a Marcelo Zlotogwiazda a postular un efecto hot-dog y a nuestra Presidenta a postular ante la ONU un efecto jazz. Ahora el gran temor es el efecto Kalpakian, por así llamarlo. El temor a un nuevo desgarro de la alfombra argentina. No es para tomárselo a la ligera. En otros países, la alfombra ha sufrido desgarros importantes. Y el servicio técnico cobra caro. En 2008 presentó ante el Congreso estadounidense un presupuesto de 700 mil millones de dólares.

Tuesday, December 29, 2009

Patético

El desborde del río Areco ha condenado a cientos de compatriotas míos a recibir el año y década en puerta pasados por agua. Y gastamos tinta, saliva y microchips en preguntarnos quién tuvo la culpa. Si el Gobierno al agarrárselas con el agro, si los agricultores con sus presuntos canales clandestinos en la zona anegada, si la lluvia. Lo cierto es que, en la zona del Areco, muchos se han quedado en Pampa y la vía. ¿Y eso no cuenta?
Las dramáticas imágenes del desborde del Areco, publicadas en el website del diario porteño La Nación, dicen más sobre la esencia del asunto que las frases huecas atribuidas a nuestros gobernantes. Gente de aspecto humilde pugnando por rescatar una cocina de gas penosamente ganada, con sus caballos a punto de ahogarse, asistida por la Cruz Roja en el gimnasio municipal del pueblo. Vehículos de aspecto humilde arrastrados por la crecida. La ruta asfaltada convertida en un canal veneciano. Faltan las góndolas para creerse en la Venecia de Thomas Mann. Al diablo con la sidra y el pan dulce atribuidos a esta época del año. ¿Cómo vamos a hornear una pavita si se ahogaron los pollos para la venta y no tenemos ni con qué calentar las mamaderas de los pibes?
La falta de énfasis en el costado humano de la tragedia es lamentable.

Monday, December 28, 2009

La Noche Triste de Buonanotte

La expresión italiana buona notte debe utilizarse para desear buenas noches a nuestros interlocutores ítalo-parlantes al irnos a acostar. Es el equivalente itálico del inglés good night, del francés bonne nuit, del alemán Gute Nacht. En Italia, correspondería dirigir esa expresión a nuestro joven compatriota Diego Buonanotte, cuyo apellido es una deformación ortográfica del clásico saludo nocturno italiano. Sin embargo, para Buonanotte parecen haberse terminado las buenas noches al estrellarse con su vehículo cerca de su Teodelina natal, en presunto estado de ebriedad y con sus tres jóvenes acompañantes aparentemente desprovistos del muy aconsejable cinturón de seguridad. Acto infausto seguido de la muerte de los amigos de Buonanotte y la hospitalización en estado crítico del futbolista de River Plate. Desde anteayer, las buenas noches parecen haber sido abruptamente desplazadas, en el caso de Buonanotte, por una minireedición de Mi Noche Triste de Samuel Castriota y Pascual Contursi, ejemplo temprano de una temática recurrente del tango: el pesar por un afecto perdido.
¿Es reversible la Noche Triste de Buonanotte? En el plano médico puede que sí. Pero en otros planos, su reversión pinta mucho más difícil. En el plano jurídico, Buonanotte podría ser acusado de homicidio culposo por la muerte de Gerardo Suñé, Alexis Fulcheri y Emanuel Melo, sus supuestos amigos del alma, y sentenciado a penas de dos a cinco años de prisión. En el plano profesional, la Noche Triste de Buonanotte podría representar el abrupto final de la promisoria carrera del futbolista. En el plano psíquico, traumas de difícil superación. En el plano afectivo, la marginación. En el plano económico, dificultades de dinero e inserción laboral.
Pero no perdamos las esperanzas. Dios es compasivo y puede que, en el caso del futbolista de River Plate, la expresión italiana buona notte pierda el regusto a amarga ironía súbitamente impreso a la misma. Incluso en una Argentina donde buenas noches parecería decirse Mi Noche Triste.

Wednesday, December 23, 2009

American Express no instituyó Navidad

En una nota publicada en The Washington Post, Donna St.George analiza las dificultades de muchos padres estadounidenses para adquirir los regalos navideños para sus hijos. Por estos días, el pueblo estadounidense se dispone, por segundo año consecutivo, a celebrar Navidad en medio de serias dificultades económicas, con miles de presupuestos familiares drásticamente recortados por la recesión.
Alguna vez me pregunté si tenía sentido celebrar Navidad. O, al menos, celebrarla rumbosamente, aún en situación de bonanza macroeconómica.
Mi abuelo Alfredo, fallecido en 2003 a los 85 años, era el mayor de los seis hijos varones argentinos de un matrimonio de inmigrantes españoles de principios del siglo XX. Tuvo una infancia dura. Debió empezar a trabajar a los ocho años, como repartidor de panadería, para llevar dinero a su casa. Años después, logró tener su propia panadería y enviar a mi padre a la Universidad. Su dura crianza lo convirtió en un hombre austero, que en su vejez solía instar sabiamente a sus nietos a acostumbrarse a vivir con poco, porque malacostumbrarse a vivir con mucho podía dificultarles la tarea de acostumbrarse a vivir con menos en tiempos de vacas flacas.
La Navidad es el cumpleaños de Jesús. Y Cristo nació en la pobreza, no en una mansión. La Navidad no es una excusa para reventar la tarjeta de crédito. La instituyó la Iglesia Católica, no American Express.

Sunday, December 20, 2009

¿Asignatura imposible?

Han transcurrido ocho años desde la tumultuosa caída del presidente Fernando de la Rúa. Años en que la Argentina debió volver a empezar. En diciembre de 2001 debía reconfigurar su organización socioeconómica, tras doce años de neoliberalismo y siete de declive neoliberal. Debía reconformar su sistema político, amenazado de acefalía y atomización.
¿Lo logró? Sí y no.
Sí, porque, a nivel socioeconómico, la Argentina de diciembre de 2009 no es la Argentina de diciembre de 2001. La organización socioeconómica de la Argentina neoliberal no resistió los duros embates de las sucesivas turbulencias económico-financieras del globalizado mundo del periodo 1995-2002. Ni siquiera cuando la turbulencia fue endógena y producto de la necesidad del interinato duhaldista de desatar la conmoción local de 2002, en la fase inicial de la implementación de su exitoso programa de superación de una debacle aparentemente interminable. La organización socioeconómica de la Argentina post-neoliberal ha logrado, en contraste, resistir los rudos golpes de la turbulencia económico-financiera declarada hace casi dos años en el Gran País del Norte, que, junto con otras economías supuestamente sólidas, sigue soportando dichos golpes al día de la fecha.
No, porque, a nivel político, la Argentina de diciembre de 2009 sigue pareciéndose mucho a la Argentina de diciembre de 2001. Sus partidos políticos siguen siendo endebles y personalistas. La tendencia kirchnerista a la construcción cerrada del poder no hace sino empeorar las cosas en el plano político. Muchos argentinos lo perciben y acusan el impacto. Por algo los actos ruralistas de 2008 movilizaban tres personas por cada persona movilizada por los actos kirchneristas. Por algo siete de cada diez votantes sufragaron contra el kirchnerismo en las elecciones legislativas nacionales de junio de 2009. Lo digo con dolor, pues reconozco los méritos de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, aún sin haber votado por la Presidenta. Y no me gustaría ver a un Julio Cobos en el Sillón de Rivadavia entre diciembre de 2011 y diciembre de 2015. O ver a Cobos huyendo de la Casa Rosada en helicóptero en diciembre de 2013.
A ocho años de las terribles jornadas de diciembre de 2001, aún resta mucho por hacer en la Argentina. No basta con consolidar la estabilidad socioeconómica. También hay que generar cambios políticos y socioculturales profundos. Y, hasta ahora, la Argentina no ha demostrado ser capaz de lograrlo.

Friday, December 18, 2009

Emancipando a Oskar Matzerath

En su singularísima novela El tambor de hojalata, magistralmente cinematografiada por su compatriota Volker Schlöndorff y recientemente releída por quien suscribe, el genial escritor alemán Günter Grass, merecido Premio Nobel de Literatura, narra, alternando la primera y tercera personas gramaticales, las desventuras de Oskar Matzerath. Durante el primer trienio del decenio de 1950, Matzerath, singular alemán nacido en 1924 en Danzig, en el límite geográfico germano-polaco, cuenta su vida desde una clínica psiquiátrica, donde ha sido recluido para eximirse del presidio por el crimen que, quizá erróneamente, se le adjudica. En 1927, Matzerath, quien ese día cumplía tres años, cayó accidentalmente al sótano de su casa natal y renunció a crecer. Se negó tozudamente a ir a la escuela y se apegó fortísimamente a tambores de hojalata de juguete, periódicamente reemplazados, alternando sus catarsis percusionistas con actos vitricidas. Experimenta continuas confusiones de parentesco, preguntándose si no será hijo de su tío y padre de su hermanastro. Medirá apenas 94 centímetros hasta arrojarse impulsivamente sobre el átaud de su presunto padre, el filonazi Alfredo Matzerath, suicidado en 1945 ante las tropas rusas. Ese acto de arrojo lo dejará jorobado y lo hará alcanzar la estatura de 121 centímetros. Intentará trabajar como grabador de lápidas y modelo pictórico. Alcanzará fama y riqueza como percusionista. Durante la Segunda Guerra Mundial, recorrerá Europa con un grupo de cómicos liliputienses, para entretener a las tropas alemanas. Finalmente, en 1954, con treinta años recién cumplidos, logrará huir de su clínica psiquiátrica y llegar a París, donde será interceptado, al descender del tren, por dos agentes de Interpol, quienes lo obligarán a regresar a su nosocomio mental alemán.
Durante estas últimas semanas, el Congreso argentino ha aprobado una ley de mayoría de edad y otra de salud mental. La primera reduce de 21 a 18 años la edad para acceder a la mayoría de edad. La segunda contiene una cláusula inquietante, solapada promotora de la cuestionada desmanicomialización del enfermo mental.
No soy abogado, ni psiquiatra.
Apruebo hace mucho tiempo el otorgamiento de la mayoría de edad a los 18 años. Encuentro ridículo considerar menor a un joven que, a los 18 o 19 años, puede, según sus mayores, colaborar en una tarea de tanta responsabilidad como la elección del Presidente de la República. Lo digo como un argentino obligado a soportar la minoría de edad hasta una edad injustificablemente tardía.
También encuentro ridículo (o al menos injusto) imponer un régimen carcelario al enfermo mental.
Pero también sé que leyes como las mencionadas, por justas que sean o parezcan, son una burla sin su correspondiente correlato sociocultural. La Argentina de 2009 parece una nación de Oskares Matzerath. Para otorgar libertades como las promovidas por las leyes mencionadas en estas líneas, debemos, ante todo, enseñar a ejercerlas responsablemente. ¿Tenemos quién pueda enseñar a hacerlo?

Monday, December 14, 2009

La gente se cansa

En pocas semanas, el mundo ingresará en una nueva década. Y deberá prestar atención al número considerable de luces amarillas encendidas en los semáforos políticos y económicos internacionales durante el último bienio de este decenio a punto de fenecer.
El actual líder latinoamericano promedio no abandona un tono discursivo recordatorio del "después de mí, el diluvio", atribuido a Luis XV. No niego sus méritos en otras áreas. Pero su estrategia política recuerda mucho al lema vivere pericolosamente ("vivir peligrosamente"), del excéntrico poeta fascista italiano Gabriele D'Annunzio. Y sabido es que el actual escenario mundial, azotado por la peor recesión económica suscitada desde la Gran Depresión, no permite, por así decirlo, hornear bollos. Hay que ser prudentes, incluso en Latinoamérica, región aparentemente preservada de los embates de la actual turbulencia económico-financiera internacional, pero muy golpeada por las debacles económicas del pasado reciente. Y la gente, acá o en la China, a veces se cansa, y no sin razón. Se cansa, por ejemplo, de la arrogancia de Evo, Chávez, Eduardo Frei y los Kirchner, de la gerontocracia nepotista cubana de los hermanos Castro, de ser encasillada como "enemiga de" si no apoya incondicionalmente a Fulano de Tal. Como se cansa del cerrado conservadurismo de Silvio Berlusconi, actualmente hospitalizado a causa de la golpiza propinada contra su premier por un italiano posiblemente perteneciente al actual y nutrido ejército itálico de desempleados, cuya situación recuerda la tremenda historia narrada por Ettore Scola en su poco recordada Crónica de un joven pobre. Como se cansó del cerrado conservadurismo de George Bush hijo, quien se despidiera de la Casa Blanca con el recuerdo de un zapatazo iraquí aún fresco en su mente. Como puede cansarse de la ambivalencia de Barack Obama, cuya condición de Nobel de la Paz no le impide seguir enviando tropas a Afganistán y demorando el vaciamiento de Guantánamo.
Sí, la gente se cansa. Y hay que tenerlo en cuenta. Sobre todo cuando las alternativas pintan poco fiables.

Friday, December 11, 2009

Allí está

Hoy, 11 de diciembre, la Argentina celebra el Día Nacional del Tango, instituido en 1977 en conmemoración del natalicio de Carlos Gardel y Julio de Caro, figuras señeras de nuestro principal embajador musical ante el resto del mundo. Surgido a fines del siglo XIX y sucesor de la payada, el tango ha acompañado la vida de millones de argentinos. Actualmente parece haberse convertido en fenómeno turístico o patrimonio de personas añosas. Sin embargo, allí está. Las nuevas tecnologías permiten preservar registros de una antigüedad notable. Ya no hace falta haber heredado el fonógrafo de bocina de nuestros bisabuelos para escuchar los discos de pasta del dúo Gardel-Razzano. Hoy podemos ver filmaciones del Morocho del Abasto en YouTube. Ya no hace falta gastar cifras siderales en ir a ver orquestas en vivo, como en tiempos de Troilo. Hoy podemos escuchar a Pichuco en CD. Podemos ver en DVD la película de Hugo del Carril sobre el Zorzal Criollo; no hace falta asociarse a un cine-club y rogar que el dueño se acuerde del Mudo el 24 de junio. Aunque Piazzolla y Pugliese ya estén en el Cielo con Gardel y Le Pera, podemos seguir disfrutando de Chiquilín de bachín o Yumba. En un país donde la constancia no abunda, el tango sigue vigente, aunque los jóvenes parezcan preferir la cumbia villera, que, ¿por qué no?, bien puede compartir con el arte de Fresedo y Di Sarli el status de gran género popular. Allí está. En la radio, la TV, en las disquerías. Allí está. Resistiéndose a morir, como el jazz en los Estados Unidos o la ópera en Italia. Desde la marmórea frialdad de sus sepulcros, Gardel y Julio Sosa comparten deseos de inmortalidad con Bach, Mozart, Beethoven, Verdi, Wagner, Tchaikovsky y Gershwin. El bandoneón, como el clavicordio, se resiste a claudicar ante el sintetizador. El tango apuesta por lo perdurable en un mundo aparentemente monopolizado por lo efímero.

Thursday, December 10, 2009

Sin salud comprada

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No se trataba de un pronunciamiento ocioso. Hacía menos de cuatro años que concluyera el tristemente célebre Holocausto nazi, gigantesco y sistemático atropello a los derechos más elementales del ser humano. Treinta y cinco años después, el doctor Raúl Alfonsín, fallecido el 31 de marzo de 2009, asumía la jefatura del Estado Nacional argentino, responsable, bajo sus titulares de facto del periodo procesista, de dantescas violaciones a los Derechos Humanos y del más funesto atropello al orden político-institucional, socioeconómico y cultural asestado a nuestra patria durante la era golpista iniciada en 1930.
Desde 1983 nuestro país ha recorrido un trayecto largo y accidentado, pero nada infructuoso. Mal que mal, hemos tenido gobiernos legítimos y a su modo dispuestos a situar a la Argentina a la par de los vertiginosos requerimientos de las últimas décadas. Gobiernos tan ricos en aciertos como en desaciertos, que lograron hacer entender al argentino promedio la regla de oro enunciada años atrás por Ricardo Balbín: "El peor gobierno civil es preferible al mejor gobierno militar". Atrás quedaron los años en los cuales muchedumbres peligrosamente ingenuas abarrotaron la Plaza de Mayo para aplaudir la consagración de un José Félix Uriburu o de un Eduardo Lonardi, celebrar el triunfo argentino en el Mundial-tapadera de Videla & Cía. o alentar la absurda aventura malvinense promovida por un Leopoldo Fortunato Galtieri. Atrás quedaron (o, al menos, así lo espero) los años de la "plaza vacía" menemista, postulada por Maristella Svampa y Danilo Martuccelli en su libro homónimo y dramáticamente convertida, por obra de los "pobres ciudadanos" postulados por Denis Merklen, en la plaza de diciembre de 2001. Durante esta década a punto de terminar, reapareció ese maravilloso "pueblo de la plaza pública" postulado por Bartolomé Mitre, que, según la narración en off de La República perdida II, ha ido a la plaza desde 1810, aunque lo corrieran a palos. Cacerolazos, piqueteros, blumberguistas, kirchneristas, ruralistas... Bajo distintos atavíos, un pueblo se ha hecho presente otra vez, tras la inexplicable apatía de la década de 1990.
Pero no nos durmamos en los laureles. El golpe de Estado hondureño de junio de 2009 nos recordó que la democracia latinoamericana no tiene la salud comprada, por mucho que se la robustezca.

Sunday, December 06, 2009

Cambio de década

En su película 2012, arribada días atrás a las salas cinematográficas porteñas, el cineasta estadounidense Roland Emmerich intenta imaginarse la materialización de una vieja profecía maya que asegura que la Tierra será arrasada por un cataclismo global el 21 de diciembre de 2012 y reemplazada por un planeta más habitable. El IHC, organización secreta apoyada por todos los gobiernos del mundo, ha iniciado la construcción de gigantescas naves/arcas en las cumbres del Himalaya. Esas nuevas arcas de Noé albergarán un grupo representativo de seres humanos, animales y plantas, así como parte del legado artístico de la humanidad.
Entre los acaudaladísimos titulares de reservas en las naves/arcas, figura Yuri, un inescrupuloso multimillonario ruso, denuncia personificada de ese mal endémico de la Rusia actual encarnado en la mafia rusa. Yuri es el empleador de Curtis Jackson (John Cusack), cuyos servicios de chofer particular emplea para su vistosa limusina. Al volante del valioso rodado de Yuri, Curtis, padre divorciado, intenta sumar unos dólares a sus magros ingresos de escritor. En un rapto de generosidad, Yuri presta a Curtis su suntuosa limusina, para llevar de paseo al Parque Nacional de Yellowstone a sus hijos Noah (Liam James) y Lily (Morgan Lily), fruto de su fallido matrimonio con Kate (Amanda Peet), quien ha rehecho su vida con Gordon (Thomas McCarthy), reconocido cirujano plástico y piloto aficionado de aeroplanos y que, seguramente ignorante de la precaria situación financiera del progenitor de Noah y Lily, se extraña de que su ex consorte utilice una limusina para llevar a sus pequeños vástagos a una excursión campestre.
En Yellowstone, Curtis y sus hijos infringen la prohibición gubernamental de ingresar al área ocupada por un lago Yellowstone curiosamente desecado. Detenidos por efectivos militares, Curtis, Noah y Lily comparecen ante Helmsley, físico abocado a investigar la actividad geológica de la caldera de Yellowstone. Helmsley, admirador de Curtis y su libro Farewell Atlantis, dispone la libertad de los Jackson. Una vez liberado, Curtis lleva a sus hijos al área de campamentos de Yellowstone, donde conocen a Charlie Frost (Woody Harrelson), un singular locutor radiofónico, aparente perturbado psíquico. Frost cree en la profecía maya e informa confidencialmente a Jackson sobre la existencia de las naves/arcas del Himalaya.

En un supermercado de Los Ángeles, Kate, acompañada de Gordon, realiza sus compras cotidianas en un supermercado, que incluyen la adquisición de pañales de reserva para la enurésis nocturna de su hija de siete años. Una gran grieta en el techo del centro comercial preanuncia el inicio del cataclismo vaticinado siglos atrás por unos astrónomos mayas sin computadoras y telescopios. Kate y Gordon sobreviven milagrosamente al sismo, preludio de las enormes fisuras rápidamente multiplicadas por toda la ciudad.
A petición de Kate, Curtis, Noah y Lily regresan apresuradamente a Los Ángeles, donde Yuri ordena a Curtis que traslade inmedatamente a los hijos de Yuri al aeropuerto, donde abordarán, junto con su padre y la novia de este último, un taxi aéreo con conexión al avión intercontinental rentado en otra ciudad estadounidense por el multimillonario ruso, con destino a China, donde abordarán las naves/arcas del IHC.
Con toda su petulancia de niños ricos, los hijos de Yuri tratan desdeñosamente a su chofer y no ocultan su privilegiado status de sobrevivientes al cataclismo global en ciernes. Curtis se aprovecha de la confusión reinante y logra canjear su reloj pulsera por el alquiler de un humilde aeroplano, que aborda junto a Kate, Gordon, Noah y Lily, con Gordon al volante, pese a las furiosas protestas de este último, que alega carecer de la experiencia de vuelo necesaria para pilotear la aeronave. Esta última levanta vuelo sobre una Los Ángeles fagocitada ante sus ojos por el Océano Pacífico.

Mientras Curtis & Cía.pujan por sobrevivir, se suceden sismos por todo el mundo y los expertos pronostican una desestabilización generalizada de placas tectónicas y una oleada de terremotos y tsunamis sin precedentes. Curtis & Cía.aterrizan en Yellowstone, donde logran hallar, entre los papeles de un Frost a punto de ser engullido por el nuevo Armageddón, los mapas con la localización geográfica de las naves/arcas del IHC. Curtis comprende que la modesta aeronave alquilada en Los Ángeles no bastará para llegar a China y, junto con su comitiva, prosigue vuelo hasta una Las Vegas semidestruida.
Mientras tanto, se informa que Washington D.C.pronto quedará reducida a cenizas. El presidente afroestadounidense Thomas Wilson, añoso remedo de Barack Obama, decide quedarse en la Casa Blanca, mientras algunos miembros del gabinete son enviados a China en el Air Force One, con Helmsley y un polémico jefe de gabinete devenido, ante la ausencia de Wilson y el trágico fallecimiento del vicepresidente, en presidente interino de los Estados Unidos, ante la aparente imposibilidad de localizar al líder parlamentario teóricamente destinado al segundo puesto en la línea sucesoria presidencial.

Mientras Wilson se dirige por TV a la nación, Curtis y su comitiva consiguen embarcarse hacia China en un avión ruso junto a Yuri, sus dos hijos, su novia Tamara y su piloto Sasha, con Gordon como copiloto y numerosos vehículos de lujo en la bodega de la aeronave. Mientras tanto, la Tierra se ve arrasada por numerosos megaterremotos y erupciones volcánicas. La Basílica de San Pedro se desploma sobre el premier italiano (magnífico remedo de Silvio Berlusconi) y las numerosísimas personas apropincuadas al Vaticano para rezar con el Papa y los cardenales. Las masas continentales se alejan cientos de kilómetros respecto de su posición original. En Washington D.C.la Casa Blanca es aplastada por el portaviones USS John F. Kennedy, arrastrado por una ola gigantesca. Los tsunamis sumergen la India. El Himalaya empieza a inundarse.
El archipiélago hawaiiano es devastado por ríos gigantescos de lava, impidiendo a Curtis y su comitiva reabastecerse de combustible. Afortunadamente, el colosal desplazamiento de las masas continentales permite a los fugitivos llegar rápidamente al Himalaya, donde Curtis y sus acompañantes son abandonados por Yuri, recogido por un helicóptero chino. Curtis y sus acompañantes son socorridos por una familia tibetana, en la que figura un trabajador manual participante en la construcción de las naves/arcas y logra meterlos en estas últimas. Sin embargo, sufren un accidente en el que fallece Gordon y que atasca la puerta de la nave norteamericana, que se empieza a inundar y no puede efectuar unas maniobras evasivas, sin las cuales colisionarán contra el monte Everest. Curtis y Noah logran desatascar y cerrar la puerta, salvando a todos en su interior. Las naves surcan el nuevo océano aparecido sobre Asia y navegan hacia el Cabo de Buena Esperanza, extremo meridional de África, único continente sobreviviente al megasismo.
El mundo real despedirá en pocas semanas la primer década del siglo XXI y tercer milenio, inmerso en un preocupante contexto internacional, jaqueado por una nueva crisis económica global. En el contexto latinoamericano, la economía no parece ser, como a principios del decenio a punto de fenecer, un capítulo particularmente preocupante, aunque sí la política, signada por construcciones peligrosamente cerradas de poder y alternativas poco fiables. ¿Es Latinoamérica el nuevo Arca de Noé? Europa luce tan jaqueada a nivel socioeconómico como a nivel político. China e India se empecinan en relegar su milenaria y riquísima espiritualidad en aras de una riesgosa sobrevaloración de un progreso material con un reparto de beneficios extremadamente inequitativo. El peligro fundamentalista islámico no cede, como parece revelarlo el caso afgano. Irán se perfila como un peligro nuclear. El régimen comunista norcoreano no da su brazo a torcer, o lo hace muy tibiamente.
Son muchos los desafíos de la década a punto de empezar. Esperemos que la misma no sea como la pinta Emmerich.

Saturday, December 05, 2009

¿El presidente que no será?

¿Es José "Pepe" Mujica el presidente que no será del Uruguay? Así parecen preanunciarlo su avanzada edad, su palabra lenta, su andar cauteloso y su aire somnoliento, rasgos poco recomendables en un jefe de Estado de este vertiginoso tramo inicial del siglo XXI. Tal vez no lo eran tanto cuando Francisco Franco y Charles de Gaulle debieron gobernar sus respectivas patrias a edades similares, con resultados aceptables, aunque el Mayo Francés instara finalmente al añoso fundador de la V República a reemplazar el ajetreo del Elíseo por la paz rural de su casa mortuoria de Colombey-les-deux-églises. Pero el mundo del decenio de 1960 era un mundo más lento. No existía la Internet. Buscar información confiable implicaba compulsar pacientemente ingentes volúmenes de material impreso. ¿Sabrá usar Internet el sucesor de Tabaré Vázquez? Durante su campaña electoral de 2008, se reveló que el septuagenario candidato presidencial republicano estadounidense John McCain no sabía usar Internet y nunca había enviado un e-mail. Y fue derrotado (por motivos de mayor envergadura, por supuesto) por su cuadragenario rival demócrata Barack Obama, ávido usuario, según fuentes mediáticas, de las llamadas Nuevas Tecnologías. El mundo del decenio de 1960 ni siquiera conocía el fax, actualmente en retroceso. El súmmum de la época era el télex, que haría las delicias de un añoso Juan Domingo Perón en su retiro madrileño y cuyo empleo por el Primer Trabajador proporcionaría a Miguel Bonasso material para su obeso volumen sobre Héctor Cámpora.
Los ancianos se toman su tiempo, pues su mente y cuerpo se lo exigen. Pero esa lentitud forzada será aceptable en un hombre que, a la edad de Mujica, está, como diría Manuel Gálvez, "en su casa, entre algodones y cuidados filiales, gruñendo o recordando el pasado", no en la presidencia de la Nación, pareciendo olvidar que un "hombre cualquiera puede exhibir su decadencia, pero no un gran político, un presidente de la República". Gálvez escribió esas líneas hace no menos de setenta años, en su libro sobre Hipólito Yrigoyen, literariamente destacable e historiográficamente deleznable. Eran otros tiempos. Pero lo cierto es que los actuales ancianos decaen tan naturalmente como los del decenio de 1930. Y Mujica no lo disimula.