Tuesday, October 30, 2007

Perfume de mujer (II)

El 30 de octubre de 1983, hace hoy veinticuatro años, el doctor Raúl Ricardo Alfonsín era elegido presidente de la Nación. Su consagración ponía punto final a la pesadillesca seguidilla (iniciada en 1930) de golpes de Estado, gobiernos ilegítimos o tutelados, alteraciones indebidas de la vida socioeconómica e interrupciones de la vida político-institucional. A diferencia de sus predecesores Hipólito Yrigoyen, Ramón Castillo, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia y María Estela Martínez de Perón, Alfonsín, si bien tutelado por el partido militar, gobernó sin ser derrocado por las Fuerzas Armadas, aunque debiese finalmente adelantar el traspaso del poder a su sucesor constitucional, jaqueado por una grave crisis socioeconómica. El 30 de octubre de 1983 fue la contracara del 8 de septiembre de 1930 o del 23 de septiembre de 1955, cuando una enorme multitud de enfervorizados partidarios del golpismo abarrotó la Plaza de Mayo para presenciar la asunción presidencial de los dictadores José Félix Uriburu y Eduardo Lonardi, esta última precedida del bárbaro bombardeo aéreo perpetrado contra el centro de la capital argentina el 16 de junio de 1955. Por primera vez en décadas, el electorado argentino se pronunciaba libremente sobre los destinos de su patria.
Anteayer (28 de octubre de 2007), dicho electorado repartió, por primera vez en la historia de nuestra nación, una considerable proporción de votos validados entre dos candidatos presidenciales de sexo femenino: la ahora presidenta electa Cristina Fernández de Kirchner y su rival Elisa Carrió. Desde su primera participación electoral (11 de noviembre de 1951), la mujer argentina no había conocido semejante avance en la arena política nacional. Razón parecía tener nuestra futura mandataria al vaticinar (ante la frustrada candidata presidencial francesa Segolène Royal, invitada a la consagración electoral de su congéner argentina)que la actual centuria prometía ser el siglo de las mujeres, como parecen demostrarlo los casos de la presidenta chilena Michelle Bachelet, la canciller alemana Angela Merkel y la prometedora aspirante presidencial estadounidense Hillary Clinton. Quizá sea una apreciación exagerada. En los ámbitos estatal y privado, las principales posiciones siguen estando mayoritariamente detentadas por varones, aunque la participación femenina en las altas esferas esté actualmente in crescendo. Y quizá siga acentuándose, a escala nacional y mundial.
Si octubre de 1983 marcó, en el caso argentino, el fin (o principio del fin) de la reiterada apuesta golpista, octubre de 2007 señala una senda derrota del enraizado machismo de muchos de mis compatriotas. Ello obliga a replantearse la clásica ecuación "política=varones". Tal vez debamos invertirla en otros terrenos. Como sucedió durante el crítico periodo socioeconómico y político-institucional de 1995-2002, cuando las dificultades conllevadas por mis congéneres (sobre todo en el plano ocupacional)obligaron a muchos Adanes argentinos a delegar ciertos roles en sus compañeras de ruta. En la más favorable coyuntura socioeconómica vigente desde 2003, esa nueva tendencia quizá pueda plasmarse más cómodamente. El perfume de mujer comienza a ser un efluvio frecuente en este arrabal del orbe.

Thursday, October 25, 2007

Juego limpio

En la muestra fotográfica Votos argentinos, exhibida por estos días a orillas del canal de Puerto Madero, pueden verse imágenes captadas en ocasión de actos comiciales celebrados en distintos momentos de nuestra historia. Entre ellas figura una impresionante muestra del descarado "fraude patriótico" promovido por la dirigencia conservadora de la Década Infame. La cámara ha captado, en un comicio de 1935, la perturbadora imagen de un presidente de mesa decidido a obligar a un votante de aspecto humilde a votar por el Partido Demócrata Nacional (PDN), que llevó a Manuel Fresco a la primera magistratura bonaerense, secundado en su siniestro propósito por un amenazante efectivo policial armado con un fusil. Esa escalofriante imagen me trae a la memoria un relato de Alfredo, mi abuelo paterno, nacido en 1918 y fallecido en 2003, que, si mis cálculos no fallan, debe haber emitido su primer voto en las fraudulentas elecciones presidenciales de 1937. Mi abuelo solía contarme que, en dicha ocasión, no había hallado, en el cuarto oscuro, otras boletas que las conservadoras, que un vigilante, apostado junto a las papeletas de votación, pretendió, mientras devoraba su sandwich, que mi abuelo introdujese sin chistar en la urna correspondiente. Mi abuelo se negó a traicionar sus convicciones radicales y, muy a pesar suyo, estrenó su voluminosa libreta de enrolamiento con un sendo voto en blanco. Alguna vez tuve en mis manos la libreta de enrolamiento de mi abuelo. Si computamos los catorce años de gobiernos de facto totalizados por la Revolución Argentina y el Proceso de Reorganización Nacional, se explican los notorios baches cronológicos acusados por los espacios para constancias electorales de las libretas de enrolamiento de mi padre y mi abuelo y de la libreta cívica de mi madre. Esta última (nacida en 1937, diez años antes de la promulgación de la ley de voto femenino) debe, según mi cálculo, haber estrenado su derecho al voto (penosamente obtenido por las mujeres argentinas) en las elecciones constituyentes de 1957, maculadas por la proscripción electoral del peronismo, cuyos seguidores inundaron, en señal de protesta, las urnas de votos en blanco, como también lo harían en las elecciones presidenciales de 1963. En las elecciones presidenciales de 1958, los peronistas, al no poder presentar sus propios candidatos, debieron conformarse, por orden de su líder desterrado, con apoyar a un candidato del radicalismo, rival del peronismo. Mi abuelo y mis padres recién podrían votar regularmente desde 1983, cuando mi madre ya tenía 46 años, mi padre 42 y mi abuelo 65. Yo voto regularmente desde los 19 (ahora tengo 37). Privilegio del cual me enorgullezco. De lo que no me ufano es del hecho de llevar por lo menos trece años votando en elecciones precedidas de campañas sucias. La inminente elección presidencial del año en curso no promete, desgraciadamente, ser una excepción. El juego limpio aún no se ha instalado plenamente en nuestras prácticas político-electorales. Ignoro si viviré para presenciar su consolidación. Dios quiera que sí. Pero sé que no debo hacerme falsas ilusiones.

Sunday, October 21, 2007

Perfume de mujer (I)

Todo parece indicar que la senadora nacional Cristina Fernández de Kirchner será la próxima presidente de los argentinos. En las encuestas de intención de voto la sigue Elisa Carrió. En un país tradicionalmente machista, ello indica que la mujer argentina ya no se somete tan dócilmente a los mandatos masculinos. Ahora le gusta llevar la iniciativa y, en no pocos casos, logra hacerlo.
Cristina y Lilita no son las primeras argentinas interesadas en desempeñar un rol político. En 1833, con su controversial marido sumido en la Expedición del Desierto, doña Encarnación Ezcurra de Rosas movía astutamente las piezas del ajedrez político de su época en beneficio de su cónyuge. En 1864, siendo gobernador de su San Juan natal, don Domingo Faustino Sarmiento permitió la participación electoral femenina en su provincia, aunque ese experimento recién se plasmó en una realidad permanente a nivel nacional en los comicios presidenciales de 1951. En las primeras décadas del siglo XX, figuras como Alicia Moreau de Justo o Elvira Rawson de Dellepiane luchaban contra la tentativa de monopolio político masculino. Durante la primera presidencia de su polémico consorte, María Eva Duarte de Perón se volvió popularísima entre sus compatriotas más marginados y denostadísima entre sus conciudadanos más encumbrados. Su dolencia mortal le impidió ejercer la segunda magistratura de la República. Durante su desdichada presidencia, María Estela Martínez de Perón demostró que la mujer argentina, por muy mal que gobernase, podía ocupar el Sillón de Rivadavia. Durante la década menemista, figuras como Graciela Fernández Meijide probaron, a su modo, la factibilidad de la participación política de su sexo. El actual mandatario asignó importantes cargos gubernativos a mujeres como Alicia Kirchner, Felisa Miceli o Nilda Garré.
En la Argentina actual, la política exclusivamente masculina es cosa del ayer. María Eugenia Bielsa y Graciela Gianettassio desempeñan cómodamente la segunda magistratura de sus respectivas provincias. Fabiana Ríos será la próxima gobernadora de la remota Tierra del Fuego. En la arena política y gubernamental, las faldas se mezclan actualmente con los pantalones. Lo mismo sucede en los ámbitos académicos y laborales. La mujer argentina ha aprendido a congeniar sus indelegables roles domésticos con sus chances de intervenir en la vida pública de su patria. Ello ha situado al varón argentino ante la obligación de redefinir su rol social. No es raro que esa situación ofusque a los Adanes de estas latitudes. Sin embargo, estos últimos deberán apechugar con el nuevo orden de cosas. El tiempo dirá si este último es realmente beneficioso para nuestra nación y su pueblo. El cambio pinta realmente ineludible.

Thursday, October 11, 2007

"Derecho natural de propiedad y Doctrina Social de la Iglesia"

A continuación puede leerse una síntesis no textual del seminario sobre "Derecho natural de propiedad y Doctrina Social de la Iglesia", coordinado el 6/10/07 por Gabriel Zanotti, en la sede de la institución porteña ESEADE. El coordinador es director académico del Instituto Acton y doctor en filosofía por la Pontificia Universidad Católica Argentina.

Dentro de la temática aquí abordada reviste una especial importancia la figura de santo Tomás de Aquino, prominente teólogo dominico del siglo XIII. Uno de los temas abordados por el Aquinate es la propiedad privada, encarnada, en tiempos de santo Tomás, por la propiedad feudal. Al aludir a la propiedad privada, santo Tomás no alude a los medios de producción (recién mencionados desde el siglo XVI).
La Europa del siglo XIII es la Europa del Sacro Imperio Romano Germánico, del feudalismo y del conflicto entre papado e imperio, este último signado por la superioridad de la potestad papal sobre el poder feudal. En ese contexto, santo Tomás define a la legitimación del principio de propiedad privada como un criterio universal de aplicación circunstancial.
Santo Tomás distingue entre el uso común de la propiedad y su administración privada, concepto tomado de san Ambrosio y otros padres de la Iglesia, quienes, empero, no trazan dicha distinción. Al aludir al derecho natural, el Aquinate distingue entre los preceptos primarios(vinculados con la naturaleza humana y los preceptos secundarios (relacionados con la conveniencia). Esta última es ubicable dentro del derecho natural secundario, que sostiene que la conveniencia bien puede ser circunstancial y que la administración de bienes se rige por el principio de utilidad. El principio tomista de propiedad privada no es un principio innovador, sino una síntesis entre Aristóteles y san Agustín de Hipona.
En su célebre Summa teologica, santo Tomás alude, dentro del marco de la ley natural, a la posesión natural de las cosas, concepto recogido, siete siglos después, por Jacques Maritain. Según santo Tomás, el principio de propiedad privada no proviene de la Naturaleza, sino de la Humanidad.
En su célebre encíclica Rerum Novarum, publicada en 1891, León XIII no aborda la problemática del derecho natural de propiedad desde una perspectiva tomista, sino lockeana. León XIII condena enérgicamente un socialismo interpretable como el principio de estatización de los medios de producción y alude a las relaciones laborales, aunque no se refiere a la propiedad privada. La Rerum Novarum constituye un infructuoso intento de contrarrestar la influencia marxista sobre la clase obrera. En 1967, en su encíclica Popolorum progressio,publicada en plena expansión capitalista, Pablo VI denota, como León XIII, la impronta del pensamiento eclesiástico patrístico y tomista, aunque, como ya hemos señalado, León XIII no adhiera a la lectura tomista de la problemática del derecho natural de propiedad, esta última rechazada, en el siglo XX, por ciertos defensores de la economía de mercado, como Hayek y von Misses. Estos últimos parecen compartir la aversión de León XIII por el socialismo, cuya defensa del cálculo económico pinta, según Hayek y von Misses, utópica, pues implica promover una economía a ciegas. Los economistas científicos del siglo XX también señalan el carácter necesariamente ordenador de la economía de mercado, esta última inexistente en tiempos de santo Tomás, quien preconiza una visión universal de una escasez concebible como justificativo de la sociabilidad y acción común.
Según santo Tomás, toda acción humana es libre, intencional y falible. A diferencia de lo estilado en el pensamiento judío, la tradición cristiana no distingue, en lo referente a la prohibición de robar insertada en el Decálogo, entre bienes comunes y medios de producción. Santo Tomás y la tradición patrística aceptan, en términos éticos y teoréticos, la existencia de un mercado atravesado por usos y costumbres seculares y el principio eclesiástico del "sí, pero...".
En esta primer década del siglo XXI, el pensamiento político latinoamericano se halla dominado por un socialismo adscripto a la teoría marxista de la plusvalía y a la tesis de la antinomia "excluidos vs.incluidos", que concibe al capitalismo como un generador de exclusión. Nos hallamos así ante el falso dilema entre ética y utilidad y a la poco aplicable distinción kantiana entre deontologismo y consecuencialismo. La ética deontológica soslaya las consecuencias del accionar humano y alude, en líneas generales, a la evolución del sistema moral. El consecuencialismo será especialmente tenido en cuenta por el utilitarismo decimonónico, que sugiere justificar la ética por las consecuencias de las acciones humanas.
El principio tomista e iusnaturalista de propiedad privada permite superar la disyuntiva moral entre ética y mercado. Según santo Tomás, la utilidad y la ética no son incompatibles entre sí. Escasez y no escasez constituyen distintas gradaciones del derecho natural primario y derivan de la naturaleza humana. No existe ningún non sequitur directo entre las Sagradas Escrituras y el sistema socioeconómico de mercado. De este último deriva la producción. La distribución del ingreso es atributo del Estado. Según la tradición patrística y tomista, la justicia distributiva es un principio universal, aunque la selección de los bienes a distribuir es una cuestión intrínsecamente opinable.
Juan Pablo II alude a la crisis de un Estado providencia concebible como un rival peligroso para la Divina Providencia. La Doctrina Social de la Iglesia subraya la importancia de los límites entre Estado y mercado y la relevancia del principio de subsidariedad. Este último niega que el Estado deba intervenir en aquellas cuestiones que puedan resolver los particulares. El neosocialismo latinoamericano ha tornado caótica, en estos últimos años, la problemática de la relación entre Estado y mercado.
San Pío X sugiere cautela en lo referente al derecho natural de la sociedad. En su encíclica Quadragesimo anno, publicada en 1931, Pío XI subraya la importancia del recto uso de los bienes. Según Pío XI, la economía capitalista no es condenable per se; lo es si se explota inescrupulosamente al trabajador. Pío XI rechaza el capitalismo liberal, el corporativismo fascista, la lucha de clases, la libre concurrencia de fuerzas económicas y el individualismo. Pío XI incita al Estado a intervenir en el difícil contexto socioeconómico de su tiempo, signado por los embates de la Gran Depresión.
La constitución apostólica Gaudium et spes, promulgada por el Concilio Vaticano II, defiende la propiedad privada. En lo referente al uso común de los bienes, la Gaudium et spes denota la influencia de la patrística y de papas anteriores a Juan XXIII. La cuestión del derecho natural de propiedad (señalada por León XIII, san Pío X, Pío XI y Pío XII) se ve impregnada (en Juan XXIII y Pablo VI) de intensos tintes patrísticos.
Al destacar (en su encíclica Laborem exercens, de 1981) la importancia del salario justo, Juan Pablo II denota la impronta de León XIII, cuya Rerum Novarum será conmemorada por el papa Wojtyla, con motivo de su primer centenario, en la encíclica Centesimus annus, de 1991. La Centesimus annus alude al derecho a la libre iniciativa económica (que Juan Pablo II ya había mencionado en su encíclica Sollicitudo res socialis, de 1987) y a la naturaleza humana en términos de incentivos, critica el Estado asistencialista y condena el capitalismo irracional.

Tuesday, October 09, 2007

Taller "Pensar las crisis"

A continuación puede leerse una síntesis no textual del taller "Pensar las crisis", desarrollado en la institución porteña Espacio Y los días 8-15-22-29/08/07 y 5/09/07, bajo la coordinación del historiador Pablo Hupert.

A lo largo de los siglos, el argentino promedio (junto con prohombres como Castelli, Moreno o Roca) ha experimentado una cierta sensación de incertidumbre. Un prohombre no es superior al individuo promedio: es un sujeto que piensa las crisis e intenta dilucidar cómo enfrentar esas crisis tenidas por inexistentes por la historia tradicional. Los próceres de la historia argentina no son próceres en virtud de su extracción social, sino de su quehacer.
Apoyarse en el ser nacional implica, en tiempos de crisis, una toma más activa de posición. El ser nacional instituye nuestra subjetividad. Los inmigrantes europeos desembarcados en la Argentina circa 1900 se aferraron (como sus hijos y nietos argentinos)al estudio y trabajo como un recurso para la promoción social. Al cambiar los estímulos, no podemos seguir aferrados a la representación tradicional de nuestra subjetividad. Una crisis puede ser objetiva (externa a nosotros), pero su superación es subjetiva. Una crisis también puede interpretarse localmente, como lo hizo Artigas al interpretar, circa 1815, la crisis del orden hispanocolonial.
En la Argentina, 1810 y 2001 marcan un momento de crisis; 1880 y 2003-2007,un momento de solución. La crisis de 2001 también marca la disolución del Estado nacional, otrora modelo para pensar la sociedad. Pensar no es una actividad "intelectual" (como comúnmente se cree). Pensar es configurar, no solucionar.
Según la Generación del 37, Rosas había alcanzado un cierto grado de institucionalización y que sólo restaba dotar a la Argentina de una Constitución, aunque, tras la caída del dictador, se necesitaron casi treinta años para institucionalizar sólidamente a la Argentina. Durante el periodo de la Organización Nacional, comienza a organizarse el Estado argentino. El Estado nacional articula una nación. Cabe preguntarse si la Argentina actual alberga algún Estado articulador no nacional.
Entre 1880 y 1916 se impone en la Argentina un régimen políticamente conservador y económicamente liberal en lo tocante al mercado externo. En 1880 se articulan un sistema político, un modo de producción y una ligazón indisoluble entre la sociedad y el Estado. En 1916, los partidos políticos se convierten en el nexo por excelencia entre la sociedad y el Estado. Durante la década de 1990, se debilita perceptiblemente la injerencia estatal en el terreno económico. Ese proceso implica que la economía, otrora integradora nacional, devenga en una expulsora social. Parece olvidarse que el Estado puede ser simultáneamente un Estado nacional y un Estado de bienestar. La sociedad capitalista-industrial necesita un Estado nacional; la sociedad capitalista-financiera (impuesta en la Argentina circa 1975-2000, en detrimento del capital productivo) necesita un Estado técnico-administrativo. En la Argentina no se ha producido la transición entre un Estado y otro. En 2001 se quiebra la representación política e impera una crisis simultáneamente social, política, económica y subjetiva.
La crisis de 2001 también marca el inicio de la pospolítica. Por pospolítica debemos entender la despolitización de la política, así como también la despolitización de la gestión estatal, en lo sucesivo tercerizada por una ciudadanía devenida en consumidora de los servicios estatales. En ese contexto también se produce subjetivamente una cierta desresponsabilización del ciudadano, como parecen probarlo el advenimiento del marketing electoral y la despolitización del comicio. La legitimidad del presidente Néstor Kirchner no proviene de las urnas, sino de las encuestas de popularidad. En el incierto contexto actual, cabe preguntarse cómo pensar el presente.

Wednesday, October 03, 2007

Política israelizada

En su biografía de David Ben Gurión (Buenos Aires, AMIA, 1997), Abraham Avi-Hai refiere cómo el estadista polaco-israelí deploró la atomización padecida por el espectro político-partidario israelí poco después de la proclamación del Estado de Israel, inadmisible, a su entender, en la pequeña y poco poblada nación del Cercano Oriente. Ben Gurión expuso su punta de vista sobre el particular a principios del decenio de 1950.
Casi sesenta años después, la Argentina ostenta un cuadro de situación similar. La tremenda crisis socioeconómica y político-institucional de 2001 fragmentó impiadosamente los partidos políticos argentinos. Hasta entonces,el sistema político-partidario argentino había gozado de una cierta estabilidad y de las ventajas de un régimen bipartidario a la usanza inglesa, que coexistía pacíficamente con partidos políticos de menor monta. Unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y antiperonistas habían permitido, si bien con altibajos, que la Argentina tuviese dos partidos políticos sólidos, jaqueados por la ingerencia del "partido militar" ensayado por la Revolución Libertadora y por la denegación recíproca de legitimidad mencionada por quien suscribe en escritos anteriores, aunque, al mismo tiempo, con su existencia física asegurada durante largos periodos cronológicos. En los comicios presidenciales celebrados en fechas relativamente recientes (1983, 1989, 1995, 1999), el sistema político-partidario argentino seguía gozando de buena salud. En 2001 enfermó de gravedad. Seis años después, su situación no es mejor. Los frentes electorales al estilo peruano parecen prevalecer sobre la sensata idea de reconstituir el sistema político-partidario, defendida en patética soledad por Adolfo Rodríguez Saá. El actual elenco gubernativo se aprovecha inescrupulosamente de esa inaceptable realidad.
La actual política argentina ostenta un alarmante nivel de "israelización", cuya imprescindible superación pinta actualmente quimérica. El actual argentino promedio se encuentra obnubilado por la insufrible tendencia frentista de la actual política de su patria. Concientizarlo al respecto no será tarea fácil. Y puede que nadie se esfuerce seriamente en intentarlo.

Monday, October 01, 2007

La Argentina fue Myanmar

Días atrás, cientos de birmanos fueron reprimidos al protestar públicamente contra el régimen militar impuesto a su país en 1988. Monjes budistas, embutidos en sus túnicas, se contaron entre los manifestantes, cambiando momentáneamente la paz de sus monasterios por el fragor de las calles urbanas. Myanmar (otrora llamada Birmania) ocupó, durante algunas jornadas, las páginas y pantallas de la prensa internacional, a millares de kilómetros de una Argentina que, durante mucho tiempo, fue Myanmar.
Nuestro país nació, en cierto modo, de un golpe de Estado, que obligó al virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros a abdicar en favor de la Primera Junta de Gobierno. En 1810, la futura República Argentina no tenía ley de sufragio universal. Recién la tuvo en 1821 y se la aplicó inapropiadamente. La normativa no establecía la obligatoriedad del voto. La Argentina no tenía partidos políticos sólidos. En la Confederación rosista, el comicio tenía un carácter meramente plebiscitario, pues renovaba invariablemente el mandato del Restaurador, finalmente depuesto, por la vía militar, por su rival Justo José de Urquiza. El fraude electoral era moneda corriente en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.
El advenimiento del radicalismo, primer gran partido político de la Argentina contemporánea, habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Miguel Ángel Juárez Celman a manos de los revolucionarios del Parque. La consolidación del conservadurismo de la Década Infame habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Hipólito Yrigoyen. El surgimiento del peronismo habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Ramón Castillo. La asunción presidencial de Arturo Frondizi habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón, con quien Frondizi pactó su elección como primer magistrado de la República. La asunción presidencial de Arturo Illia habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Frondizi, cuyos artífices desalentaron la participación del frondicismo en las elecciones presidenciales de 1963. La restauración peronista de 1973 habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Illia, cuyos artífices se resignaron a levantar definitivamente la proscripción impuesta al peronismo por la Revolución Libertadora. La restauración democrática de 1983 habría sido impensable sin el derrocamiento de la presidente María Estela Martínez de Perón, cuya espantosa secuela, el Proceso de Reorganización Nacional, instó al argentino promedio a descartar definitivamente la opción golpista. La superación del paradigma neoliberal habría sido impensable sin el derrocamiento del presidente Fernando de la Rúa por el pronunciamiento cívico de diciembre de 2001. En el Interior, la caída de los Saadi habría sido impensable sin el derrocamiento legalizado de la polémica dinastía política catamarqueña a manos de la intervención federal decretada por el presidente Carlos Menem. El frepasismo fue el único partido político argentino de la segunda mitad del siglo XX cuyo surgimiento no se vio espoleado por la caída de ningún gobierno: desapareció definitivamente de la escena política argentina en menos de una década, tras haber obtenido un porcentaje de sufragios validados nada desdeñable en las elecciones presidenciales de 1995 e instalado brevemente a su importante referente Carlos Álvarez en la segunda magistratura federal.
Sí, la Argentina, durante mucho tiempo, fue Myanmar. La reciente crisis birmana debe recordarnos el riesgo implícito en la tentación del golpismo. Los monjes budistas birmanos movilizados contra la dictadura de su patria deben hacernos recordar a las monjas francesas y monjes palotinos masacrados por el régimen procesista, que dieron su vida por oponerse contra el gobierno más cínico soportado por la Argentina contemporánea, el de los Videla y los Martínez de Hoz, de los Galtieri y los Massera. Los birmanos reprimidos por la policía de su país deben hacernos recordar a quienes sufrieron la brutal golpiza propinada por los esbirros del Proceso contra los participantes en la gran movilización de la Multipartidaria del 16 de diciembre de 1982. A los argentinos suelen tentarnos fácilmente los facilismos. Eludir estos últimos nos implica ser astutos como serpientes y sencillos como palomas, como los Doce Apóstoles enviados como corderos en medio de lobos por el Divino Maestro. Sólo así podremos evitar que la Argentina vuelva a ser Myanmar.