Tuesday, October 09, 2007

Taller "Pensar las crisis"

A continuación puede leerse una síntesis no textual del taller "Pensar las crisis", desarrollado en la institución porteña Espacio Y los días 8-15-22-29/08/07 y 5/09/07, bajo la coordinación del historiador Pablo Hupert.

A lo largo de los siglos, el argentino promedio (junto con prohombres como Castelli, Moreno o Roca) ha experimentado una cierta sensación de incertidumbre. Un prohombre no es superior al individuo promedio: es un sujeto que piensa las crisis e intenta dilucidar cómo enfrentar esas crisis tenidas por inexistentes por la historia tradicional. Los próceres de la historia argentina no son próceres en virtud de su extracción social, sino de su quehacer.
Apoyarse en el ser nacional implica, en tiempos de crisis, una toma más activa de posición. El ser nacional instituye nuestra subjetividad. Los inmigrantes europeos desembarcados en la Argentina circa 1900 se aferraron (como sus hijos y nietos argentinos)al estudio y trabajo como un recurso para la promoción social. Al cambiar los estímulos, no podemos seguir aferrados a la representación tradicional de nuestra subjetividad. Una crisis puede ser objetiva (externa a nosotros), pero su superación es subjetiva. Una crisis también puede interpretarse localmente, como lo hizo Artigas al interpretar, circa 1815, la crisis del orden hispanocolonial.
En la Argentina, 1810 y 2001 marcan un momento de crisis; 1880 y 2003-2007,un momento de solución. La crisis de 2001 también marca la disolución del Estado nacional, otrora modelo para pensar la sociedad. Pensar no es una actividad "intelectual" (como comúnmente se cree). Pensar es configurar, no solucionar.
Según la Generación del 37, Rosas había alcanzado un cierto grado de institucionalización y que sólo restaba dotar a la Argentina de una Constitución, aunque, tras la caída del dictador, se necesitaron casi treinta años para institucionalizar sólidamente a la Argentina. Durante el periodo de la Organización Nacional, comienza a organizarse el Estado argentino. El Estado nacional articula una nación. Cabe preguntarse si la Argentina actual alberga algún Estado articulador no nacional.
Entre 1880 y 1916 se impone en la Argentina un régimen políticamente conservador y económicamente liberal en lo tocante al mercado externo. En 1880 se articulan un sistema político, un modo de producción y una ligazón indisoluble entre la sociedad y el Estado. En 1916, los partidos políticos se convierten en el nexo por excelencia entre la sociedad y el Estado. Durante la década de 1990, se debilita perceptiblemente la injerencia estatal en el terreno económico. Ese proceso implica que la economía, otrora integradora nacional, devenga en una expulsora social. Parece olvidarse que el Estado puede ser simultáneamente un Estado nacional y un Estado de bienestar. La sociedad capitalista-industrial necesita un Estado nacional; la sociedad capitalista-financiera (impuesta en la Argentina circa 1975-2000, en detrimento del capital productivo) necesita un Estado técnico-administrativo. En la Argentina no se ha producido la transición entre un Estado y otro. En 2001 se quiebra la representación política e impera una crisis simultáneamente social, política, económica y subjetiva.
La crisis de 2001 también marca el inicio de la pospolítica. Por pospolítica debemos entender la despolitización de la política, así como también la despolitización de la gestión estatal, en lo sucesivo tercerizada por una ciudadanía devenida en consumidora de los servicios estatales. En ese contexto también se produce subjetivamente una cierta desresponsabilización del ciudadano, como parecen probarlo el advenimiento del marketing electoral y la despolitización del comicio. La legitimidad del presidente Néstor Kirchner no proviene de las urnas, sino de las encuestas de popularidad. En el incierto contexto actual, cabe preguntarse cómo pensar el presente.

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