Sunday, July 22, 2007

Conferencia-debate "La Historia Argentina: un recurso para pensar el presente"

A continuación puede leerse una síntesis no textual de una conferencia-debate, titulada "La Historia Argentina: un recurso para pensar el presente" y desarrollada en una institución denominada "Espacio Y, Lugar Cultural", de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el día jueves 12 de julio de 2007. La actividad fue coordinada por el Prof.Pablo Hupert, historiador egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Según Jacques Le Goff, no debemos volver al pasado, sino pensar que descendemos de la Humanidad de una determinada época pretérita. El historiador francés concluye que un viaje al pasado nos producirá el doble placer de conocer al otro y encontrarnos a nosotros mismos.
Según Mariano Moreno, el momento de la emancipación bien puede constituir la situación más crítica atravesada por un pueblo. Mediante una heterogénea subjetivación, el individuo supera su sujeción. El actual argentino promedio suele vivenciar su subjetivación en función de sus crisis, momento de determinación de su nación. La subjetivación puede, a su vez, degenerar en una desubjetivación (deliberada o fortuita). Lo determinado se caracteriza por poseer esa identidad propia brillante por su ausencia en lo indeterminado. Desde hace mucho tiempo, los argentinos solemos concebir las crisis como un momento propicio para una reflexión sobre nuestra nación.
La Revolución de Mayo fue una crisis política. Los revolucionarios de 1810 observaron que la estructura virreinal (que pretendían administrar) empezaba, al caer Fernando VII, a desgranarse. Una década después, la Anarquía del Año XX, con el consiguiente colapso del centralismo directorial, convirtió a la Argentina en un conglomerado de miniestados soberanos, que, por no estar a cargo del manejo de las relaciones exteriores, revestían categoría de provincias. Las crisis producen una sensación de incertidumbre y angustia, que no fue ajena a figuras como Mariano Moreno o José de San Martín, quienes, empero, no temieron afrontar la compleja realidad de su tiempo.
La crisis de 1810 fue una crisis de vínculos político-administrativos y sociales. La crisis de 2001 fue una crisis de vínculos sociales sin desmembramiento territorial. Al caer el todo implícito en el Estado, las partes no quedan en pie. El Estado argentino fue progresivamente disuelto por las políticas neoliberales implementadas desde 1976. Los revolucionarios de 1810 apostaron por la independencia. La crisis de 2001 propició las actividades subjetivas (cacelorazos, piquetes, etc.), caracterizadas por ese marco poder de impugnación responsable de la alucinante sucesión de presidentes de diciembre de 2001. Las actividades subjetivas promovidas por la crisis de 2001 permitieron que muchos argentinos descubrieran posibilidades que antes ignoraran, como la posibilidad de ser vecino. La crisis de 2001 fue una crisis de la subjetividad ciudadana promovida desde circa 1880. Dicha subjetividad implica responsabilizarse del destino del país, a través, por ejemplo, del banalizado sufragio. En las asambleas promovidas por la crisis de 2001 surgió así una nueva responsabilidad ciudadana.
En la Argentina, el desmembramiento territorial, político y constitucional (iniciado circa 1810) culmina recién en 1880, al federalizarse la ciudad de Buenos Aires e iniciarse la llamada Organización Nacional. En 1880 empieza a preconizarse un Estado Nacional proclive a promover el monopolio estatal de los medios de configurar un país y producir un sujeto (con la intención de generar ciudadanos y responsables), posteriormente diluido por el neoliberalismo procesista y menemista.
En los piquetes de 2001-2002 imperaban un cierto sentimiento comunitario y potencia del veto, esta última posteriormente convertida, por obra del kirchnerismo, en la impotencia del voto. El kirchnerismo no sólo ha intentado hallar un punto de equilibrio entre el condicionamiento impuesto por la crisis de 2001 y el condicionamiento impuesto por los círculos financieros. También ha promovido la estatización de la construcción de la subjetividad y diluido el temor a la descomposición de la Nación, aunque, al mismo tiempo, ha incitado al argentino promedio a interrogarse sobre sus posibilidades de subjetivación.
La crisis de 2001 delató las tendencias territorialistas y clientelísticas de la política argentina posterior a 1983, con la consiguiente crisis experimentada en 2001 por los partidos políticos nacionales. El auge del clientelismo político ha deteriorado el organigrama estatal y acelerado la disolución de la Nación. El nacionalismo se ha vuelto anacrónico. El asistencialismo estatal ha sido cuestionado por los activistas sociales, sus supuestos beneficiarios. Esa segmentación es producto de la alteración de la constitución de una nación que ya no es nación, pese a la verborrea kirchnerista sobre el Estado-nación. En la Argentina actual, pinta poco viable la reconstrucción de la Nación (requerida, en el caso argentino, de un Estado y de una Nación).
En la Argentina actual no debe construirse una Nación, sino una subjetividad. El actual argentino promedio (a quien el neoliberalismo intentase desresponsabilizar y desubjetivizar)intenta reasumir modestamente su cuota de responsabilidad en dicho terreno.

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