Sunday, July 08, 2007

Curso "Historia del Arte (desde 1950 hasta hoy)". Sexto encuentro

Sexto encuentro. 4 de julio de 2007


El panorama cultural alemán se vio desestabilizado por el éxodo de artistas alemanes bajo el nazismo, la devastación de la Segunda Guerra Mundial y la yancofobia germánica posbélica. En ese álgido contexto surge el neoexpresionismo alemán, netamente antinominalista y anticonceptualista.
El neoexpresionismo alemán abreva históricamente en el simbolismo de Munch, el fauvismo de Matisse, la angustia suscitada por la transición entre los siglos XIX y XX. El pre-neoexpresionismo elude la representación imitativa de la realidad y reduce la representación a signos. El color pre-neoexpresionista no preconiza una representación naturalista. El neoexpresionismo posee una veta catárquica y político-contestataria.
Según George Baselitz (1938), inicialmente resistido por la ortodoxia artística alemana, el objeto del arte no comunica nada; es autónomo. Su tratamiento pictórico denota una cierta impronta expresionista, aunque su figuración no es imitativa.
A los neoexpresionistas alemanes se les tildó inicialmente de "salvajes", quizá debido a la influencia fauvista (fauve significa salvaje en francés). El neoexpresionista alemán promedio pretende independizar relativamente al tratamiento pictórico de la figuración. A fines del decenio de 1980, el neoexpresionismo alemán acusa una cierta impronta modernista e intenta retomar una labor artística entroncada con la vanguardia artística de la no-belleza, contraria a la estética burguesa. La crudeza representativa del neoexpresionismo denota la impronta del Picasso africanista.
El neoexpresionismo intenta dialogar pictóricamente con la evolución histórica de Alemania, cuya impronta acusa Anselm Kiefer (1945), sobre todo en lo referente a la política artística antimodernista del nazismo. Su figurativismo capitulará progresivamente ante el tratamiento pictórico. Kiefer también denota una cierta influencia del informalismo europeo y estadounidense.
En la década de 1950, los artistas alemanes denotan una cierta impronta del expresionismo abstracto estadounidense y reminiscencias del expresionismo alemán de principios del siglo XX. El neoexpresionismo alemán también nos recuerda la cuestión de la nacionalidad en el arte.
A Joerg Immendorff (1938-2007)puede vinculárselo con el expresionismo abstracto y el surrealismo. Immendorff no pretende imitar la realidad y acusa una cierta afinidad ideológica con el italiano Renato Guttuso. Immendorff alude permanentemente a la cultura alemana. Algunos de sus cuadros poseen una veta cómica, aunque sus obras también son autocríticas, críticas, anecdóticas y dicotímicas.
A.Penck reduce la realidad a signos. Considera que su contexto de acción le impide autodefinirse como un artista abstracto. Penck denota una cierta impronta del africanismo picassiano y un componente catárquico. En su obra se halla implícita una verdadera revolución del gusto. Penck respeta evidentemente el modernismo de principios del siglo XX, tan incomprendido en su momento y posteriormente aceptado de manera plena.
Las obras de Walter Dahn (1948) denotan la impronta de la efervescencia desatada circa 1980 por la contracultura juvenil. Dahn, autodefinido como conceptualista, no es un neoexpresionista neto.
Martin Kippenberg (1953-1997) tampoco es un neoexpresionista avant la lettre, pues suele incurrir en una crítica cultural netamente conceptualista. Kippenberg alude críticamente al realismo socialista y acusa un neto componente autocrítico.
La transvanguardia italiana es netamente antiminimalista y anticonceptualista, acusando un neto componente paródico y un cierto intento de revalorización del manierismo. A diferencia del neoexpresionismo alemán, la transvanguardia itálica no es netamente político-ideológica, sino más bien estética y mística. La transvanguardia italiana es estilísticamente ecléctica y carece de un programa estético común.
Entre los transvanguardistas italianos figura Sandro Chia (1952), cuya influencia sobre el arte joven español, estadounidense y latinoamericano del decenio de 1980 es innegable. Lamentablemente Chia, al llegar a un cierto punto de su evolución artística, se academizará, perdiendo en rigor y calidad artísticas, situación también perceptible en Enzo Cucchi (1950). Como Chia, Cucchi ejerció una cierta impronta sobre los artistas jóvenes de la década de 1980, entre ellos el argentino Guillermo Kuitca. Cucchi denota una faceta infantiloide y un cierto interés por la imaginería primitiva italiana.
Mimmo Paladino (1948) critica la transvanguardia italiana (pese a pertenecer a ella),rechaza el componente subversivo del neoexpresionismo alemán y se interesa claramente en el arte tardoantiguo y altomedieval(paleocristiano, románico). A Paladino puede considerársele un simbolista esteticista.
La nueva imagen estadounidense tiene un importante y efímero portavoz en Basquiat (1960-1986), quien rescata el costado transgresor del arte callejero.Basquiat se enriqueció artísticamente al contactarse con su mentor Andy Warhol y el transvanguardista italiano Francesco Clemente.
Otro representante de la nueva imagen es David Salle, tributario de la sobreimpresión de imágenes al estilo de Francis Picabia, temáticamente ligado al erotismo. Salle rechaza el placer estético en aras de la corrosión visual. Salle denota alguna influencia del arte francés dieciochesco, del español José Gutiérrez Solana y del artista pop James Rosenquist. Salle combina pop, dadaísmo, neorrealismo y una yuxtaposición técnica à la Rauschenberg. Entre los cultores de la nueva imagen estadounidense también cabe mencionar a Schnabel, originariamente enraizado en el expresionismo abstracto, que vuelve alguna vez al arte figurativo.
En la nueva imagen estadounidense cuesta detectar un componente crítico realmente inequívoco. La nueva imagen estadounidense también acusa un marcado componente artificioso y recuerda la rápida institucionalización de la novedad
(otrora atípica), con un cierto regusto snob y marketinero. La nueva imagen estadounidense es un estilo netamente yuppie, caracterizado por un rápido desgaste, contrapuesto al largo aliento latente en artistas como Matisse.

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