Sunday, July 22, 2007

El Juvenil de la democracia

En 1979 la Argentina atravesaba por un periodo negro. Hacía tres años que soportaba la dictadura más despiadada de su historia: el Proceso de Reorganización Nacional. Los centros de detención clandestinos habían desarrollado una actividad represiva y exterminadora digna de los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. En nombre de la "guerra antisubversiva" y de la cruzada anticomunista internacional, se había creado en nuestro país una nueva figura: el "desaparecido". La política económica neoliberal del Proceso había causado estragos en el aparato productivo y tejido social del país. La actividad político-partidaria había sido brutalmente silenciada. Millares de argentinos habían debido emprender el camino del exilio. Una férrea censura amordazaba impiadosamente la libre expresión de ideas y circulación de información.
En medio de ese clima sombrío, el argentino promedio supo, en una mañana de ese año aciago, que su selección juvenil de fútbol se había coronado campeona mundial en Japón. El año anterior, ese mismo argentino, impulsado por su habitual pasión futbolística, había celebrado alborozadamente el triunfo argentino en la Copa Mundial de Fútbol, verdadera tapadera, promovida por la dictadura, de la trágica situación reinante en la nación. En dicha oportunidad, los integrantes del plantel dirigido por César Luis Menotti habían alzado jubilosamente un suntuoso trofeo de oro, mientras a menos de dos kilómetros de distancia, en el interior de la Escuela Mecánica de la Armada, se picaneaban genitales y a más de una parturienta, tras habérsela hecho dar a luz sobre un pedazo de chapa, se la privaba de la tenencia de su neonato.
Por entonces yo sólo contaba nueve años de edad. Mi corta edad y el opresivo clima reinante habían impelido a mis mayores a ocultarme preventivamente la dura realidad de la Argentina de la época. Enterado del triunfo futbolístico argentino , me limité a entonar el clásico "Argentina, Argentina", pese a mi tibia afición al fútbol de aquel entonces.
Siete años después, al ver por primera vez la segunda parte de La República perdida, supe que, mientras Videla recibía a los jóvenes triunfadores en la Casa Rosada, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)de la Organización de Estados Americanos (OEA) había visitado Buenos Aires en procura de pruebas de las gravísimas violaciones contra los derechos humanos perpetradas por el régimen, bajo el olímpico desdén del principal periodista deportivo de la época, el hoy difunto José María Muñoz, quien, micrófono en mano, negaba que la CIDH pudiese imputar tales cargos al gobierno de nuestra maravillosa patria.
Ayer, 22 de julio de 2007, el seleccionado argentino sub-20 se coronó campeón mundial de su categoría en Canadá. Los tiempos han cambiado. La Argentina actual tiene gobernantes democráticos y, en estos últimos años, ha desechado progresivamente el funesto paradigma socioeconómico neoliberal. Los violadores procesistas de los derechos humanos están siendo investigados y procesados, tras muchas marchas y contramarchas al respecto. Hay motivos genuinos para celebrar el triunfo del Juvenil de la democracia, aunque aún reste mucho por hacer en nuestro sufrido país. Podemos, pues, dar rienda suelta a nuestra pasión futbolística.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home