Monday, December 20, 2010

Goce adulto

Hace hoy un mes, publiqué en este espacio una entrada titulada Un feriado más, motivada por la institución del feriado del Día de la Soberanía. En ella intentaba advertir sobre la tendencia argentina a utilizar las figuras e hitos históricos como excusas para la holganza. O, agrego ahora, como excusas para la ignorancia de la Historia. Pues tengo la triste impresión de que muchos argentinos disfrutan de sus sucesivos fines de semana largos sabiendo dónde obtener buenas comodidades hoteleras a buen precio e ignorando quiénes fueron Jesús de Nazaret, Manuel Belgrano, José de San Martín, Domingo Faustino Sarmiento, Cristóbal Colón o Juan Manuel de Rosas. O con un conocimiento muy limitado de dichas figuras históricas. O sin pensar en el significado profundo de los horrores del extinto golpismo argentino, la cuestión malvínica, la Revolución de Mayo, la Declaración de Independencia, la Conquista y la Vuelta de Obligado.
Cualquiera diría que soy un amargo al escribir esto. Un aburrido como el ex presidente Fernando de la Rúa, cuya dramática caída cumple hoy su noveno aniversario. Les juro por Dios que no es mi intención amargar la fiesta de nadie. En pocos días será Navidad. Y muchos estarán de festejo. No me niego a adherir a tales celebraciones. Tras un año de trabajo, deseo relajarme. Pero, al mismo tiempo, deseo vivir adultamente mis horas de labor y ocio. Una Navidad adulta se amolda más a mi actual status etario que un vanidoso deseo de revivir mis Navidades infantiles, celebradas al lado de familiares míos que hoy duermen en la Paz del Señor.
Y a los adultos que rodean al adulto que soy hoy, me permito sugerirles: disfruten. Pero hagánlo adultamente. Sepan por qué no se trabaja en ciertos días.

Saturday, December 11, 2010

Gardel, De Caro y el Requiem de Mozart

El 5 de diciembre de 1791, Wolfgang Amadeus Mozart dejaba este mundo, legándonos una obra monumental rematada por un Requiem compuesto con los últimos restos de una fuerza física minada por la tuberculosis, dolencia mortal antonomásica de un mundo sin antibióticos. Días atrás, se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Mozart, tan inmortal con mayúscula como lo son, en esta Argentina, Carlos Gardel y Julio De Caro, cuyo natalicio convierte al 11 de diciembre en el Día Nacional del Tango.
Este 11 de diciembre y sus vísperas parecen haber hecho sonar, en la patria chica del tango, los lúgubres acordes del Requiem de Mozart y los tangos más tristes grabados por Gardel y De Caro. Parecen haberlos hecho sonar, ante todo, en Villa Soldati, donde otros hijos de la inmigración, como lo fue Gardel, luchan por salir de pobres, despertando las iras de Mauricio Macri y las esperanzas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien, hablando de muertos, se encuentra actualmente abocada a elaborar su duelo por su difunto predilecto. Parecen haberlos hecho sonar en Oslo, donde la ceremonia anual de entrega de los Premios Nobel se ha visto ensombrecida por la decisión del gobierno chino de impedir la salida del país a Liu Xiaobo, destinatario del Nobel de la Paz 2010. Extraño gobierno, el chino. Capaz de promover la conversión de China en una de las nuevas superpotencias económicas. Pero, a la par, extrañamente incapaz de respetar la pluralidad de opiniones y la existencia de culturas ancestrales como la tibetana o la uigur. Toda la riqueza espiritual de la vieja China no parece tener lugar en la China actual, como si los lamas fuesen enemigos de las computadoras. ¿Acaso ignora Hu Jintao, actual presidente chino, que el actual Dalai Lama también figura en Internet?

Wednesday, December 08, 2010

Las verdaderas virtudes de la Humanidad

Hoy, 8 de diciembre, la Iglesia Católica conmemora el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Científicamente hablando, ha quedado ampliamente demostrado que ninguna persona puede procrear sin perder la virginidad. Ni siquiera la Iglesia puede refutar esa verdad tan evidente. Está formada por teólogos y no por científicos. Por eso fracasó en su condena a Galileo Galilei, cuyo carácter erróneo fue admirablemente reconocido por Juan Pablo II durante su largo pontificado. Sólo un católico extremadamente recalcitrante puede seguir empecinándose, ya empezado el siglo XXI, en negar la validez de los postulados científicos más sólidos. Sólo un cristiano muy cerrado (católico o no) puede seguir empecinándose, ya empezado el siglo XXI, en negar la validez de los postulados evolucionistas, que, a mi modo de ver, no están reñidos con los creacionistas, sino que los complementan. En 2008 asistí a mi primer curso docente del gobierno bonaerense, dictado en una escuela adventista de Avellaneda, donde me recibían enormes y coloridos afiches antievolucionistas en lengua portuguesa, prolijamente enmarcados y emplazados en los bien pintados muros del establecimiento educativo. Todo un lavado de cerebro para los niños confiados a esa escuela.
Me considero católico y creyente, aunque haya dejado de practicar regularmente el culto católico hace ya muchos años. Pero mi formación sistemática en Historia me induce a reconocer la necesidad de adaptarse a las muy cambiantes circunstancias históricas y hallazgos científicos. No injuria a Dios el científico que atribuye una antigüedad de 15.000 millones de años al Universo, de 4.600 millones a la Tierra y tres millones a una Humanidad progresivamente evolucionada en términos posturales. No injuria a Dios el científico que atribuye la extinción de los dinosaurios a una implacable combinación de lluvias de meteoritos y cambios ambientales desplomada sobre los temibles reptiles jurásicos hace 65 millones de años. No injuria a Dios el varón que usa preservativos o la mujer que ingiere píldoras anticonceptivas. Un párroco no puede espiar a sus feligreses en la farmacia más cercana a su parroquia. No injuria a Dios la persona enamorada de un congéner: el amor homosexual es tan válido como el heterosexual. Es amor y punto.
La innegable evolución histórica obliga a renunciar, sin dejar de venerarlos, a atribuir un origen biológico asexual a María y Jesús, cuyos atributos son de otra índole. Las enseñanzas de Cristo, registradas en los Evangelios, revelan la naturaleza de Jesucristo más fielmente que quienes pretenden suponer que María y Jesús fueron concebidos de manera impoluta, dos milenios antes de los bebés de probeta.
En este nuevo onomástico de la madre de Jesús, invito, pues, a rescatar otras virtudes de María: su sencillez, su abnegación. Esas son las verdaderas virtudes de la Humanidad, cristiana o no.

Monday, December 06, 2010

La maldición de los Borbones

Una extraña maldición parecería pesar desde antiguo sobre la dinastía franco-española de los Borbones.
En 1636, la maldición de los Borbones parecía haberse corporizado en la reina Ana de Francia, miembro de la rama hispánica de los Habsburgo, hermana de Felipe IV de España y emparentada por matrimonio con los Borbones en su condición de esposa del rey francés Luis XIII, con quien llevaba más de veinte años de vida conyugal sin poder engendrar un heredero para la corona francesa. La maldición de los Borbones recién pareció liberar al matrimonio real francés en 1638 y 1640, al nacer los dos hijos de la augusta pareja, el primero de los cuales estaba destinado a convertirse en el rey Luis XIV, salvo que se lo impidiera una semiletal dolencia física, contraída en 1647, felizmente superada y motivo de discreto regocijo para la familia Orleans, uno de cuyos miembros, tío del primogénito de Luis XIII, podría haber aspirado al trono galo de haber fallecido el futuro Rey Sol.
Luis XIV tuvo un larguísimo reinado, pero, poco antes de encomendar su alma a Dios, en 1715, debió presenciar el fallecimiento de su hijo, uno de sus nietos y uno de sus biznietos, convirtiendo en heredero del trono francés al futuro Luis XV, quien apenas contaba cinco años de edad al fallecer su augusto bisabuelo. Luis XV debió presenciar la muerte de su hijo y aguantar pacientemente la indiferencia de su nieto, el futuro Luis XVI, ante la boda del Delfín con la princesa austríaca María Antonieta, celebrada como asunto de Estado. A Luis XVI y María Antonieta no les esperaba un futuro más halagüeño. Su aparente incapacidad de engendrar un heredero varón amenazaba con dejar el trono francés en manos de los descendientes del hermano del rey. Finalmente, engendraron dos varones. Uno de ellos murió a temprana edad, con la Revolución Francesa en marcha. Al Delfín supérstite, la Señora Guillotina y la Primera República Francesa lo dejaron sin padres y sin trono, aunque su círculo privado lo llamase Luis XVII. La restauración borbónica de 1815, fruto del desmoronamiento del Primer Imperio, convirtió al añoso hermano de Luis XVI en el rey Luis XVIII, quien sólo disfrutaría del trono francés durante nueve años. Su sucesor Carlos X sería destronado por la revolución de 1830, que dejaría la corona francesa en manos de los Orleans, en la persona del rey Luis Felipe, único monarca Orleans de Francia, cuya felicidad apenas duraría dieciocho años, pues sería destituido por la proclamación de la efímera Segunda República Francesa. Ningún Borbón ocuparía ya el trono francés.
A los Borbones españoles las cosas no les resultarían más sencillas. En 1700, la extinción de la rama hispánica de los Habsburgo pareció allanar la ascensión al trono español del duque Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. La coronación de Felipe costaría una Guerra de Sucesión española de trece años de duración, rematada en 1713 por la Paz de Utrecht.
Casi un siglo después, la invasión napoleónica de España interrumpió por unos años la continuidad de los Borbones en el trono español. Carlos IV y Fernando VII, víctimas cabales de la maldición de los Borbones, fueron forzados a abdicar en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón I, que asumió la corona española bajo el nombre de José I. Recuperado su trono, Fernando VII debió asumir su aparente incapacidad de engendrar un heredero varón para el trono español. En 1829 desposó a su sobrina y cuarta esposa, princesa italiana de la familia Farnesio, en un intento desesperado por engendrar un sucesor. Murió cuatro años después con dos hijas mujeres y ningún hijo varón, falencia inaceptable en una España que no consentía a sus reinas otro status que el de consorte del monarca. Fernando VII moría, por añadidura, despojado por añadidura de gran parte del imperio americano de sus predecesores, por obra del movimiento independentista hispanoamericano. Era menos afortunado que su sobrino y sobrino nieto de apellido Braganza, descendientes del rey portugués Juan VI y destinados a encabezar el vasto imperio brasileño durante gran parte del siglo XIX.
Al morir Fernando VII, España quedó sumida en el conflicto sucesorio conocido como las "guerras carlistas", libradas entre los partidarios de la primogénita de Fernando VII y los carlistas (seguidores del príncipe Carlos María Isidro, hermano del difunto rey). En 1844 logró hacerse una excepción a las prejuiciosas leyes sucesorias españolas y la jovencísima primogénita de Fernando VII asumió la corona española bajo el nombre de Isabel II. En las décadas de 1960 y 1970, los carlistas reaparecerían en escena al intentar infructuosamente que el Generalísimo Franco reviese su decisión de nombrar sucesor del Caudillo al actual rey de España, uno de cuyos primos carlistas desposaría a una nieta del dictador.
Isabel II también sería víctima de la maldición de los Borbones. En 1868, la invasión italiana de España situaría en el trono español al príncipe italiano Amadeo de Saboya, quien asumiría la corona española bajo el nombre de Amadeo I y sería desplazado de su cargo por la efímera Primera República Española de 1874-1875, cuya rápida disolución devolvería el trono español a los Borbones, en la figura del hijo de Isabel II, quien asumiría la corona española bajo el nombre de Alfonso XI.
En 1886, la esposa del rey español Alfonso XII enviudaba con el futuro Alfonso XIII en sus entrañas. El augusto bebé ascendería al trono español en 1902 y la maldición de los Borbones no le perdería pisada. En 1931, la proclamación de la Segunda República Española obligaría a Alfonso XIII a abdicar y a la familia real española a exiliarse en la Italia fascista, donde nacería el actual rey de España.
La derrota republicana en la Guerra Civil Española no facilitaría las cosas a los Borbones. El Generalísimo Franco se creyó con derecho a alterar a su antojo el orden sucesorio. Prometió una restauración monárquica a materializarse tras la muerte del Caudillo. Pero el trono español no quedaría para el hijo de Alfonso XIII, sino para su nieto, coronado rey de España en 1975 bajo el nombre de Juan Carlos I, cuyo padre abdicaría solemnemente sus derechos sobre la corona a favor de su hijo en 1977.
En épocas más recientes, la maldición de los Borbones pareció reaparecer en el seno de la familia real española. El príncipe Felipe de Asturias, hijo de Juan Carlos I, parecía destinado a morir soltero y sin heredero. En estos últimos años la cosa pareció mejorar con el casamiento y paternidad de Felipe. Pero, como su antepasado Fernando VII, el futuro Felipe VI sólo ha engendrado, hasta la fecha, hijas mujeres, en una España que ha estrenado el siglo XXI sin permitir que una mujer herede la corona. Una revisión de las leyes sucesorias podría modificar favorablemente la situación. Su omisión, ¿prolongaría ad infinitum la maldición de los Borbones? ¿Asistiría, en ese caso, la España del siglo XXI a unas segundas guerras carlistas, libradas, al morir Felipe VI, entre los partidarios del infante Florián, el mayor de los sobrinos varones de Felipe VI, y los seguidores de la primogénita de un Felipe VI sin descendencia masculina? En ese caso, ¿se empecinarían los descendientes de Carlos María Isidro en una trasnochada reivindicación de sus derechos al trono español? Una evolución mental puede ser un buen antídoto contra supersticiones estériles.

Sunday, December 05, 2010

Síntesis histórica flotante

En abril de 2001, al cumplir 31 años, pedí, como regalo de cumpleaños, una excursión a la Isla Martín García. Una mañana dominical de principios de otoño, muy temprano, mis padres, mi hermana y mi cuñado abordamos una populosa embarcación de la empresa La Cacciola, fondeada en el puerto de Tigre. Tras tres horas de navegación, hollábamos el tan mentado enclave rioplatense.
Martín García parecía ser, a simple vista, un islote insignificante. La explicación de nuestro guía turístico ayudó a desmentir esa primera impresión. Martín García resultó ser una verdadera síntesis histórica flotante. Desde los tiempos precolombinos hasta el siglo XXI, ese "guijarro" acuático había sido un verdadero testigo histórico.
Los indios charrúas, Juan Díaz de Solís, el almirante Brown, Domingo Faustino Sarmiento, Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Carlos Saúl Menem y sus colegas presidenciales uruguayo Luis Alberto Lacalle y nicaragüense Violeta Barros de Chamorro, presos condenados a trabajos forzados y puestos a elaborar un célebre pan dulce posteriormente elaborado en una panadería trabajada por hombres libres y picar piedra de cantera para complementar la producción de la cooperativa anarquista tandileña destinada a adoquinar calles porteñas... Nada de lo humano parecía ser ajeno a Martín García.
Sí, Martín García resultó ser una verdadera síntesis histórica flotante. Ha transcurrido casi una década desde mi primera (y hasta hoy única) visita a la Isla. En el ínterin, mis estudios históricos me impulsaron a escribir un trabajo de seminario sobre el Onganiato, lo cual me obligó a "internarme" largas horas en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional. Relevando fuentes periodísticas, descubrí que, en 1969, un destacamento de la Prefectura Naval Argentina se había instalado en Timoteo Domínguez, isla uruguaya contigua a Martín García, generando un conflicto finalmente resuelto a nivel diplomático, según el website uruguayo http://www.elpais.com.uy/especiales/tratado_rio_de_la_plata/informacion6.asp. Curioso, ¿no? Las apariencias engañan, no hay vuelta que darle. Si por islitas estuvimos alguna vez a punto de agarrarnos a los bifes con los chilenos.