Wednesday, August 19, 2009

Los valores del Gordo Valor

En 1955 (año conmocionado, en el caso argentino, por el violentísimo derrocamiento del presidente constitucional Juan Domingo Perón) nadie había oído hablar de la señora Rosa Parks y del doctor Martin Luther King (h), habitantes de color de la ciudad de Montgomery, sita en el Estado estadounidense de Alabama, cuyo ultrarracismo se manifestaba, entre otras vías, mediante la segregación racial en el servicio de autotransporte de pasajeros. Ese año, Parks y King saltaron a la notoriedad al promover un boicot antisegregacionista contra el servicio de autotransporte de pasajeros de Montgomery. La medida se extendió durante 381 días y tuvo una adhesión cuasi-unánime, situando al borde de la bancarrota al servicio de autotransporte de pasajeros de Montgomery. En 1964, King obtuvo el Premio Nobel de la Paz por su campaña antisegregacionista. Murió asesinado en 1968.
El 30 de diciembre de 2004, un pavoroso incendio devastó las instalaciones del local bailable porteño República de Cromañón, segando la vida de casi 200 de los jóvenes asistentes a un recital del grupo musical Callejeros. El jefe de Gobierno porteño, doctor Aníbal Ibarra, dispuso el cierre preventivo de los locales bailables de la capital argentina, extendido durante casi todo el verano austral de 2004-2005. Pero nadie propuso un boicot contra los locales bailables porteños, frecuentemente regentados por sujetos de dudosa moralidad y presuntamente apañados por elementos gubernamentales inescrupulosos o incompetentes. Hubo jóvenes alarmantemente alegrados por la reapertura de los locales bailables porteños, autorizada en marzo de 2005, o con nuevos recitales de Callejeros. Como si siguiesen vivos los 194 muertos de Cromañón. Como si no se hubiese iniciado ninguna acción judicial contra Callejeros.
El 19 de agosto de 2009, los jueces de la causa Cromañón sobreseyeron a Callejeros y aplicaron penas de prisión en suspenso a los demás imputados del caso. Tres días antes, Callejeros había actuado en la localidad bonaerense de Olavarría, ante 15.000 espectadores. Sus fans se alegraron con el sobreseimiento del grupo.
Horas después del infame veredicto judicial, un efectivo de la Prefectura Naval Argentina disparó su arma de fuego contra dos jóvenes mujeres de la Villa 31 de Retiro, aparentemente decididas a asaltar al oficial, cuyos disparos asesinaron a una de sus presuntas asaltantes, menor de edad, e hirieron a la otra, embarazada. El suceso originó un duro enfrentamiento callejero entre la pauperizada población de la Villa 31 y la Prefectura Naval.
Desde el derrocamiento del presidente Arturo Illia, consumado en 1966, la juventud argentina ha sido un bocado apetecido de los elementos políticos y económicos más reaccionarios de su patria. Jóvenes fueron las víctimas de las Noches de los Bastones Largos y Lápices y de la guerra de Malvinas. Jóvenes fueron muchas de las víctimas del neoliberalismo económico procesista, menemista y delarruista. Jóvenes fueron María Soledad Morales, Omar Carrasco, Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, Axel Blumberg. Jóvenes son los hijos de los detenidos-desaparecidos de la dictadura procesista. Jóvenes son muchos hijos de las víctimas fatales del atroz atentado contra la AMIA, cuya causa judicial, abierta hace 15 años, aún no registra ninguna condena en firme.
No tan jóvenes son los promotores, de alarmante éxito entre los jóvenes, de valores más recordatorios del gordo Valor (pido disculpas por mi ironía retórica) que de los excelentes sistemas de valores que amparan hace casi cuatro décadas la vida de quien suscribe, tercera generación de descendientes argentinos de inmigrantes europeos llegados a la Argentina circa 1890-1920. O de los valores, quizá discutibles, pero sólidos, de muchas familias judías domiciliadas en las inmediaciones de la AMIA. O de los valores preconizados, mediante su ejemplo personal, por numerosas figuras de la historia argentina, como José de San Martín, Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen, Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios, Ricardo Balbín y Arturo Illia, que hacían de la austeridad un modus vivendi actualmente considerado, para horror mío, como anacrónico y masoquista.
Los desafíos de la Argentina actual no deben buscarse en el terreno político, felizmente desprovisto en la actualidad de su componente más nocivo, el golpismo. Ni en el terreno socioeconómico, felizmente reconfigurado durante el último sexenio. Deben buscarse en el terreno axiológico. Superar los valores del Gordo Valor constituye el principal desafío para la Argentina actual.

Thursday, August 06, 2009

Humanidad exorcista

Hace cuatro décadas, María Elena Walsh evocaba en su tango El 45: “¿Te acordás, hermana/Que desde muy lejos/Un olor a espanto/Nos enloqueció?/Era de Hiroshima, donde tantas chicas/Tenían quince años/Como vos y yo”. La autora de Manuelita aludía en dichos términos al primer bombardeo atómico perpetrado contra suelo japonés por fuerzas militares estadounidenses, del cual hoy se cumplen 64 años, similar al efectuado por esos días contra la ciudad nipona de Nagasaki. El bombardeo atómico norteamericano segó cerca de 150 mil vidas japonesas. Nacía así la Era Atómica. Terminaba la Segunda Guerra Mundial, la contienda más mortífera librada hasta la fecha por la Humanidad. Empezaba la Guerra Fría, cuyo calentamiento, insinuado en Corea, Cuba y Vietnam, podría haber terminado con millones de vidas humanas. Pronto caería, entre Stettin y Trieste, la tristemente célebre “Cortina de Hierro” postulada por Winston Churchill en su famoso discurso de Fulton. Sobre la Humanidad transcurrirían cuatro tensionantes decenios, signados por el terror al Holocausto nuclear, hasta la llegada de Mijail Gorbachov a la cúspide del poder político soviético.
El orden mundial de la Era Atómica pareció recibir su golpe de gracia con la caída del Muro de Berlín, la “revolución de terciopelo” (como se llamó al rápido desplome del comunismo eurooriental) y la reunificación alemana. La identidad del vencedor de la Guerra Fría fue claramente develada por las victorias militares estadounidenses en Panamá (cosechada cerca de una Nicaragua y Cuba gobernadas por dirigentes yancófobos) y el Kuwait invadido por el Irak de Saddam Hussein.
El capitalismo neoliberal, pudo, sin enemigos de contrapeso, sentar cómodamente sus reales por doquier. La dirigencia china plegó la bandera roja de Mao y extendió la alfombra roja a un pujante capitalismo. En la Argentina, el presidente Menem decretó alegremente la entrada de nuestro país en el Primer Mundo y archivó despreocupadamente las banderas históricas de su partido político de procedencia. El 18 de octubre ya no era San Perón, el día que trabajaba el patrón. El fantasma del Holocausto nuclear fue reemplazado por el fantasma del Holocausto económico, sobre todo cuando enfermaba gravemente el organismo neoliberal.
En el caso argentino, los presidentes Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández preconizaron exitosamente la saludable y postergada rectificación de los costados más negativos de la política socioeconómica procesista, menemista y aliancista. Esa propuesta saneadora halló eco en otros gobiernos latinoamericanos, encabezados por dirigentes atípicos como los presidentes Hugo Chávez, Evo Morales y Luiz Inácio “Lula” da Silva. Ahora parecería haberlo hallado en el gobierno estadounidense, acusado de promover el descalabro económico supranacional declarado a principios de 2008 y presidido hace siete meses por el atípico Barack Obama, cuya política parecería haber empezado a revertir la situación socioeconómica estadounidense, con el consiguiente alivio internacional.
Habiendo neutralizado, al menos en apariencia, la reaparición del fantasma del Holocausto económico, la Humanidad conmemora por estos días, demostrando nuevamente su capacidad de exorcizar fantasmas, un nuevo aniversario del inicio del largo periplo histórico del fantasma del Holocausto nuclear.