Friday, April 03, 2009

Hasta siempre, don Raúl

Uno podrá haberse enojado muchas veces con Raúl Alfonsín. Podrá haberlo identificado impulsivamente con el Punto Final, la Obediencia Debida, la hiperinflación, el Felices Pascuas y la casa en orden, los pollos de Mazzorín, el Pacto de Olivos, la Alianza.
Don Raúl, como solía llamárselo en sus últimos años, dejó este mundo pacíficamente pocos días atrás. Su defunción generó inmediatamente una inmensa y genuina ola de dolor. Millares de personas (radicales o no, figuras públicas o "ciudadanos comunes de la democracia", como gustaba llamarlos don Jorge Luis Borges) desafiaron inclemencias climáticas y soportaron estoicamente largas colas callejeras para tributarle un último adiós en su capilla ardiente del Congreso Nacional. Atrás quedaban viejos rencores. Don Raúl era llorado como el "padre de la democracia", como el valiente presidente del Nunca Más, como el héroe de las épicas jornadas pascuales de 1987, como el feliz sobreviviente de un accidente automovilístico en la fría noche invernal rionegrina, como el hijo dilecto de su Chascomús natal, como el padre de seis hijos, como el abuelo de veinticuatro nietos devastado por la trágica muerte de su nieta quinceañera, como el bisabuelo de tres biznietos, como el receptor del homenaje tributado a un anciano achacoso por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el Salón de los Bustos de la Casa Rosada, como el autor del discurso con regusto a despedida grabado en video con motivo del 25º aniversario de su elección presidencial. Su correligionario Julio César Cleto Cobos, dejó de ser, al menos momentáneamente, el polémico emisor del "voto no positivo", y posó dignamente, ante las cámaras televisivas, como el vicepresidente en ejercicio de la Presidencia de la República, encabezando el funeral de Estado. Ex presidentes tan execrados como Carlos Menem y Fernando de la Rúa pudieron apersonarse en el sepelio de don Raúl sin el menor abucheo por parte de la concurrencia. En un artículo periodístico, Menem pudo, incluso, permitirse aplicar al difunto la célebre frase de despedida de Balbín a Perón: "Este viejo adversario despide a un amigo". Incluso ex mandatarios no argentinos, como el brasileño José Sarney o el uruguayo Julio María Sanguinetti, se permitieron alabar a su ex colega.
Pero no deseo extenderme en detalles periodísticos.
Don Raúl también fue alguien para mí. Alguna vez me encolericé con él. Hoy lo lamento. En mi descargo obra el hecho de que, al enojarme con don Raúl, yo era un hombre muy joven, con el mundo a medio conocer (nunca lo conoceré del todo, me temo)y el carácter a medio consolidar. Hoy tengo casi 40 años y mis precoces canas me obligan a teñir mis sienes. La muerte tiene un delicioso poder de reconciliación. Don Raúl, repito, fue alguien para mí. Fue, concretamente, como ya lo he dicho reiteradamente, el poderoso despertador de mi conciencia cívica en mis años mozos. Ahora que ha muerto sólo lo puedo llorar. Hasta siempre, don Raúl.