Sunday, November 21, 2010

Autocontrol

Tres imágenes periodísticas me han impactado particularmente en estos últimos días. En una de ellas, la fogosa diputada nacional peronista antikirchnerista Graciela Camaño aparece propinando en TV una sonora bofetada a su colega oficialista Carlos Kunkel, en aparente respuesta a los inconvenientes comentarios del legislador kirchnerista sobre el polémico consorte de su par opositora. En otra imagen, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aparece en un hospital del Gran Buenos Aires, junto al gobernador bonaerense Daniel Scioli, obsequiando una muñeca y un fragmento de su sobrecargada agenda a la niña Vanesa Mamani, milagrosamente rescatada de su caída en un pozo de Florencio Varela. En otra imagen, obviamente captada antes de la visita presidencial a Vanesa, Scioli aparece junto a los rescatistas de la pequeña Mamani, posiblemente influenciado por el ejemplo recientemente brindado por los presidentes chileno y boliviano al dejar de lado las ancestrales diferencias límitrofes entre sus patrias y aguardar el rescate de sus compatriotas atrapados en una mina chilena.
La diputada Camaño parece dar la razón al Joaquín V.González de El juicio del siglo, proclive a acusar a la pasión política de haber cegado los sentimientos patrióticos de muchos argentinos, limitando su pensamiento al triunfo de los odios de facción. La conducta de Camaño es facciosa. Lamentablemente, la de Kunkel no lo es menos. En 1907, Camaño y Kunkel habrían incitado, en términos actitudinales, al presidente José Figueroa Alcorta, exasperado por la demora parlamentaria en la sanción del presupuesto anual, a tomar la polémica decisión de reunir a sus ministros y hacerles suscribir el controversial decreto que disponía el cierre de las sesiones parlamentarias extraordinarias y la entrada en vigencia de dicho presupuesto, medida reforzada por la clausura militar del Congreso. Es de desear que a Cristina, veterana ex legisladora, no se le ocurra algo similar. Los tiempos han cambiado, desde ya, pero a los Kirchner siempre se les ha subido la mostaza bastante fácilmente, con todo el respeto que me merecen su gestión gubernativa y la memoria del recientemente fallecido ex presidente.
Ayer se conmemoró un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado, conceptuada como una defensa ejemplar de la soberanía nacional. Es desear que los argentinos preservemos otra soberanía: la soberanía sobre nosotros mismos. Dicho más claramente, nuestro autocontrol. Que, desgraciadamente, nunca ha sido nuestro fuerte.

Saturday, November 20, 2010

Un feriado más

El Gobierno Nacional ha instituido un nuevo feriado: el Día de la Soberanía. He escrito feriado y he escrito bien. Porque, para muchos argentinos, el Día de la Soberanía será eso: un feriado más.
Durante largas décadas, los feriados argentinos fueron efemérides. Ahora son simples feriados. Jesús de Nazaret, las Islas Malvinas, la Revolución de Mayo, Manuel Belgrano, la Declaración de Independencia, José de San Martín, Domingo Faustino Sarmiento, Cristóbal Colón y la Conquista... Ya no son figuras o hitos históricos. Son excusas para feriados, para fines de semana largos, para fomentar el turismo... Juan Manuel de Rosas y la Vuelta de Obligado se suman ahora a la lista de excusas. Los revisionistas, eternamente agradecidos. ¿Aún quedan revisionistas? José María Rosa murió hace casi dos décadas, tras haberse dado el gusto de presenciar la repatriación de los restos de su admirado Rosas. Gusto que no le dio su admirado Juan Domingo Perón, quien, durante su primera presidencia, rebautizó los nacionalizados ferrocarriles ingleses con los nombres, poco apreciados por los revisionistas, de Sarmiento, Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca. O con los nombres (respetados, pero no exaltados, por el revisionismo) de Belgrano y San Martín, el último de los cuales sería aparatosamente evocado por el primer gobierno peronista al conmemorarse el centenario del fallecimiento del Libertador. Perón nacionalizó los ferrocarriles ingleses, sin pedir a Inglaterra la repatriación de los restos de Rosas, ni avanzar significativamente en el reclamo de restitución de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. En 2010 los ferrocarriles nacionalizados por Perón siguen portando nombres de figuras históricas exaltadas por la historiografía liberal, denostadas (o, a lo sumo, respetadas) por el revisionismo y analizadas con mayor objetividad por la historiografía científica surgida hacia 1955 de la mano de figuras como José Luis Romero o Tulio Halperin Donghi. En 2010, pese al Operativo Cóndor, la funesta guerra de 1982 y los reclamos diplomáticos, la Union Jack sigue flameando en unas Malvinas supuestamente destinadas a ostentar la enseña celeste y blanca. En 2010, los restos de Rosas descansan en suelo argentino, respaldados por la dudosa reparación menemista de imponer a ciertos billetes de banco las imágenes de Rosas y la Vuelta de Obligado y erigir una colosal estatua ecuestre del Restaurador cerca del parque palermitano bautizado en conmemoración de una batalla de Caseros responsable de la caída de don Juan Manuel.
Pero poco parece entender el actual argentino promedio de esas cuestiones. Sólo parece entender que 2010 tendrá un nuevo fin de semana largo.

Wednesday, November 10, 2010

Nuevas certidumbres

En 1998, cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba y posó para las fotos con Fidel Castro, mi madre comentó que el pontífice polaco y el líder cubano, ambos ya septuagenarios, encarnaban tiempos idos. El siglo XX concluía con los idearios de Karol Wojytla y Fidel Castro relegados a un segundo plano por un acentuado relativismo moral. Sometidos a esa licuefacción de lo sólido posteriormente postulada por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, a ese fin de las certidumbres preconizado por el fisicoquímico ruso Ilya Prigogine.
Días atrás, visitando España, el Papa Benedicto XVI quedó inmortalizado en una foto rápidamente difundida a escala internacional. La imagen muestra al octogenario papa Ratzinger recorriendo las calles barcelonesas a bordo del clásico Papamóvil, ante parejas homosexuales que saludan el paso del pontífice alemán intercambiando sendos besos en la vía pública, de espaldas a simpatizantes del Papa munidos de banderas papales con un mensaje de bienvenida al Santo Padre en catalán. Evidentemente, a los homosexuales españoles no les han caído bien las duras expresiones de Benedicto XVI contra el matrimonio igualitario.
En otra imagen, el septuagenario monarca español Juan Carlos I saluda respetuosamente a Benedicto XVI. Juan Carlos tiene ahora no muchos años menos que los contados por el ultracatólico dictador hispano Francisco Franco en 1969, cuando el Caudillo oficializó su decisión de designar sucesor del Generalísimo al nieto de Alfonso XIII, con derecho a ocupar un trono supuestamente destinado, en primera instancia, al padre del actual rey de España.
Las certidumbres no han muerto, como pretendía Prigogine. Sucede que las viejas certidumbres están siendo desplazadas por otras nuevas. Cuando Karol Wojytla, Fidel Castro, Joseph Ratzinger y Juan Carlos de Borbón eran niños, las certidumbres (o supuestas certidumbres) se llamaban catolicismo, socialismo y monarquismo, lo cual explica los caminos que la vida les deparó de adultos. Ahora los cuatro están viejos o muertos. Y los idearios sostenes de sus vidas han envejecido con ellos. Los homosexuales españoles besados ante Benedicto XVI representan las certidumbres (o supuestas certidumbres) de estos tiempos.