Sunday, July 10, 2011

Aggiornamento

Días atrás, la edición on line del diario La Nación difundió la noticia de la emisión del fallo judicial favorable al cambio artificial de sexo de un varón bahiense de 35 años, nacido Juan y aspirante a convertirse en una mujer llamada Sol. Un aspecto llamativo de la biografía de Juan/Sol: su padre, Roberto, que murió cuando Juan/Sol tenía 11 años, era devoto del Opus Dei, institución católica con fama de conservadora, cuyo fundador, el español Josemaría Escrivá de Balaguer, fallecido en 1975, fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992 y canonizado por el mismo pontífice en 2002.
Recibí mi bautismo católico en junio de 1992, a mis 22 años, poco después de la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer, algunas de cuyas homilías cubrían las páginas de un pequeño volumen obsequiado a quien suscribe, con motivo de su cristianización, por Eduardo Amores Oliver, cinco años mayor que yo. Eduardo había sido compañero mío de la Universidad del Salvador, donde yo cursase algunas asignaturas de la licenciatura en Historia, carrera que concluiría quince años después, a nivel de profesorado, en una institución educativa del gobierno porteño. Eduardo provenía de una familia acomodada y era un católico ferviente, aunque algo anacrónico.
Me bauticé y confirmé a mis 22 años, no antes, porque mi padre, ateo y anticlerical desde su crisis religiosa de adolescencia, se había negado a brindarme una educación católica en mi infancia, pese al deseo de mi madre, creyente, aunque no practicante activa de la religión católica. Mi padre, bautizado al nacer, había tomado la Primera Comunión en su niñez y quería que yo tomase mis propias decisiones en materia religiosa. No demostré gran originalidad: abracé la religión de mi familia, aunque no todos mis parientes la practiquen con idéntico fervor (algunos ni siquiera la practican). Tampoco demostré gran perseverancia en lo tocante a la práctica del culto católico, si se exceptúa el primer cuatrienio posterior a mi incorporación formal a la Iglesia Católica, tras el cual dejé de practicar regularmente el culto católico, aunque me considere católico y creyente hasta el día de la fecha.
Hace ya muchos años dejé de frecuentar a Eduardo Amores Oliver y los escritos de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Y, a diferencia de Juan/Sol y Roberto, ni decidí cambiar de sexo, ni sumarme al Opus Dei. Sin embargo, acepto ambas posturas. Si Roberto decidió hacerse del Opus Dei, bien puede Juan/Sol cambiar de sexo y nombre. Ambas opciones son válidas y tienen derecho a un marco legal que las ampare. Quienes optan por el Opus Dei tienen el amparo de la Constitución Nacional, cuyo artículo 14 garantiza la libertad de cultos. A quienes optan por el cambio de sexo, el Gobierno Nacional aún les debe el amparo de la Ley Nacional de Identidad de Género, cuyo proyecto debe ser aprobado por el Poder Legislativo Nacional y promulgado por la Presidenta de la Nación, al igual que el proyecto de ley de aborto promovido por la propaganda electoral del Movimiento al Socialismo. Y la cúpula eclesiástica, tranquilita. Que no olvide que la Presidenta tiene autoridad para enviar un proyecto de ley de separación Iglesia-Estado al Congreso, dotado de potestad para aprobarlo. Soy católico, pero quiero una Iglesia aggiornada. No está de más recordar que el italianismo aggiornamento (actualización) fue acuñado por un Papa, Juan XXIII, al convocar el Concilio Vaticano II.

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