Monday, April 04, 2011

El ingeniero en su laberinto

La mitología griega refiere cómo Teseo, rey legendario de Atenas, logró escapar del laberinto de Creta, donde fuese encerrado por orden del rey Minos. Dentro de su prisión, Teseo se exponía a ser devorado por el Minotauro, bestia con cabeza taurina y forma humana en el resto de su cuerpo. Teseo logró escapar del laberinto de Creta con ayuda de un largo hilo proporcionado por su amada Ariadna, demostrando esa heroicidad (en griego areté) tenida en alta estima, como virtud varonil, por el antiguo pueblo helénico. En el laberinto de Creta, Minos también hizo encerrar a Dédalo, constructor del laberinto, y a su hijo Ícaro. Dédalo e Ícaro lograron escapar del laberinto de Creta con ayuda de unas alas de pluma y cera diseñadas por Ícaro. El Sol derritió las alas y los fugitivos cayeron al mar, convirtiendo a Ícaro en el arquetipo del mal artesano.
En 1989, Gabriel García Márquez deslumbró al mundo lector hispanoparlante con una de sus periódicas joyas literarias: su novela El general en su laberinto, referente a los últimos días de la vida de Simón Bolívar. García Márquez nos pinta al Bolívar de 1830, caído en el descrédito, que huye de Caracas a esperar su cercana muerte en el pueblo colombiano de San Pedro Alejandrino. Bolívar elude deliberadamente los previsibles homenajes ensayados en su honor y espera resignadamente su cita con el Señor.
El ingeniero Mauricio Macri, jefe de Gobierno porteño, atraviesa el último año de su primer mandato atrapado en una versión porteña de los laberintos cretense y bolivariano. A diferencia de Teseo, Macri no dispone de un hilo de Ariadna para escapar de su laberinto. Calzarse las alas de Ícaro quizá beneficie tan poco a Macri como a Dédalo y su hijo. Como su homónimo griego, el laberinto macrista de Dédalo parece mejor construido que sus alas de Ícaro. Para salir de su laberinto, el Bolívar de García Márquez disponía de su inminente muerte. Pero, a diferencia del Bolívar de García Márquez, Macri no está próximo a morir. Bien por el contrario, Macri y su actual esposa se disponen a traer una nueva vida al mundo.
Macri, Ícaro porteño sin areté, está actualmente atrapado en su laberinto. El año pasado lo encerraron en él los alumnos de numerosos establecimientos de enseñanza media y superior, supuestamente dependientes del gobierno porteño, que ocuparon sus casas de estudios en demanda de mejores condiciones de habitabilidad, avalados por estudiantes de otras casas estatales de estudios de la capital argentina. Macri, fruto de la escuela y universidad privadas, poco puede percibir la sensibilidad del estudiantado estatal. Macri, posible analfabeto musical, poco puede percibir la sensibilidad del melómano porteño, cuyo acceso a su bienamado Teatro Colón se ha visto sensiblemente obstaculizado por arbitrio de la administración macrista.
Macri está atrapado en su laberinto. Su eventual reelección sólo puede confirmar su encierro. Salvo que utilice el helicóptero de De la Rúa, vernácula versión mejorada de las alas de Ícaro. Lo único que el ex presidente logró mejorar del legado menemista durante su desdichado bienio presidencial. El problema es que al helicóptero de De la Rúa lo tiene actualmente la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dicho sea con todo el respeto que me inspiran la meritoria gestión de la actual jefa de Estado y la memoria de su predecesor-consorte. Dudo seriamente que Cristina preste a Macri el helicóptero de De la Rúa, para huir, como el ex presidente, hacia un vitalicio y forzado exilio interno. Mientras tanto, el ingeniero vive en su laberinto, esperando ser exonerado por el voto de la Legislatura porteña (como su predecesor Aníbal Ibarra) o (lo cual sería más deseable) por esa maravilla de la democracia encarnada en el veredicto popular.

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