Friday, March 25, 2011

Las tentaciones del candor

“Un día que vivirá en la infamia”. Así aludió el presidente estadounidense Franklin Roosevelt al 7 de diciembre de 1941, día del ataque aéreo japonés contra el enclave militar estadounidense de Pearl Harbour, detonante del ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Entre los argentinos, el día de la infamia fue, indudablemente, el 24 de marzo de 1976, día de la consumación del golpe de Estado más funesto de la historia argentina, traducido en la instauración de la más despiadada dictadura jamás impuesta a nuestra patria, con su larguísimo reinado de devastación en los más variados órdenes de la vida nacional. El golpe de Estado de 1976 no fue el primer golpe de Estado del siglo XX argentino. Los había habido en 1930, 1943, 1955, 1962 y 1966. Pero ninguno de ellos tuvo consecuencias tan nefastas como el de 1976.
Muchísimo debió sufrir el pueblo argentino, entre 1930 y 1983, para entender que había sido cándido en su valoración del golpismo. Muchísimo debió sufrir el pueblo argentino, entre 1989 y 2001, para entender que había sido cándido en su valoración del neoliberalismo, promovido por nuestra última dictadura e incomprensiblemente reeditado por dos de sus sucesores constitucionales. Afortunadamente, el pueblo argentino ha demostrado ser capaz de superar sus peores candores. En lo tocante al golpismo, lo demostró en las épicas jornadas de la Semana Santa de 1987, cuando un multitudinario pueblo argentino repudió enérgicamente el primer alzamiento militar liderado por el teniente coronel Aldo Rico, en una plaza pública colmada, en épocas anteriores, por argentinos cándidamente empecinados en vivar a los dictadores José Félix Uriburu, Eduardo Lonardi y Leopoldo Fortunato Galtieri, a este último en ocasión de la desafortunada aventura militar emprendida por nuestra última dictadura en las Islas Malvinas, cuyo inicio pronto se conmemorará.
En años más recientes, el pueblo argentino también demostró ser capaz de superar su cándida valoración del neoliberalismo, ingenuamente avalado por quien les habla y otros muchos votantes participantes en los comicios presidenciales de 1995 y 1999. Lo demostró durante las trágicas jornadas de diciembre de 2001, cuando un pueblo agotado de abusos reeditó dramáticamente el “pueblo de la plaza pública” postulado por Bartolomé Mitre.
Ayer conmemoramos el 35º aniversario del golpe de Estado de 1976, en una Argentina felizmente alejada, en términos objetivos, de los flagelos golpista y neoliberal. En épocas recientes, se ha dejado sin efecto el indulto a los ex jerarcas de nuestra última dictadura, acusados de graves violaciones contra los derechos humanos y sentenciados a concluir sus días en cárceles comunes, por disposición de tribunales civiles, pese a su avanzada edad y precaria salud. En épocas recientes, se ha demostrado, desde las máximas esferas gubernativas, que la prosperidad económica no es incompatible con el bienestar social.
Hemos sido un pueblo cándido y debemos, por dicho motivo, tener actitudes cautas, pues las tentaciones del candor son grandes y sus consecuencias pueden ser graves. Preservar la memoria y mantener a raya las tentaciones del candor: he allí nuestros principales desafíos históricos para el futuro inmediato. Esa preocupación no es ociosa en estos momentos, en los cuales otros pueblos de la Tierra (el haitiano, el griego, el argelino, el egipcio, el libio, el tunecino, el yemenita, el jordano) luchan por los dos bienes más preciados de la Humanidad: la libertad y la dignidad de la persona humana.
Perspicacia y humildad. He allí la fórmula más aconsejable a un pueblo argentino embarcado en el árido camino hacia un futuro mejor.

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