Sunday, June 05, 2011

La importancia de la inocencia

En una muy lluviosa tarde de sábado de junio de 1991, quien suscribe, a la sazón de 21 cándidos abriles, entretuvo su cinefilia con la película italiana Stanno tutti bene (Están todos bien), dirigida por Giuseppe Tornatore, quien el año anterior me deleitara con su inmortal Cinema paradiso.
En Stanno tutti bene, Tornatore narra las peripecias del siciliano Matteo Scuro, encarnado por el inolvidable Marcello Mastroianni. Matteo tiene 74 años. Es jubilado de un Registro Civil, donde inscribió miles de nacimientos, y reflejó el volumen de su trabajo en una prolífica paternidad. Con su esposa, de la cual enviudó pocos años atrás, engendró cinco hijos, cuyo padre, fanático de la lírica, les impuso nombres de personajes operísticos: Álvaro, Caiano, Tosca, Guglielmo y Norma.
Los hijos de Matteo viven diseminados en distintos puntos de la Italia continental, han dado nietos a sus padres y su progenitor sueña con reunirlos en un gran almuerzo familiar. Con dicho propósito, Matteo recorrerá Italia de sur a norte. Se dirige a Nápoles, donde se entera que su hijo Álvaro, docente universitario, está de viaje. Después va a Roma, donde le han dicho que su hijo Caiano, modesto funcionario político-partidario casado con una inmigrante musulmana, tiene un brillante futuro político. En Florencia vive su hija Tosca, modelo de ropa interior concebida por Matteo como una gran actriz. En Milán está Guglielmo, supuesto gran compositor, que resulta ser un vulgar músico insatisfecho con su trabajo. Finalmente, en Turín se reúne con Norma, cuyo padre la cree directiva de una importante compañía, donde Norma es sólo una telefonista atravesada por una crisis matrimonial. En un momento de su accidentado periplo, su nieto adolescente comunica a Matteo que lo hará bisabuelo.
Finalmente, Matteo logra reunir a dos de sus hijos en un sombrío ágape de restaurante, donde le informan que Álvaro murió en el mar. Decepcionado con su viaje, Matteo comprende que sus hijos no le cuentan nada. Cada uno de ellos vive su propia vida procurando no interferir en la tranquila vejez de su padre. Sus vidas han sido un fracaso, pero Matteo también se siente un fracasado después de la amarga decepción que ha supuesto descubrir la verdadera realidad de su familia. Matteo aborda un tren para su largo y amargo viaje de regreso a Sicilia. Enferma durante el trayecto, siendo hospitalizado por el personal ferroviario. Matteo logra finalmente reunir a su familia... alrededor de su cama de hospital. Recomienda a su nieto que no eduque a su biznieto para “ser alguien”, sino para ser como los demás. Cuando vuelve a Sicilia, Matteo visita la tumba de su esposa y pronuncia la frase “Están todos bien”.
No he vuelto a ver Stanno tutti bene en veinte años. Los dos decenios transcurridos desde entonces me han hecho asistir a los nacimientos, envejecimientos, casamientos, rupturas conyugales y defunciones de distintos miembros de mi familia. Sin duda, es ingenuo pretender que siempre estemos todos bien en todo. La vida humana es compleja y nada indolora. Pero la inocencia tiene su importancia. Alimenta nuestra ilusión de un mundo mejor.

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