Wednesday, April 06, 2011

Las minorías sensibles

En su novela Conversación en la catedral, ambientada en la Lima del decenio de 1950, Mario Vargas Llosa retrata un reducido grupo de estudiantes universitarios, que, burlando la represión policial, organiza un grupo secreto de estudios marxistas. Los personajes de Vargas Llosa ensayan un débil contrapunto a una universidad signada por ostensibles deserciones de estudiantes obligados a relegar su formación académica en aras de su subsistencia material inmediata y la presencia de docentes desmoralizados por sus deprimentes condiciones laborales y forzados a abdicar su idealismo juvenil en aras de cosmovisiones supuestamente más realistas.
No deseo sonar excesivamente autorreferencial, aunque no puedo sino identificarme con los estudiantes de Vargas Llosa. Como estos últimos, yo soy producto de una casa estatal latinoamericana de altos estudios, donde debí coexistir con docentes sin incentivos laborales y altos índices de deserción estudiantil. Con la minoría estudiantil no desertora, cuyas principales preocupaciones eran, en la mayoría de los casos, aprobar y recibirse. Desde ya, había alumnos sensibles. Alumnos que (además de estudiar sin desertar) apadrinaban una escuela rural santiagueña y organizaban ciclos gratuitos de cine ruso en nuestra casa de estudios, colectas de ropa y calzado para los inundados santafesinos y merenderos en villas miseria del Gran Buenos Aires. Yo colaboraba con ellos como podía. Había alumnos sensibles. Pero pocos, muy pocos. El carácter minoritario de la Humanidad sensible se veía denunciado por su escaso número y comprensible desaliento.
La Humanidad sensible no debería ser minoritaria, sino todo lo contrario. Desgraciadamente, no es así. En 1947, con un Mahatma Gandhi cuasi-octogenario ayunando indefinidamente por la paz, millares de indios hindúes y mahometanos, como si Gandhi les hablara en chino, se agredían mutua e impiadosamente en la franja geográfica afectada al monumental éxodo ocasionado por esa bipartición de la India exigida por el advenimiento de Pakistán. Gandhi seguía, haciendo caso omiso de su avanzada edad, predicando el amor entre seres humanos, aun a riesgo de su propia vida, poco antes de ser asesinado por un compatriota, quien debía al Mahatma el verse libre de la tutela británica.
La Humanidad sensible no debería ser minoritaria. Desgraciadamente, lo es. Muchos seres humanos sitúan su propia subsistencia por encima de los sufrimientos de sus semejantes. A veces por necesidad. Pero muchas veces por mero egoísmo.

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