Autocontrol
Tres imágenes periodísticas me han impactado particularmente en estos últimos días. En una de ellas, la fogosa diputada nacional peronista antikirchnerista Graciela Camaño aparece propinando en TV una sonora bofetada a su colega oficialista Carlos Kunkel, en aparente respuesta a los inconvenientes comentarios del legislador kirchnerista sobre el polémico consorte de su par opositora. En otra imagen, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aparece en un hospital del Gran Buenos Aires, junto al gobernador bonaerense Daniel Scioli, obsequiando una muñeca y un fragmento de su sobrecargada agenda a la niña Vanesa Mamani, milagrosamente rescatada de su caída en un pozo de Florencio Varela. En otra imagen, obviamente captada antes de la visita presidencial a Vanesa, Scioli aparece junto a los rescatistas de la pequeña Mamani, posiblemente influenciado por el ejemplo recientemente brindado por los presidentes chileno y boliviano al dejar de lado las ancestrales diferencias límitrofes entre sus patrias y aguardar el rescate de sus compatriotas atrapados en una mina chilena.
La diputada Camaño parece dar la razón al Joaquín V.González de El juicio del siglo, proclive a acusar a la pasión política de haber cegado los sentimientos patrióticos de muchos argentinos, limitando su pensamiento al triunfo de los odios de facción. La conducta de Camaño es facciosa. Lamentablemente, la de Kunkel no lo es menos. En 1907, Camaño y Kunkel habrían incitado, en términos actitudinales, al presidente José Figueroa Alcorta, exasperado por la demora parlamentaria en la sanción del presupuesto anual, a tomar la polémica decisión de reunir a sus ministros y hacerles suscribir el controversial decreto que disponía el cierre de las sesiones parlamentarias extraordinarias y la entrada en vigencia de dicho presupuesto, medida reforzada por la clausura militar del Congreso. Es de desear que a Cristina, veterana ex legisladora, no se le ocurra algo similar. Los tiempos han cambiado, desde ya, pero a los Kirchner siempre se les ha subido la mostaza bastante fácilmente, con todo el respeto que me merecen su gestión gubernativa y la memoria del recientemente fallecido ex presidente.
Ayer se conmemoró un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado, conceptuada como una defensa ejemplar de la soberanía nacional. Es desear que los argentinos preservemos otra soberanía: la soberanía sobre nosotros mismos. Dicho más claramente, nuestro autocontrol. Que, desgraciadamente, nunca ha sido nuestro fuerte.
La diputada Camaño parece dar la razón al Joaquín V.González de El juicio del siglo, proclive a acusar a la pasión política de haber cegado los sentimientos patrióticos de muchos argentinos, limitando su pensamiento al triunfo de los odios de facción. La conducta de Camaño es facciosa. Lamentablemente, la de Kunkel no lo es menos. En 1907, Camaño y Kunkel habrían incitado, en términos actitudinales, al presidente José Figueroa Alcorta, exasperado por la demora parlamentaria en la sanción del presupuesto anual, a tomar la polémica decisión de reunir a sus ministros y hacerles suscribir el controversial decreto que disponía el cierre de las sesiones parlamentarias extraordinarias y la entrada en vigencia de dicho presupuesto, medida reforzada por la clausura militar del Congreso. Es de desear que a Cristina, veterana ex legisladora, no se le ocurra algo similar. Los tiempos han cambiado, desde ya, pero a los Kirchner siempre se les ha subido la mostaza bastante fácilmente, con todo el respeto que me merecen su gestión gubernativa y la memoria del recientemente fallecido ex presidente.
Ayer se conmemoró un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado, conceptuada como una defensa ejemplar de la soberanía nacional. Es desear que los argentinos preservemos otra soberanía: la soberanía sobre nosotros mismos. Dicho más claramente, nuestro autocontrol. Que, desgraciadamente, nunca ha sido nuestro fuerte.
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