Tuesday, October 12, 2010

España indeleble

En 1917, el presidente Hipólito Yrigoyen declara al 12 de octubre como la fiesta cívica conocida como “Día de la Raza”, a pedido de las sociedades españolas de Buenos Aires, potenciadas por la caudalosa inmigración hispana de fines del siglo XIX y principios del XX. Según el historiador argentino Fernando Devoto, el término raza aludía, en ese caso, a la raza hispánica, lo cual explica que, hasta la fecha, el 12 de octubre también sea evocado, en Argentina y Chile, como el “Día de la Hispanidad”.
Durante el siglo XIX, España no había gozado de buena fama entre nosotros. Para muchos argentinos decimonónicos, España era la potencia que nos sojuzgase durante tres siglos, la simbolización de esa barbarie postulada entre nosotros por un Sarmiento poco amigo de España. La versión original de nuestro Himno Nacional contenía atroces alusiones a España, que el presidente Julio Argentino Roca hizo suprimir en 1900, en consideración a la creciente colectividad española de la Argentina. Por esos años, España había sido derrotada en el conflicto independentista cubano, obligada a renunciar a Filipinas y Puerto Rico y definitivamente despojada de su otrora vasto imperio colonial, generando en más de un español una desazón que impulsó a Miguel de Unamuno a pronunciar su célebre sentencia “Me duele España”. El drama hispano finisecular explica esa reconciliación con España atribuida por Devoto a las elites culturales y políticas argentinas de principios del siglo XX y la decisión del presidente José Figueroa Alcorta de otorgar a la Infanta Isabel de Borbón, tía bisabuela del actual rey de España, el status de huésped de honor de las autoridades argentinas durante los rutilantes festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
España no goza de las simpatías de los pueblos indoamericanos, proclives a concebir a la nación ibérica como la genocida de sus antepasados. Desgraciadamente hay algo de cierto en esa severa apreciación. Sin embargo, la impronta española en suelo americano es indeleble. Millones de americanos profesan actualmente la religión exportada por España a América y hablan la lengua difundida por los españoles en el Nuevo Mundo. Millones de argentinos tenemos ascendencia hispánica, entre ellos quien les habla, que cuenta, entre sus antepasados europeos, a tres bisabuelas, dos bisabuelos y una abuela de origen español. Muchos argentinos de ascendencia hispánica han adoptado la ciudadanía española, sin por ello renunciar a su propia nacionalidad. U optado por radicarse en la tierra natal de sus ancestros en horas aciagas de nuestra historia. Por no mencionar las cuantiosas inversiones económicas españolas efectuadas en territorio argentino durante la última década del siglo XX. O los españoles antifranquistas emigrados a la Argentina por cuestiones políticas, como el célebre Miguel de Molina, que convirtió a nuestro país en su segunda patria, sin renegar en absoluto de sus hispánicas raíces. Como conquistadores, inmigrantes, refugiados o inversores, los españoles han estado presentes entre nosotros durante los últimos cinco siglos.
En este 12 de octubre, invito, pues, a matizar debidamente nuestra ponderación de España. Nuestra Madre Patria habrá perpetrado entre nosotros muchos horrores, pero también ha sembrado mucho bien. No debemos, por ende, ponderarla a ciegas, cayendo en una exaltación desmedida o execración desmesurada.

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