Sunday, August 01, 2010

Aparatitos y aparatazos

En sus conversaciones de 1974-1976 con Orlando Barone, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato desaconsejaron la lectura de diarios. Borges negó haber leído nunca un diario, sosteniendo haber seguido el consejo del filósofo y escritor estadounidense decimonónico Ralph Waldo Emerson, quien, según Borges, recomendaba leer libros en vez de diarios. Sábato, por su parte, recomendaba reemplazar los diarios por periódicos de intervención limitada a hechos trascendentales.
Las apreciaciones de Borges y Sábato no sonaban desatinadas en la década de 1970, cuando la correspondencia e información circulaban mucho más lentamente que en la actualidad. No existían el fax, ni el correo electrónico, ni la Internet. El télex y las comunicaciones telefónicas internacionales sonaban a lujo psicodélico. Una carta dactilografiada llamaba la atención. Todavía se enviaban por correo postales turísticas de cartulina. Informarse a fondo sobre la actualidad nacional e internacional implicaba largas horas de lectura de material impreso o abonar onerosas suscripciones en dólares a la versión impresa de revistas extranjeras enviadas a domicilio por correo aéreo.
Actualmente la situación es completamente distinta. Aquí remito a las apreciaciones vertidas por María Gabriela Ensinck en su artículo Infoxicación, publicado en el día de la fecha en La Nacion.com. Según Ensinck, la Humanidad actual vive permanentemente conectada, inmersa en un “mar de datos y con poco tiempo para procesarlos” y acusada del “gran síntoma de estos tiempos”, la infoxicación o intoxicación de información. Ensinck liga la infoxicación a la infomanía o ansiedad por informarse, que parecería olvidar que “más información sólo provoca mayor confusión”, pues “bloquea la capacidad de análisis y procesamiento”.
En sus conversaciones con Barone y Borges, Sábato recomendaba, como ya se ha dicho, limitar la intervención de la prensa escrita a hechos trascendentales. Quizá ello suene a mucho pedir en esta sociedad de la información postulada por Manuel Castells. Sin embargo, ¿qué hechos verdaderamente trascendentales para la Argentina se han producido en los últimos seis meses? Muy pocos: el Bicentenario, el Mundial, la promulgación de la Ley de Matrimonio Igualitario, la polémica sobre el aborto no punible… ¿A santo de qué aturdirse con información que no conduce a nada?
La apelación desmedida a los dispositivos telecomunicacionales no ha mejorado la comunicación humana y conducta ciudadana en términos cualitativos. Es común ver peatones cruzando peligrosas bocacalles con el semáforo en su contra y el celular o los miniauriculares pegados a sus orejas, como si deseasen terminar en una cama de hospital (con un televisor, un ordenador portátil y un celular, naturalmente) o un cementerio (uno de los escasos oasis de paz de nuestros tiempos, siempre que el celular de un deudo no suene durante el responso en la capilla).
Sin embargo, ¡cuánto cuesta sustraerse a la tentación de esos “aparatitos y aparatazos” agudamente vaticinados en 1987 por Nelly Fernández Tiscornia! Parecemos haber confiado nuestras vidas a los mismos, como si los seres humanos hubiésemos olvidado que la tecnología es para nosotros y no nosotros para la tecnología.

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