Saturday, July 17, 2010

El candor de monseñor Bergoglio

A los 12 años, descubrí con deleite El candor del padre Brown, de Gilbert K.Chesterton, primera entrega de las maravillosas aventuras detectivescas de un cura católico inglés de principios del siglo XX, cuyo status presbiteral le impide juzgar, pero no sondear los misterios del alma humana. A lo largo de los años, releí hasta el hartazgo El candor del padre Brown, cuyo autor tanto admiró nuestro Jorge Luis Borges.
El padre Brown desmiente en los hechos la imagen de invalidez proyectada por su baja estatura física. Y lo hace en una Inglaterra mayoritaria y oficialmente protestante, donde, según Ernesto Sábato, ser católico equivale a ser opositor. Por algo los irlandeses enarbolaron la bandera católica para emanciparse del dominio inglés.
En la Argentina, la situación del católico es ambivalente. Profesa la religión mayoritaria y semioficial de su patria. Y, al mismo tiempo, profesa una religión frecuentemente teñida de matices políticos opositores. De allí la ira de los elementos católicos militantes ante el programa rivadaviano de laicización, promovido por su artífice durante la agitada década de 1820. De allí la ira de los elementos católicos militantes ante las leyes de educación laica y matrimonio civil promulgadas durante el innovador decenio de 1880. De allí la ira de los elementos católicos militantes ante el pronunciamiento antieclesiástico del segundo gobierno peronista, preludio del sangriento derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón. De allí la ira de los elementos católicos militantes ante la postergadísima sanción parlamentaria de la ley de divorcio vincular promulgada en 1987 por el presidente Raúl Alfonsín.
De allí, por citar el ejemplo de moda, la ira de los elementos católicos militantes y sus aliados de otras confesiones cristianas y no cristianas, perceptible en vísperas de la reciente sanción parlamentaria de la ley de matrimonio igualitario, próxima a ser promulgada públicamente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que, como quien suscribe, no reniega de su creencia en Dios, aunque reconoce la necesidad de amoldarse a las muy cambiantes circunstancias históricas.
Hubo entre nosotros un católico que reaccionó con candor, y no con ira, ante la legalización del matrimonio igualitario. Ese católico se llama Jorge Bergoglio, es arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina y figuró en 2005 entre los posibles sucesores del papa Juan Pablo II. Ante la legalización del matrimonio igualitario, ese papabile frustrado reaccionó con un candor inconmesurable, a cuyo lado el candor del padre Brown es el arquetipo de la sagacidad imputable, tras su fachada ingenua, al entrañable personaje de Chesterton.
Sólo candor podía exudar monseñor Bergoglio al suponer que podía frenar la legalización del matrimonio igualitario mediante el envío de una carta a las monjas carmelitas, notable por su desconcertante simplismo. Monseñor Bergoglio parecía haber olvidado su status de cabeza de una de las principales arquidiócesis latinoamericanas, cuya feligresía exudó menor candor que su arzobispo en la protesta ecuménica ante el Congreso.
Su apariencia candorosa no impedía al padre Brown enseñar sentido común. El candor de monseñor Bergoglio no es aparente, ni permite a su poseedor enseñar sentido común. Es desgraciadamente real y completamente inútil. Lo digo con la pena que me produce decirlo como el católico practicante que fui y el católico y creyente que sigo considerándome, aunque reconozca la necesidad de la flamante legalización del matrimonio igualitario y otras leyes anteriores que tanto irritasen a los católicos argentinos de épocas pretéritas.

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