Sunday, July 11, 2010

Un Mundial distinto

Hoy concluyó, finalmente, la gran fiesta futbolística cuatrienal internacional. El ya clásico Mundial.
El Mundial de 2010 me supo, básicamente, a un mundial distinto. Contribuyeron a ello distintos factores. El hecho de haber sido jugado en un continente jamás destinado, hasta entonces, a albergar un Mundial. El hecho de no haber tenido, para mi gusto, ningún equipo destacado oriundo del continente anfitrión, a diferencia de lo sucedido en el Mundial de 2006, que, aunque disputado en Europa, contó con el atractivo juego del plantel marfileño. El hecho de haber tenido, entre sus finalistas, a países supuestamente poco susceptibles de llegar a la etapa final de un Mundial, como Uruguay y España.
El Mundial de 2010 fue un Mundial de desencantos para los argentinos, galardonados en doce años con dos campeonatos y un subcampeonato mundiales. Caímos en una cosmovisión pueril y simplista, por enésima vez en nuestra historia. Sólo pueril y simplista podía ser quien pensara que el Maradona de 2010 podía obrar las mismas maravillas obradas por el Maradona de 1986. Sólo pueril y simplista podía ser quien viera un tricampeón mundial en un equipo clasificado a duras penas para el Mundial y eliminado de la Copa tras tres partidos contra planteles de segunda línea. Esa puerilidad y simplismo nos han costado caros. Duro precio nos hicieron pagar al hacernos creer a pies juntillas en las supuestas bondades del golpismo y del neoliberalismo. El Mundial de 2010 debería hacernos despertar de ese sueño argentino preconizado años atrás por el no siempre bien ponderado Mariano Grondona.
Sí, el Mundial de 2010 fue un Mundial distinto. Lo cual no está mal. Nada mal. Lo distinto permite explorar otros tramos de la fascinante creatividad humana.

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