Sunday, July 25, 2010

Simone de Beauvoir, maestra de vida y muerte

En su novela Todos los hombres son mortales, de 1946, Simone de Beauvoir narra la historia de Raimundo Fosca, noble italiano del siglo XIII situado bajo los efectos de un elixir de la inmortalidad que lo exime de envejecer y fallecer. Su eternidad y alcurnia le permitirán presenciar y protagonizar la historia occidental de los siglos XIV a XX y acompañar a protagonistas históricos de la talla del rey Carlos I de España. Fosca conocerá el esplendor e intrigas de las cortes italianas renacentistas y las luchas religiosas europeas de los siglos XVI y XVII. Participará de la conquista de América, de los círculos intelectuales de la Francia dieciochesca prerrevolucionaria y de la instauración de la efímera II República Francesa. Tras un sueño ininterrumpido de 60 años, iniciado a mediados del siglo XIX, Fosca es sindicado como demente y recluido en un hospicio, siendo externado en la Francia de mediados del decenio de 1940, recién liberada de esa ocupación alemana de la Segunda Guerra Mundial no mencionada por De Beauvoir en Todos los hombres son mortales, pero seguramente fresca en la memoria de De Beauvoir, anticolaboracionista durante la Ocupación, al redactar su novela. Con casi 700 años de vida sobre sus espaldas, Fosca, fatigado de su eternidad, procura, como en momentos anteriores de su vida, consolarse en compañía de una mujer, esta vez en manos de Regina, actriz teatral en ascenso, infructuosamente incitada por sus amigos a no prestar particular atención a quien consideran como un lunático. Tras mucho hacerse rogar, Fosca refiere a Regina su larga historia personal. Finalmente, Fosca se aleja de Regina. En el mundo de los inmortales no hay lugar para los mortales.
Mucho he pensado en la vejez y la muerte en los últimos 10 o 12 años, cuando debí presenciar la decadencia final y defunción de mis abuelos, el incipiente envejecimiento de mis padres... y el fin de mi propia juventud, pues no puede situarse dentro de la primera edad a quien ya ha cumplido los 40 años cumplidos por quien suscribe el 1º de abril de 2010. En mi infancia y adolescencia no entendía bien qué significaba envejecer y morir. El descubrimiento de De Beauvoir, fallecida durante mi adolescencia, representó para mí una primerísima aproximación al misterioso mundo de la vejez y la muerte, a través de la lectura de La ceremonia del adiós o Una muerte muy dulce. A lo largo de los años, la lectura de De Beauvoir también me acercó al mundo de la vida, a través de las memorables páginas de La fuerza de las cosas, La invitada, Los mandarines, Memorias de una joven formal o La plenitud de la vida. Porque, como dice De Beauvoir en Todos los hombres son mortales, "entre el nacimiento y la muerte está la vida".
Leer a Simone de Beauvoir me permitió comprender que la vida jamás debe detenerse, más allá de las circunstancias históricas imperantes, a menudo adversas. Bien lo sabía De Beauvoir, nacida en 1908 y fallecida en 1986, que había vivido dos guerras mundiales y presenciado el difícil tránsito entre la IV y V Repúblicas Francesas y esa turbulenta realidad política de la Francia posgaullista evocada por De Beauvoir en su cuasi-testamentaria Ceremonia del adiós.
Simone de Beauvoir, maestra de vida y muerte, invita, en síntesis, a honrar la vida y no asustarse tanto por la muerte.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Lejanos mis años en que he leído Todos los hombres...casi 50. Aún recuerdo la avidez con que recorría las páginas. Volveré a hacerlo, vale la pena acompañar a Fosca una vez más.

8:11 PM  

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