Friday, September 24, 2010

La investidura

En La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, de Gabriel García Márquez, Miguel Littín refiere cómo, en cierta ocasión, el presidente chileno Salvador Allende se apeó de su automóvil oficial para abrazar a un transeúnte, portador de un cartel con la leyenda Este es un gobierno de mierda, pero es mi gobierno. La lealtad del singular peatón chileno hacia su presidente legítimo parecía presagiar el sangriento derrocamiento del mandatario comunista.
En la Argentina, esa lealtad al gobierno legítimo suena lamentablemente quimérica. No es casual que Tulio Halperín Donghi haya postulado la "denegación recíproca de legitimidad" como un mal endémico de la política argentina. No es casual que Joaquín V.González denunciase nuestro tenaz espíritu político faccioso en su ensayo El juicio del siglo, cuya primera edición celebró su centenario meses atrás.
El actual jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, está soportando en carne propia la atroz intransigencia de la política argentina. Macri, guste o no, tiene mandato legal hasta el 9 de diciembre de 2011 inclusive. No podemos pedirle que se vaya, como se insinuó durante el reciente conflicto entre el gobierno porteño y su sector docente-estudiantil. Hay que respetar los plazos reglamentarios en lo referente a los mandatos de los gobernantes legítimos. El no respetarlos nos costó caro, muy caro, a los argentinos del siglo XX.
Los altos índices de desocupación reinantes en la Inglaterra de Margaret Thatcher, la Francia de François Mitterrand y la España de Felipe González no impidieron que esos gobernantes europeos ocupasen sus altos cargos durante largos años. No podemos exigir la dimisión de Macri ante la falta de estufas en las escuelas municipales porteñas y las pocas muertes producidas por los derrumbes del gimnasio de Villa Urquiza y del local bailable de Palermo. Nadie exigió que Rudolph Giuliani renunciase a la alcaldía de Nueva York a raíz del ataque de 2001 contra el World Trade Center, como si Giuliani tuviese la culpa de los tres mil muertos del atentado contra las Torres Gemelas. No se pretendió su dimisión y se elogió la visita de Giuliani, con su cáncer prostático y su traje empolvado, al célebre Ground Zero. Llegado el momento, el electorado neoyorquino reemplazó al alcalde republicano por el demócrata Michael Bloomberg. Se respetaron los plazos legales y los mecanismos institucionales. Con Macri, guste o no, debe ocurrir lo mismo. Y aclaro que a Macri nunca lo voté. Lo cual no suprime mi obligación de respetar su investidura.

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