Monday, August 16, 2010

La gente decente viaja en Buquebús

En estos últimos días, el diario La Nación se ha complacido en destinar espacios de su edición on line a denostar subrepticiamente a uno de los más antonomásticos ejemplares de la rica fauna humana porteña: el colectivero. Comandante de a bordo del colectivo. ¡El colectivo! Fruto de la autoreconversión laboral de unos taxistas porteños de finales del decenio de 1920, forzados a azuzar el ingenio para parar la olla ante la competencia del tranvía. Leyó bien, improbable lector mío. Los primeros colectivos fueron taxis ampliados, cuyos conductores fueron impiadosamente tildados de traidores por aquellos taxistas renuentes a salir del formato taxi, por más que la Gran Depresión estuviese a la vuelta de la esquina en el mundo del año 1928. De allí debe provenir el ancestral odio del taxista porteño contra el colectivero de su patria chica, vivamente mantenido hasta la fecha. En 1914, los taxistas parisinos habían detenido el avance alemán en el frente del Marne, convertidos en soldados al volante de sus vehículos requisados por el Ejército francés. Quizá sus colegas porteños pretendiesen, a la luz del ejemplo galo, posar de héroes en las calles de la Reina del Plata catorce años después.
Lo cierto es que el diario La Nación habla mal del colectivo y su conductor. No es de extrañar que lo haga un órgano mediático presuntamente degustado por numerosos usuarios frecuentes de automotores particulares y poco habituados (y, por ende, poco afectos) al transporte público. Cualquier accidente fatal, protagonizado por el colectivero, parece justificar, según el diario de los Mitre, una despiadada filípica contra el colectivero y nuestro nunca bien ponderado jefe de Gobierno comunal, ingeniero Mauricio Macri. Filípica coreada por los indignados visitantes del foro de opinión on line del diario La Nación.
No quiero defender a Macri, ni a los colectiveros. Pero ha habido progresos a lo largo de las décadas. Tengo 40 años de edad y al menos 28 de uso continuo de transporte público, dentro y fuera del país. Recuerdo los colectivos de mi infancia. Esos decrépitos "mundos de 20 asientos" (por decirlo parafraseando el título de una célebre telenovela protagonizada por el desdichado Claudio Levrino). Con chóferes malhumorados que discutían a los gritos con los pasajeros que pretendían pagar el boleto con billetes grandes y pasajeros que se la agarraban con los pibes que no cedían asientos. Seamos justos, ha habido progresos. Se implementó el boleto secundario (costó una Noche de los Lápices, no olvidemos). Se implementaron el pase libre y comodidades para discapacitados. Se agrandaron los coches, se agilizó el expendio de boletos, mejoró la relación entre chóferes y pasajeros, de a poquito se va implementando el boleto electrónico... ¿Cuándo aprenderemos los argentinos a tenernos paciencia? Desde ya, no tendría que haber muertes en accidentes viales. Pero repito, seamos justos, el transporte público es utilizable. Mal que le pese al público bien pensante de La Nación.com, que no necesita colectivos para transportar su 4 x 4 a Punta del Este. La gente decente viaja en Buquebús.

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