Tuesday, October 26, 2010

Las almas muertas de la Argentina

En su novela Almas muertas, Nicolái Gógol narra las aventuras de Pavel Ivánovitch Chíchikov, estafador abocado a recorrer la Rusia decimonónica previa a la abolición de la servidumbre rural. Chíchikov busca almas muertas, o campesinos físicamente extintos, aunque oficialmente vivientes, lo cual obliga a sus propietarios a pagar por ellos un impuesto especial hasta que su defunción sea registrada en un censo fiscal. Chíchikov engulle suculentas comidas junto con las encumbradas víctimas de sus transacciones, a quienes por unos pocos rublos extrae almas muertas supuestamente valoradas en muchos miles de unidades de moneda rusa. Chíchikov intenta asegurarse un renombre social alardeando un falso status sobre el papel.
Días atrás, la Argentina incorporó una joven vida a su nómina de almas muertas, la de Mariano Ferreyra, joven militante político afín a la lucha por la efectivización de los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca. Pero, a diferencia de las almas muertas de Gógol, las almas muertas de la Argentina no son negociables. Y el caso de Ferreyra, presuntamente ultimado por espurios elementos sindicales, así lo demuestra. Como tampoco son negociables las muchas almas muertas del Proceso de Reorganización Nacional y de la tragedia de Cromañón. Como tampoco lo son las muchas almas muertas argentinas de periodos históricos anteriores, como las producidas por la represión del movimiento huelguista rural santacruceño de 1921 o el bombardeo aéreo de junio de 1955 contra Plaza de Mayo. Como diría Vicente Massot, la Argentina tiene una historia de "matar y morir".
Las almas muertas de Gógol adquirirían status de difuntas en una instancia censal, como la que atravesará por estos días la Argentina. Que los millones de almas vivas a censar no olviden a las almas muertas de la Argentina. La trágica muerte de Ferreyra debería instarnos a reemplazar el espíritu de "matar y morir" por el de "vivir y vivir".

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