Sunday, July 29, 2007

La aceptación recíproca de la legitimidad

"Es para Filmus que lo mira por TV", cantaba excitadamente un grupo de simpatizantes del partido centroderechista Propuesta Republicana (PRO) en la noche del 24 de junio de 2007, tras confirmarse la elección de Mauricio Macri como jefe de Gobierno porteño. El presidente de Boca Juniors, presente en el acto, reprendió suavemente a sus seguidores, sentenciando: "Eso no es PRO". Quizá Macri (a quien nunca voté) jamás leyó el polémico ensayo La larga agonía de la Argentina peronista, en el cual Tulio Halperín Donghi define a la denegación recíproca de legitimidad como un mal permanente de la historia argentina. Quizá sin proponérselo, el futuro Lord Mayor capitalino quiso ponerle un modesto coto a esa enojosa tendencia.
A lo largo de nuestra historia independiente, la vida política argentina ha estado, efectivamente, signada por una marcada antítesis entre las principales corrientes de opinión. Cada una de ellas ha tendido a negar que las demás tendencias pudiesen tener razón en algo. Esa antinomia llegó a adquirir ribetes sanguinarios. La denegación recíproca de legitimidad entre unitarios y federales se tradujo, en los hechos, en una virtual guerra civil entre ambos bandos, agravada por la intransigencia del régimen rosista y el apoyo internacional a la causa unitaria. Posteriormente, el radicalismo alemnista e yrigoyenista negó reiteradamente la validez de los postulados conservadores. Tras el derrocamiento de Yrigoyen, el conservadurismo intentó ahogar políticamente al radicalismo, mediante el fraude electoral, obligando a los radicales a pactar los términos de su supervivencia con la inescrupulosa dirigencia conservadora. Durante sus dos primeras presidencias, el peronismo retaceó sistemáticamente los espacios públicos de sus opositores. Tras el derrocamiento de Perón, los peronistas debieron soportar las proscripciones dictadas en su contra por el llamado "partido militar", que sólo permitió que los dirigentes radicales Arturo Frondizi y Arturo Illia accediesen a la Casa Rosada a través de comicios signados por la proscripción del peronismo y el cisma radical. La decisión del presidente Illia de rehabilitar plenamente al peronismo, tomada en 1965, propició el derrocamiento del mandatario radical, perpetrado por el general Juan Carlos Onganía, rápidamente convertido en el primer dictador del siglo XX argentino que intentó silenciar totalmente la actividad política en nuestro país, aunque sin la saña despiadada que caracterizaría, en lo tocante en dicho punto, al gobierno del Proceso de Reorganización Nacional.
En vísperas de la elección presidencial de Raúl Alfonsín, concretada el 30 de octubre de 1983, el polémico dirigente peronista Herminio Iglesias incendió públicamente el célebre "átaud radical". Se trataba de un pequeño pseudoféretro con las siglas de la Unión Cívica Radical (UCR) estampadas en su cubierta. Iglesias creía ingenuamente que el peronismo derrotaría fácilmente al radicalismo en los inminentes comicios y quiso expresar su convicción mediante un acto simbólico. Cuarenta y ocho horas después, Alfonsín derrotaba por amplio margen a su rival peronista Italo Argentino Luder y el radical Alejandro Armendáriz privaba a su contrincante Iglesias de la primera magistratura bonaerense, considerada, no sin cierta razón, como un bastión peronista. En vísperas de la elección presidencial del 14 de mayo de 1989 (en la cual emití mi primer voto), el peronismo hizo televisar sendos spots publicitarios con alusiones poco decorosas al candidato presidencial radical Eduardo Angeloz y a su correligionario César Jaroslavsky. Poco después, el riojano Carlos Saúl Menem arrebataba, por amplio margen de sufragios, la primera magistratura federal al gobernador cordobés.
En vísperas de la elección presidencial del 14 de mayo de 1995, la denegación recíproca de legitimidad se convirtió en una denegación unilateral. El peronismo (que promovió exitosamente la reelección del presidente Menem) hizo oídos sordos a la campaña difamatoria lanzada en su contra por el radicalismo y frepasismo. En vísperas de las elecciones legislativas del 26 de octubre de 1997, celebradas en plena crisis del menemismo, radicales y frepasistas se coaligaron exitosamente contra el jaqueado partido gobernante. Alentados por su éxito, repitieron exitosamente su fórmula en la elección presidencial del 24 de octubre de 1999. El experimento "aliancista" concluyó con la bochornosa caída del presidente radical Fernando De la Rúa (consumada el 20 de diciembre de 2001, tras la victoria peronista en las elecciones legislativas del 14 de octubre del mismo año).
En vísperas de la elección porteña de junio de 2007, el actual partido gobernante incurrió en una denegación unilateral de la legitimidad de sus dos principales rivales (el macrismo y el partido del ahora jefe de Gobierno porteño saliente). El kirchnerismo, en su afán por presentarse como paladín del "anti-noventismo", pareció olvidar la lección de sentido común brindada por el menemismo en vísperas de los comicios presidenciales de 1995. Y así le fue.
Es evidente que la Argentina no podrá superar su actual crisis político-institucional mientras no reemplace la denegación de legitimidad (recíproca o unilateral)por una plena aceptación recíproca de la legitimidad, regla dorada de la democracia. Lamentablemente ello no pinta actualmente factible.

Friday, July 27, 2007

Hojas más que raíces. La identidad judía como diálogo (charla-debate)

A continuación puede leerse una síntesis no textual de la charla-debate Hojas más que raíces. La identidad judía como diálogo, coordinada por el Prof.Pablo Hupert (historiador UBA)en la sede de la Asociación Mutual Israelita (AMIA), sita en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el día 24 de julio de 2007

La actual colectividad judía mundial atraviesa por una situación de cesura análoga a la atravesada por el mundo israelita al empezar a redactarse el Talmud. Este último empezó a escribirse circa 70 d.C.(poco después de la destrucción del segundo Templo de Jerusalén, perpetrada por los romanos).Este último hecho determinó la dispersión del pueblo judío (la Diáspora). Poco después de la destrucción del Templo, se redactó la Hagadá, cuyas preguntas no requieren respuestas prefabricadas. Con la redacción de la Hagadá, el Templo es desplazado (como estructurador de la cotidianeidad judía) por la comunidad. Con la derrota militar del líder judío antirromano Bar-Kobja (135 d.C.), desapareció definitivamente un Estado hebreo concebible como guardián de la Palabra de Dios, o sea de la Ley, contenida en la Biblia. Con la derrota de Bar-Kobja empezó a generarse una Ley oral, paralela a la Ley escrita y promovida por la escuela rabínica del reino de Jerusalén. Antes de la destrucción del Templo, la Ley oral había empezado a ponerse por escrito en la Mishná. La aplicación de la Ley nos recuerda la imposibilidad de lograr que la Ley abarque toda la cotidianeidad, con el consiguiente surgimiento de la jurisprudencia. En el siglo XII, Maimónides codifica la Mishná-Torah. Con la Revolución Francesa, el judío se convierte en ciudadano de un país, con derecho a emanciparse de la ley rabínica. Ser judío implica dialogar con las fuentes. En la tradición judía leer es escribir.
El Talmud pretende opinar sobre el modo de "pensar" la Ley en medio de un contexto signado por la ausencia del Estado. En estos tiempos posmodernos, la disolución de la vida comunitaria judía implica redefinir la idiosincrasia judaica, situación agravada por la inexistencia de una Mishná del siglo XXI. El Talmud rezuma la angustia de un pueblo judío sin Estado. A veces se confunde al Talmud con la Gemará, ampliación de la Mishná. Según Paul Johnson, las Sagradas Escrituras judías son extractos del Pentateuco, de la Mishná, del Talmud y otros textos religiosos hebreos.
Actualmente podemos interrelacionar pasado y presente mediante el diálogo y el monólogo. Al hacerlo mediante el monólogo, el pasado se contacta con el presente (o viceversa), sin esa retroalimentación característica del diálogo. Los "negacionistas" (negadores del Holocausto) optan por monologar con el pasado (al cual niegan) desde el presente. Si optamos por el diálogo, descubriremos que, a menudo, ignoramos qué nos dirá nuestro interlocutor. El diálogo con el pasado (a veces sorprendente) permite definir la actual idiosincrasia judía. Los actuales judíos no son los samaritanos de los siglos XV-VIII a.C. Al pasado se va para contestarnos preguntas sobre nosotros mismos.

Sunday, July 22, 2007

El Juvenil de la democracia

En 1979 la Argentina atravesaba por un periodo negro. Hacía tres años que soportaba la dictadura más despiadada de su historia: el Proceso de Reorganización Nacional. Los centros de detención clandestinos habían desarrollado una actividad represiva y exterminadora digna de los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. En nombre de la "guerra antisubversiva" y de la cruzada anticomunista internacional, se había creado en nuestro país una nueva figura: el "desaparecido". La política económica neoliberal del Proceso había causado estragos en el aparato productivo y tejido social del país. La actividad político-partidaria había sido brutalmente silenciada. Millares de argentinos habían debido emprender el camino del exilio. Una férrea censura amordazaba impiadosamente la libre expresión de ideas y circulación de información.
En medio de ese clima sombrío, el argentino promedio supo, en una mañana de ese año aciago, que su selección juvenil de fútbol se había coronado campeona mundial en Japón. El año anterior, ese mismo argentino, impulsado por su habitual pasión futbolística, había celebrado alborozadamente el triunfo argentino en la Copa Mundial de Fútbol, verdadera tapadera, promovida por la dictadura, de la trágica situación reinante en la nación. En dicha oportunidad, los integrantes del plantel dirigido por César Luis Menotti habían alzado jubilosamente un suntuoso trofeo de oro, mientras a menos de dos kilómetros de distancia, en el interior de la Escuela Mecánica de la Armada, se picaneaban genitales y a más de una parturienta, tras habérsela hecho dar a luz sobre un pedazo de chapa, se la privaba de la tenencia de su neonato.
Por entonces yo sólo contaba nueve años de edad. Mi corta edad y el opresivo clima reinante habían impelido a mis mayores a ocultarme preventivamente la dura realidad de la Argentina de la época. Enterado del triunfo futbolístico argentino , me limité a entonar el clásico "Argentina, Argentina", pese a mi tibia afición al fútbol de aquel entonces.
Siete años después, al ver por primera vez la segunda parte de La República perdida, supe que, mientras Videla recibía a los jóvenes triunfadores en la Casa Rosada, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)de la Organización de Estados Americanos (OEA) había visitado Buenos Aires en procura de pruebas de las gravísimas violaciones contra los derechos humanos perpetradas por el régimen, bajo el olímpico desdén del principal periodista deportivo de la época, el hoy difunto José María Muñoz, quien, micrófono en mano, negaba que la CIDH pudiese imputar tales cargos al gobierno de nuestra maravillosa patria.
Ayer, 22 de julio de 2007, el seleccionado argentino sub-20 se coronó campeón mundial de su categoría en Canadá. Los tiempos han cambiado. La Argentina actual tiene gobernantes democráticos y, en estos últimos años, ha desechado progresivamente el funesto paradigma socioeconómico neoliberal. Los violadores procesistas de los derechos humanos están siendo investigados y procesados, tras muchas marchas y contramarchas al respecto. Hay motivos genuinos para celebrar el triunfo del Juvenil de la democracia, aunque aún reste mucho por hacer en nuestro sufrido país. Podemos, pues, dar rienda suelta a nuestra pasión futbolística.

Conferencia-debate "La Historia Argentina: un recurso para pensar el presente"

A continuación puede leerse una síntesis no textual de una conferencia-debate, titulada "La Historia Argentina: un recurso para pensar el presente" y desarrollada en una institución denominada "Espacio Y, Lugar Cultural", de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el día jueves 12 de julio de 2007. La actividad fue coordinada por el Prof.Pablo Hupert, historiador egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Según Jacques Le Goff, no debemos volver al pasado, sino pensar que descendemos de la Humanidad de una determinada época pretérita. El historiador francés concluye que un viaje al pasado nos producirá el doble placer de conocer al otro y encontrarnos a nosotros mismos.
Según Mariano Moreno, el momento de la emancipación bien puede constituir la situación más crítica atravesada por un pueblo. Mediante una heterogénea subjetivación, el individuo supera su sujeción. El actual argentino promedio suele vivenciar su subjetivación en función de sus crisis, momento de determinación de su nación. La subjetivación puede, a su vez, degenerar en una desubjetivación (deliberada o fortuita). Lo determinado se caracteriza por poseer esa identidad propia brillante por su ausencia en lo indeterminado. Desde hace mucho tiempo, los argentinos solemos concebir las crisis como un momento propicio para una reflexión sobre nuestra nación.
La Revolución de Mayo fue una crisis política. Los revolucionarios de 1810 observaron que la estructura virreinal (que pretendían administrar) empezaba, al caer Fernando VII, a desgranarse. Una década después, la Anarquía del Año XX, con el consiguiente colapso del centralismo directorial, convirtió a la Argentina en un conglomerado de miniestados soberanos, que, por no estar a cargo del manejo de las relaciones exteriores, revestían categoría de provincias. Las crisis producen una sensación de incertidumbre y angustia, que no fue ajena a figuras como Mariano Moreno o José de San Martín, quienes, empero, no temieron afrontar la compleja realidad de su tiempo.
La crisis de 1810 fue una crisis de vínculos político-administrativos y sociales. La crisis de 2001 fue una crisis de vínculos sociales sin desmembramiento territorial. Al caer el todo implícito en el Estado, las partes no quedan en pie. El Estado argentino fue progresivamente disuelto por las políticas neoliberales implementadas desde 1976. Los revolucionarios de 1810 apostaron por la independencia. La crisis de 2001 propició las actividades subjetivas (cacelorazos, piquetes, etc.), caracterizadas por ese marco poder de impugnación responsable de la alucinante sucesión de presidentes de diciembre de 2001. Las actividades subjetivas promovidas por la crisis de 2001 permitieron que muchos argentinos descubrieran posibilidades que antes ignoraran, como la posibilidad de ser vecino. La crisis de 2001 fue una crisis de la subjetividad ciudadana promovida desde circa 1880. Dicha subjetividad implica responsabilizarse del destino del país, a través, por ejemplo, del banalizado sufragio. En las asambleas promovidas por la crisis de 2001 surgió así una nueva responsabilidad ciudadana.
En la Argentina, el desmembramiento territorial, político y constitucional (iniciado circa 1810) culmina recién en 1880, al federalizarse la ciudad de Buenos Aires e iniciarse la llamada Organización Nacional. En 1880 empieza a preconizarse un Estado Nacional proclive a promover el monopolio estatal de los medios de configurar un país y producir un sujeto (con la intención de generar ciudadanos y responsables), posteriormente diluido por el neoliberalismo procesista y menemista.
En los piquetes de 2001-2002 imperaban un cierto sentimiento comunitario y potencia del veto, esta última posteriormente convertida, por obra del kirchnerismo, en la impotencia del voto. El kirchnerismo no sólo ha intentado hallar un punto de equilibrio entre el condicionamiento impuesto por la crisis de 2001 y el condicionamiento impuesto por los círculos financieros. También ha promovido la estatización de la construcción de la subjetividad y diluido el temor a la descomposición de la Nación, aunque, al mismo tiempo, ha incitado al argentino promedio a interrogarse sobre sus posibilidades de subjetivación.
La crisis de 2001 delató las tendencias territorialistas y clientelísticas de la política argentina posterior a 1983, con la consiguiente crisis experimentada en 2001 por los partidos políticos nacionales. El auge del clientelismo político ha deteriorado el organigrama estatal y acelerado la disolución de la Nación. El nacionalismo se ha vuelto anacrónico. El asistencialismo estatal ha sido cuestionado por los activistas sociales, sus supuestos beneficiarios. Esa segmentación es producto de la alteración de la constitución de una nación que ya no es nación, pese a la verborrea kirchnerista sobre el Estado-nación. En la Argentina actual, pinta poco viable la reconstrucción de la Nación (requerida, en el caso argentino, de un Estado y de una Nación).
En la Argentina actual no debe construirse una Nación, sino una subjetividad. El actual argentino promedio (a quien el neoliberalismo intentase desresponsabilizar y desubjetivizar)intenta reasumir modestamente su cuota de responsabilidad en dicho terreno.

Sunday, July 15, 2007

Curso "Historia del Arte (desde 1950 hasta hoy)". Último encuentro

11 de julio de 2007

"La historia del mundo no es sino el progreso de la conciencia de la libertad". Circa 2000, el axioma hegeliano se plasmaría en un arte inquietante. Así lo demuestra el caso del dúo Gilbert-George, irrumpido en la escena artística internacional en 1969, cuando el polémico tándem se exhibió a sí mismo como una pareja de esculturas vivientes. El dúo Gilbert-George pretende apelar a técnicas artísticas poco convencionales, como la expresión corporal. Los ejes básicos de su labor artística son una inquietante búsqueda de la anti-belleza (que no le ha impedido ser reconocido internacionalmente), su marcado anticristianismo (también perceptible en otros artistas similares), su perturbadora exaltación de la cultura gay, de las funciones corporales y de la liaison entre narcisismo y nihilismo. La producción artística del dúo Gilbert-George no puede, strictu sensu, ubicarse dentro de una determinada corriente estilística.
Robert Mapplethorpe (1946-1989), provocativo fotógrafo ligado al mundo gay, a las estrellas musicales y cinematográficas y al sadomasoquismo, trabajó con Andy Warhol y retrató el más descarnado masoquismo homosexual, cuya legalización y desdramatización alentó activamente. Fue acusado de racista. Tras su muerte (debida al SIDA), el gobierno estadounidense se negó a subsidiar la exhibición de su obra, generando un intenso debate sobre la obscenidad en el arte y la justificación del financiamiento estatal de la labor artística. Dicho debate también se ha extendido al caso de Andrés Serrano (1950), privado del apoyo financiero gubernamental a raíz de su neto anticristianismo, también perceptible en Damien Hirst (figura destacada entre los artistas británicos jóvenes surgidos hacia 1990), cuya producción denota el snobismo característico del arte generado circa 2000. La calidad artística de Serrano se ha visto opacada por la desmedida comercialización de su producción (también perceptible en la producción del neoconceptualista italiano Maurizio Cattalan) y un programa artístico basado en un discurso político del shock.
La obra de Jeff Koons (1955) ha sido catalogada como neo-pop. Sus primeros trabajos exaltan el consumismo estadounidense desde un infratexto enraizado en Duchamp. Koons acusa una cierta impronta dadaísta. Según Koons, la publicidad condiciona las cosmovisiones y los mass media definen la realidad. A Koons quizá pueda concebírselo como un Warhol elevado a la enésima potencia, aunque algunos lo han definido como la antítesis de Warhol. Koons rescata, a su modo, los componentes teóricamente menos rescatables del arte manierista. Circa 1990, la producción de Koons, técnicamente basada en el souvenir, rescata totalmente el kitsch (cuyo exceso ha opacado la creatividad artística de Conoy y Blanchard, a quienes aludiré más adelante). Koons exalta la banalidad, conceptuándola como el símbolo de las cosas familiares al individuo promedio. Sus autorretratos de fines del decenio de 1980 son marcadamente narcisistas. Según Koons, el arte es un acto humanitario obligado a mejorar el mundo. Koons parece banalizar el arte conceptual, basado en la idea. En Koons parece estribar una ruptura cultural.
La fotógrafa Cindy Sherman (1954) protagoniza toda su producción artística, aunque sus fotos no son, strictu sensu, autorretratos, sino simulacros de películas cinematográficas y una exaltación de ciertos arquetipos femeninos. El valor estético de su producción fotográfica es bastante relativo. Sherman no parece embarcarse en una búsqueda tradicional de la belleza. Algunas fotos suyas imitan cuadros de artistas renacentistas como Caravaggio o Rafael. Sherman mantiene la tortuosa relación con la muerte característica de los artistas aquí analizados. Sherman recuerda la aceptación social de una producción artística otrora tenida por burda, decadente y antiestética. Ejerce una notable influencia sobre artistas más jóvenes.
El fotógrafo francés Pierre Conoy está profesionalmente asociado con un compatriota suyo, el pintor Gilles Blanchard, denotando una cierta vinculación con las culturas hindú, católica y gay, el kitsch y el naïf. Conoy y Blanchard producen una iconografía gay internacionalmente reconocida.
El fotógrafo Joll-Peter Witkin (1939) se caracteriza principalmente por su trabajo sobre cadáveres diseccionados. Su obra denota la tendencia provocativa y la alusión a lo morboso características de la producción artística aquí analizada, fiel reflejo de la compleja situación internacional de fines del siglo XX y principios del XXI. Witkin comparte esa característica con los hermanos Jake y Dinos Chapman, manifiestamente interesados en la convulsión u el valor redentor de la transgresión. La producción artística de los Chapman nos recuerda que la pesadilla y la celebración del morbo son la materia prima del arte actual. Los Chapman dicen disfrutar de la relación entre la representación y la reproducción. Otro cultor del arte cadavérico es el alemán Gunther von Hagens (1945), muy influenciado por Joseph Beuys.

Sunday, July 08, 2007

Ref.: Conferencia "Estados Unidos en un cono de sombra"

A continuación se brinda una síntesis no textual de la conferencia referenciada, dictada por Alberto Benegas Lynch (h), doctor en Economía, ex profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, docente de la Universidad Nacional de La Plata y ex rector y profesor emérito de la ESEADE, en cuya sede tuvo lugar el evento aquí informado, el día 5 de julio de 2007.

En los últimos tiempos,los Estados Unidos se han alejado de sus principios fundacionales. Su célebre American way of life se basa en: a)una idea del respeto, fundada en la discrepancia y alejada del tufillo inquisitorial del término tolerancia; b) la generosidad; c)el respeto por los logros individuales; d) la religiosidad, manifestada en una pléyade de organizaciones confesionales; e)el respeto por la iniciativa individual. El actual gobierno estadounidense incurre en una paradoja sobre esas libertades individuales que dice querer preservar de los daños infligidos en su contra por el terrorismo y que su tan mentada "cruzada antiterrorista" elimina en la práctica.
El pensamiento político-jurídico estadounidense (entre cuyos pioneros figura James Madison,padre de la Constitución estadounidense) abreva históricamente en el pensamiento del escocés George Buchanan y la escolástica tardía de Salamanca (ambos del siglo XVI)y la escuela escocesa dieciochesca. Los Founding Fathers estadounidenses también denotan la impronta de Sidney, Locke, Hume y Montesquieu.
En la Declaración de Independencia estadounidense se destacan el carácter inalienable de los derechos ciudadanos, la obligación del gobierno de respetar esos derechos y el legítimo derecho del pueblo de desplazar al gobierno que no los respete.
Según los mal llamados "antifederalistas", la Constitución estadounidense debía contener una declaración de libertades, derechos y garantías. En ese contexto, Thomas Jefferson expresa su temor ante la posibilidad de una "tiranía electa". Jefferson también cuestiona la idea del monopolio estatal de la fuerza. Cabe aquí recordar las advertencias de Giovanni Sartori sobre los riesgos de la libertad ilimitada.
Los Founding Fathers promueven un debate sobre la organización institucional de la joven república norteamericana, en cuyo temario figuran la guerra, la libertad de prensa, la importancia del debido proceso judicial y la tenencia de armas. Otro importante componente organizativo de los Estados Unidos es la idea de la coparticipación federal, aparentemente malinterpretada, en la Argentina actual, como la misericordia del Estado Nacional hacia las provincias, olvidando, en el caso argentino, que las provincias son parte de la Nación.
En la Convención de Filadelfia (1787), los Founding Fathers debatieron sobre la naturaleza de los poderes presidenciales (denotando la impronta de Montesquieu) y la guerra civil (otorgando el derecho de secesión a todo Estado que disintiese con el gobierno federal).
Las dos guerras mundiales y el periodo de entreguerras constituyen un importante punto de inflexión en la evolución histórica estadounidense. En ese lapso cronológico se destaca la figura del presidente Franklin D.Roosevelt, cuyo New Deal (basado en la expansión del gasto público y tildado de anticonstitucional por la Corte Suprema de Justicia estadounidense) contrasta con el pensamiento del neoconservadurismo estadounidense, que, décadas después, señalará el alto costo económico y escaso éxito de las políticas sociales lanzadas por el gobierno estadounidense desde 1965.
El tema económico se ha agravado en los Estados Unidos de los últimos años, como lo demuestran el alarmante crecimiento de la deuda pública, su creciente concentración en bonistas foráneos y la fenomenal expansión del gasto público. De allí que algún actual precandidato presidencial estadounidense haya sugerido revertir esa situación. Una crisis económica de envergadura, suscitada en los Estados Unidos, puede proyectar un inquietante cono de sombra sobre el resto del mundo.

Curso "Historia del Arte (desde 1950 hasta hoy)". Sexto encuentro

Sexto encuentro. 4 de julio de 2007


El panorama cultural alemán se vio desestabilizado por el éxodo de artistas alemanes bajo el nazismo, la devastación de la Segunda Guerra Mundial y la yancofobia germánica posbélica. En ese álgido contexto surge el neoexpresionismo alemán, netamente antinominalista y anticonceptualista.
El neoexpresionismo alemán abreva históricamente en el simbolismo de Munch, el fauvismo de Matisse, la angustia suscitada por la transición entre los siglos XIX y XX. El pre-neoexpresionismo elude la representación imitativa de la realidad y reduce la representación a signos. El color pre-neoexpresionista no preconiza una representación naturalista. El neoexpresionismo posee una veta catárquica y político-contestataria.
Según George Baselitz (1938), inicialmente resistido por la ortodoxia artística alemana, el objeto del arte no comunica nada; es autónomo. Su tratamiento pictórico denota una cierta impronta expresionista, aunque su figuración no es imitativa.
A los neoexpresionistas alemanes se les tildó inicialmente de "salvajes", quizá debido a la influencia fauvista (fauve significa salvaje en francés). El neoexpresionista alemán promedio pretende independizar relativamente al tratamiento pictórico de la figuración. A fines del decenio de 1980, el neoexpresionismo alemán acusa una cierta impronta modernista e intenta retomar una labor artística entroncada con la vanguardia artística de la no-belleza, contraria a la estética burguesa. La crudeza representativa del neoexpresionismo denota la impronta del Picasso africanista.
El neoexpresionismo intenta dialogar pictóricamente con la evolución histórica de Alemania, cuya impronta acusa Anselm Kiefer (1945), sobre todo en lo referente a la política artística antimodernista del nazismo. Su figurativismo capitulará progresivamente ante el tratamiento pictórico. Kiefer también denota una cierta influencia del informalismo europeo y estadounidense.
En la década de 1950, los artistas alemanes denotan una cierta impronta del expresionismo abstracto estadounidense y reminiscencias del expresionismo alemán de principios del siglo XX. El neoexpresionismo alemán también nos recuerda la cuestión de la nacionalidad en el arte.
A Joerg Immendorff (1938-2007)puede vinculárselo con el expresionismo abstracto y el surrealismo. Immendorff no pretende imitar la realidad y acusa una cierta afinidad ideológica con el italiano Renato Guttuso. Immendorff alude permanentemente a la cultura alemana. Algunos de sus cuadros poseen una veta cómica, aunque sus obras también son autocríticas, críticas, anecdóticas y dicotímicas.
A.Penck reduce la realidad a signos. Considera que su contexto de acción le impide autodefinirse como un artista abstracto. Penck denota una cierta impronta del africanismo picassiano y un componente catárquico. En su obra se halla implícita una verdadera revolución del gusto. Penck respeta evidentemente el modernismo de principios del siglo XX, tan incomprendido en su momento y posteriormente aceptado de manera plena.
Las obras de Walter Dahn (1948) denotan la impronta de la efervescencia desatada circa 1980 por la contracultura juvenil. Dahn, autodefinido como conceptualista, no es un neoexpresionista neto.
Martin Kippenberg (1953-1997) tampoco es un neoexpresionista avant la lettre, pues suele incurrir en una crítica cultural netamente conceptualista. Kippenberg alude críticamente al realismo socialista y acusa un neto componente autocrítico.
La transvanguardia italiana es netamente antiminimalista y anticonceptualista, acusando un neto componente paródico y un cierto intento de revalorización del manierismo. A diferencia del neoexpresionismo alemán, la transvanguardia itálica no es netamente político-ideológica, sino más bien estética y mística. La transvanguardia italiana es estilísticamente ecléctica y carece de un programa estético común.
Entre los transvanguardistas italianos figura Sandro Chia (1952), cuya influencia sobre el arte joven español, estadounidense y latinoamericano del decenio de 1980 es innegable. Lamentablemente Chia, al llegar a un cierto punto de su evolución artística, se academizará, perdiendo en rigor y calidad artísticas, situación también perceptible en Enzo Cucchi (1950). Como Chia, Cucchi ejerció una cierta impronta sobre los artistas jóvenes de la década de 1980, entre ellos el argentino Guillermo Kuitca. Cucchi denota una faceta infantiloide y un cierto interés por la imaginería primitiva italiana.
Mimmo Paladino (1948) critica la transvanguardia italiana (pese a pertenecer a ella),rechaza el componente subversivo del neoexpresionismo alemán y se interesa claramente en el arte tardoantiguo y altomedieval(paleocristiano, románico). A Paladino puede considerársele un simbolista esteticista.
La nueva imagen estadounidense tiene un importante y efímero portavoz en Basquiat (1960-1986), quien rescata el costado transgresor del arte callejero.Basquiat se enriqueció artísticamente al contactarse con su mentor Andy Warhol y el transvanguardista italiano Francesco Clemente.
Otro representante de la nueva imagen es David Salle, tributario de la sobreimpresión de imágenes al estilo de Francis Picabia, temáticamente ligado al erotismo. Salle rechaza el placer estético en aras de la corrosión visual. Salle denota alguna influencia del arte francés dieciochesco, del español José Gutiérrez Solana y del artista pop James Rosenquist. Salle combina pop, dadaísmo, neorrealismo y una yuxtaposición técnica à la Rauschenberg. Entre los cultores de la nueva imagen estadounidense también cabe mencionar a Schnabel, originariamente enraizado en el expresionismo abstracto, que vuelve alguna vez al arte figurativo.
En la nueva imagen estadounidense cuesta detectar un componente crítico realmente inequívoco. La nueva imagen estadounidense también acusa un marcado componente artificioso y recuerda la rápida institucionalización de la novedad
(otrora atípica), con un cierto regusto snob y marketinero. La nueva imagen estadounidense es un estilo netamente yuppie, caracterizado por un rápido desgaste, contrapuesto al largo aliento latente en artistas como Matisse.

Sunday, July 01, 2007

Curso "Historia del Arte (desde 1950 hasta hoy)". Quinto encuentro

Quinto encuentro. 27 de junio de 2007

El realismo comenzó con la Revolución Francesa, al empezar a representarse escenas cotidianas sin simbolismos ni connotaciones religiosas. La transición entre el romanticismo y el realismo de mediados del siglo XIX (encarnado en Millet y Courbet) se enlaza históricamente con el ascenso de la burguesía y las consecuencias sociales de la sobreexplotación del proletariado industrial. Con el neoclasicismo de Ingres y David, se produce un retorno al clasicismo grecorromano. En David se advierte una cierta secularización. Con el advenimiento del romanticismo, la elección de temáticas se relaciona con el interés por lo exótico. Con Millet y Courbet entramos en el realismo, al retratarse la situación de las clases sociales más desposeídas, sin connotaciones metafóricas o sobrenaturales.
Lucien Freud (1922), sobrino de Sigmund Freud e íntimo amigo de Francis Bacon, es un pintor realista que niega que su color desempeñe una función simbólica y otorga una importancia primordial a la verosimilitud en la representación, que, en el caso de Freud, denota un cierto escepticismo. Freud evita el comentario anecdótico. En sus desnudos, la cualidad pictórica desempeña un rol particularmente importante. Por cualidad pictórica debemos entender cualidades de color y composición, capacidad de generar impresiones perdurables y unidad organizativa. Freud es un neto hiperrealista, pero no se basa en fotos. Actualmente percibimos la impronta de su componente pictórico en la inglesa Jenny Saville (1970), quien también denota un cierto aggiornamento ideológico.
El artista hiperrealista elige qué objeto representará y cómo lo representará. Según el hiperrealismo, no hay realidad allende la cotidianeidad. El arte hiperrealista no pretende transmitir ningún mensaje más allá de lo que se ve.
Al hiperrealista estadounidense Phillip Pearstein (1924) puede vinculárselo con el arte post-abstracto y pop. Pearstein es un neoacademicista caracterizado por un tratamiento lumínico de matices descriptivos. En Pearstein no se advierte ningún interés por la retratística, percibiéndose, en cambio, un claro tratamiento de formas y una artificialidad antirromántica, fría y situada en primer plano. Pearstein es un artista abstracto, denotando, asimismo, un cierto componente hedonista y kitsch vinculado con el pop. El componente kitsch también se percibe en Kleeman, cuya producción también denota la presencia de un cierto ingrediente retínico.
El español Antonio López García (1936) opera en el límite entre el realismo y el hiperrealismo. Su realismo denota una cierta delectación con la materia pictórica, típicamente europea. En sus inicios, López García acusa una cierta impronta surrealista. López García, estupendo dibujista de la vieja escuela, se ubica dentro de una tradición pictórica europea posiblemente remontable hasta Velázquez, con una connotación trágica típicamente española. En su compatriota César Santander (1947), realizador virtuoso y anecdótico, se percibe la búsqueda de seguridad típica del hiperrealismo y la revalorización del color ligado a la imagen y la abstracción.
El hiperrealismo estadounidense retrata iconográficamente (universalizándola) la cultura de su patria. Su carácter hiperreal se percibe en su deseo de ser "más real que lo real". El hiperrealista estadounidense desarrolla el concepto de "nacionalidad en el arte", como lo prueba el caso de Duane Hanson (1925-1996),cuya producción constituye una visión crítica de la sociedad estadounidense, ausente en John De Andrea. Otro hiperrealista estadounidense vinculado al pop, Richard Estes, cultiva el "simulacro del simulacro", sin utilizar modelos, sino fotos. Sus obras poseen el típico componente abstracto del hiperrealismo, también proclive a destacar los aspectos generales del objeto representado. El hiperrealista no sólo se basa en la verosimilitud: pone la abstracción al servicio de la imitación de lo real. Estes denota una cierta vinculación a la cultura estadounidense. Su representación es virtuosista, aunque no posee el componente poético característico de Lucien Freud, que tampoco percibimos en el estadounidense John Kacere (1920-1999).
Charles Bell (1935-1995) es un notable realizador pictórico, que resalta el componente retínico y virtuosista de una pintura figurativa posterior al minimalismo y al arte concreto. El pop de Bell es netamente hiperrealista. Robert Buchtle (1932), hiperrealista moderado y realista inequívoco, es un exponente del hiperrealismo de la costa oeste estadounidense, menos caracterizado por la composición que por la representación.
En sus inicios, Chuck Close (1940), artista claramente abstracto, fue netamente hiperrealista, empleando regularmente las técnicas del aerógrafo y del acrílico. Close recuerda la impronta impresionista y divisionista sobre el hiperrealismo, del cual finalmente se distanció. Cabe, por último, mencionar brevemente la producción del austríaco-irlandés Gotfried Helmwein (1949), radicado en Inglaterra, cuyo tratamiento pictórico denota un cierto componente perverso y pesadillesco.