Thursday, October 25, 2007

Juego limpio

En la muestra fotográfica Votos argentinos, exhibida por estos días a orillas del canal de Puerto Madero, pueden verse imágenes captadas en ocasión de actos comiciales celebrados en distintos momentos de nuestra historia. Entre ellas figura una impresionante muestra del descarado "fraude patriótico" promovido por la dirigencia conservadora de la Década Infame. La cámara ha captado, en un comicio de 1935, la perturbadora imagen de un presidente de mesa decidido a obligar a un votante de aspecto humilde a votar por el Partido Demócrata Nacional (PDN), que llevó a Manuel Fresco a la primera magistratura bonaerense, secundado en su siniestro propósito por un amenazante efectivo policial armado con un fusil. Esa escalofriante imagen me trae a la memoria un relato de Alfredo, mi abuelo paterno, nacido en 1918 y fallecido en 2003, que, si mis cálculos no fallan, debe haber emitido su primer voto en las fraudulentas elecciones presidenciales de 1937. Mi abuelo solía contarme que, en dicha ocasión, no había hallado, en el cuarto oscuro, otras boletas que las conservadoras, que un vigilante, apostado junto a las papeletas de votación, pretendió, mientras devoraba su sandwich, que mi abuelo introdujese sin chistar en la urna correspondiente. Mi abuelo se negó a traicionar sus convicciones radicales y, muy a pesar suyo, estrenó su voluminosa libreta de enrolamiento con un sendo voto en blanco. Alguna vez tuve en mis manos la libreta de enrolamiento de mi abuelo. Si computamos los catorce años de gobiernos de facto totalizados por la Revolución Argentina y el Proceso de Reorganización Nacional, se explican los notorios baches cronológicos acusados por los espacios para constancias electorales de las libretas de enrolamiento de mi padre y mi abuelo y de la libreta cívica de mi madre. Esta última (nacida en 1937, diez años antes de la promulgación de la ley de voto femenino) debe, según mi cálculo, haber estrenado su derecho al voto (penosamente obtenido por las mujeres argentinas) en las elecciones constituyentes de 1957, maculadas por la proscripción electoral del peronismo, cuyos seguidores inundaron, en señal de protesta, las urnas de votos en blanco, como también lo harían en las elecciones presidenciales de 1963. En las elecciones presidenciales de 1958, los peronistas, al no poder presentar sus propios candidatos, debieron conformarse, por orden de su líder desterrado, con apoyar a un candidato del radicalismo, rival del peronismo. Mi abuelo y mis padres recién podrían votar regularmente desde 1983, cuando mi madre ya tenía 46 años, mi padre 42 y mi abuelo 65. Yo voto regularmente desde los 19 (ahora tengo 37). Privilegio del cual me enorgullezco. De lo que no me ufano es del hecho de llevar por lo menos trece años votando en elecciones precedidas de campañas sucias. La inminente elección presidencial del año en curso no promete, desgraciadamente, ser una excepción. El juego limpio aún no se ha instalado plenamente en nuestras prácticas político-electorales. Ignoro si viviré para presenciar su consolidación. Dios quiera que sí. Pero sé que no debo hacerme falsas ilusiones.

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