Thursday, December 31, 2009

El efecto Kalpakian

Estamos a horas de inaugurar la segunda década del siglo XXI y tercer milenio D.C.
Diez años atrás, el mundo se aprestaba a celebrar un cambio de año, lustro, década, siglo y milenio. Demasiado festejo para una Argentina a la sazón sumida en un retroceso socioeconómico sin precedentes. Fernando de la Rúa acababa de reemplazar a Carlos Menem en el Sillón de Rivadavia. Recibía un país fisurado y dejaría un país despedazado, pero un país al fin. Tiempo habría luego de recomponer la alfombra argentina. Ya lo decía Sarmiento: siempre habrá tiempo de enmendar las cosas mal hechas.
La Argentina estrena la década de 2010 con su alfombra recompuesta, pero amenazada de desgarros. Tratémosla con cariño. No es un felpudo.
Hace diez años, los argentinos recibíamos un siglo y milenio nuevos acechados por los fantasmas de los efectos tequila, vodka, arroz, caipirinha e Y2K. Faltaban sólo dos años para sumar el efecto tango, aporte argentino a la innoble causa de los efectos. Faltaban ocho años para que la debacle de la Busheconomics impeliese a Marcelo Zlotogwiazda a postular un efecto hot-dog y a nuestra Presidenta a postular ante la ONU un efecto jazz. Ahora el gran temor es el efecto Kalpakian, por así llamarlo. El temor a un nuevo desgarro de la alfombra argentina. No es para tomárselo a la ligera. En otros países, la alfombra ha sufrido desgarros importantes. Y el servicio técnico cobra caro. En 2008 presentó ante el Congreso estadounidense un presupuesto de 700 mil millones de dólares.

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