Wednesday, March 17, 2010

La globalización de la violencia

El 17 de marzo de 1992 volaba por los aires la embajada israelí en Buenos Aires, consumándose el primer atentado terrorista perpetrado contra instituciones judías operantes en la Argentina del último decenio del siglo XX. El 18 de julio de 1994 le tocaría el turno a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Hoy se cumplen dieciocho años del atroz ataque contra la embajada israelí en Buenos Aires, tan impune hasta la fecha como el atentado contra la AMIA.
En la década de 1990, la política interna argentina había perdido gran parte del cáracter violento atribuido a la misma por Vicente Massot al analizar la violencia política argentina del periodo 1806-1980. Sólo los partidos políticos antimenemistas se obstinaban en preconizar esa denegación recíproca de la legitimidad postulada por Tulio Halperín Donghi, debiéndose conformar con una denegación unilateral, pues el presidente Menem no era, por así decirlo, de devolver la pelota. Por eso fue reelecto en 1995, pese a la exógena adversidad socioeconómica reinante. Atrás quedaban las querellas entre unitarios y federales, entre chupandinos y pandilleros, entre crudos y cocidos, entre radicales y conservadores, entre peronistas y antiperonistas, entre la patria peronista y la patria socialista, entre militares y civiles. Al asumir su primera presidencia, Menem había afirmado querer ser el presidente de la Argentina de Perón y Balbín, de Rosas y Sarmiento, de Borges y Marechal. El nuevo mandatario compartía palco con el ex almirante Rojas y otorgaba la Secretaría de Medio Ambiente a María Julia Alsogaray. El Muro de Berlín y los regímenes comunistas del este europeo habían colapsado. Alemania se reunificaba bajo el sello capitalista. Soplaban nuevos vientos. Vientos de globalización. Globalización que también alcanzó la violencia. En ese contexto deben situarse los atentados contra la embajada israelí en Buenos Aires y la AMIA. Seguramente, más de un argentino albergaba sentimientos antisemitas. Pero es dudoso que los albergara hasta el punto de querer dinamitar dos sitios emblemáticos de la populosa colectividad judeo-argentina.
Los atentados contra la embajada israelí en Buenos Aires y la AMIA fueron fruto de la globalización de la violencia, del desdibujamiento de las fronteras internacionales. Seguramente, los artífices de los atentados, asumiendo que no fuesen argentinos, sabían que la Argentina albergaba una de las comunidades judías más numerosas del mundo. Ese desdibujamiento de las fronteras internacionales dificulta dilucidar quién dinamitó la embajada israelí en Buenos Aires y la AMIA, aunque la Internet permita "recorrer" el orbe en cuestión de instantes.

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