Saturday, January 31, 2009

Shahbandar se busca. Tratar en la Argentina

En un hermoso artículo en inglés, publicado ayer en The Washington Post.com, el periodista Anthony Shadid analiza la cotidianeidad del Café de los Mártires, café de Bagdad más conocido por su antiguo nombre de Café Shahbandar y organizado sobre las ruinas de un centenario café destruido en 2007 por una de las tantas bombas disparadas contra territorio iraquí durante el largo conflicto desatado en 2003 por la intervención militar foránea promovida por la Administración Bush.
En el relato de Shadid, el actual Shahbandar rezuma política por doquier. La exuda desde sus inmaculadas paredes de ladrillo, donde coexisten retratos del último rey iraquí Faisal II y sus herederos con imágenes de un puente de pontones de la Primera Guerra Mundial sobre el Tigris y fotografías de los cuatro hijos y nieto del propietario, muertos en una guerra sectaria.
En vísperas de la primera elección iraquí en cuatro años, la política se ha convertido inevitablemente en el principal tópico de conversación de los habitués del Shahbandar de Shadid, cuyas palabras, mechadas de proverbios y poesía, intentan vaticinar las consecuencias de unos comicios celebrados en vísperas del retiro de las tropas estadounidenses estacionadas en Irak (dispuesto por la Administración Obama) y aparentemente destinados a modificar sustancialmente el panorama político iraquí.
Los habitués del Shahbandar de Shadid, consumidores de té embutidos en raídos chalecos, comparan el actual clima electoral con el reinante en vísperas de los comicios de 2005, cuya principal característica no parece haber sido la elección de los candidatos, sino la elección en sí misma, destinada a suprimir una realidad válidamente recusada por el iraquí promedio.
Los temores de los habitués del Shahbandar de Shadid no son arbitrarios. Las elecciones del 1º de febrero de 2009, destinadas a ungir a catorce gobernadores provinciales, prometen ser los comicios más reñidos de la historia iraquí y parecen estar acechados por el fantasma de la sombría votación de 2005, signada por el boicot electoral sunita y el crecimiento de unos partidos islamistas políticamente basados en organizaciones clandestinas en el exilio, redes subterráneas entretejidas bajo Saddam Hussein, el apoyo de Irán y otros países limítrofes y la ocasional intervención de la milicia. Esa letal combinación de factores disolventes motivó el estallido, verificado en 2006, de un mortífero conflicto armado, soportado por el iraquí promedio durante dos años.
Las elecciones no son en absoluto una panacea. En ciertos aspectos, han revelado un panorama aún más precario que el heredado en 2003 por las fuerzas de ocupación estadounidenses. Los habitués del Shahbandar de Shadid no lo ignoran. A algunos les preocupa la arremetida de los señores de la guerra. A otros les preocupa el carácter difuso de la frontera kurdo-árabe con el Kurdistán autónomo.
Jassim Ismail, docente jubilado, fumador de pipa de agua y fiel devoto del Shahbandar de Shadid, sentencia que Irak jamás progresará si se ancla en el pasado. Ismail compara al actual Irak con una alfombra desgarrada, que los iraquíes están remendando trabajosamente. El añoso ex docente se muestra optimista. Considera que el pueblo iraquí logrará recomponer adecuadamente la castigada anatomía alfombrada de su patria. En el relato de Shadid, el comentario de Ismail es objetado por el treintañero Ahmed Azz al-Din, imprentero y habitué del Shahbandar, quien alega que la alfombra iraquí ya no lucirá como antes.
En el relato de Shadid, Ismail, con su pipa de agua apagándose lentamente, da por concluidas sus “horas oficiales” en el Shahbandar y define como “un comienzo” los comicios del próximo domingo. “Ciertas personas y yo sentimos que, de no votar, seremos responsables de la continuación de una mala situación”.
En el Shahbandar de Shadid no se habla sobre fútbol. No se despotrica hipócritamente contra las prácticas electorales. No se vilipendia de manera simplista e insincera al gobierno de turno. No hay tres televisores eternamente sintonizados en reiterativos eventos futbolísticos, deplorables programas de entretenimiento o pésimos canales amarillistas de noticias. Se abordan temas serios comunes a todo un pueblo. Los contertulios no se faltan recíprocamente el respeto. Las decoraciones intentan rescatar la memoria colectiva. Los comentarios de la concurrencia intentan congeniar recíprocamente pasado y presente y mostrarse optimistas, no ingenuos, respecto del futuro.
Seamos francos: la Argentina necesita muchos Shahbandar.

Comentario: este escrito se basa estrictamente en una traducción al castellano del artículo de Shadid, efectuada por el autor

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