Monday, December 29, 2008

Ñoquis del 29, otra rara constante argentina

Según el website http://www.alimentacion-sana.com.ar/informaciones/Chef/noquis.htm, la costumbre de los “ñoquis del 29” nace de una leyenda del siglo VIII, referente a san Pantaleón, médico de Nicosia, pagano cristianizado y decapitado a raíz de la persecución anticristiana decretada por el emperador romano Diocleciano a principios del siglo IV. San Pantaleón habría practicado milagrosas curaciones en el norte de Italia, causales de su posterior canonización. San Pantaleón también parece haberse mostrado clarividente en lo referente a otras cuestiones. En cierta ocasión, unos campesinos vénetos lo invitaron a compartir su pobre mesa. Agradecido, san Pantaleón les vaticinó acertadamente un año de pesca y cosechas excelentes.
Un día 29, san Pantaleón fue consagrado patrono de Venecia, título compartido con san Marcos. El evento sería posteriormente recordado con platos de ñoquis emplazados sobre modestas sumas de dinero, expresión de deseo de nuevas dádivas.
Según el citado website, la costumbre de los “ñoquis del 29” nació en 1690, en un pueblito piamontés, cuyos habitantes, damnificados por una mala cosecha de trigo, decidieron comer parte de las papas reservadas, según la costumbre de la época, para alimentar animales. Esa difícil situación les impelió a crear los ñoquis de papa, cuyo consumo les salvó del hambre. A raíz de dicho episodio, los habitantes de dicho pueblito empezaron a celebrar las cosechas de papas con platos de ñoquis servidos en la plaza principal el día 29 de cada mes, número del día de la consagración patronal de san Pantaleón. Las raciones eran emplazadas sobre monedas repartidas entre los comensales tras el ágape, como augurio de prosperidad para los matrimonios celebrados ese día.
En la segunda mitad del siglo XIX, la Argentina empezó, como es sabido, a recibir numerosísimos inmigrantes italianos, que celebraban con ñoquis las fiestas de san Pedro y san Pablo, solemnizadas el 29 de junio.
En 1979, ciertos periodistas gastronómicos de la capital argentina, rotándose como anfitriones, se reunían en sus hogares para saborear una comida preparada por el dueño de casa. Un día 29, la anfitriona de turno fue la gastrónoma Emmy “Monona” Molina, quien sirvió unos muy elogiados ñoquis de papa. La iniciativa de “Monona” estimuló la creación del “Club del Ñoqui”, que reunía mensualmente a numerosas figuras periodísticas, culturales y sociales de la Reina del Plata. La simpática costumbre fue rápidamente adoptada en muchos hogares y restaurantes.
El 29 de junio de 1988, el futuro presidente Carlos Saúl Menem encabezó un singular acto político-gastronómico, celebrado con los típicos ñoquis de la fecha. El ágape tuvo lugar en la República de la Boca, otrora baluarte de italianos seguramente aficionados a los ñoquis, a metros de la casa habitada por entonces por quien suscribe, a la sazón de 18 cándidos abriles. El tránsito vehicular fue desviado para albergar el peculiar evento callejero, documentado por la prestigiosa revista estadounidense Time.
Durante la presidencia de Alfonsín, se bautizó con el calificativo de “ñoquis” a muchos empleados estatales acusados de limitar su asistencia a su lugar de trabajo al día de pago de sus haberes, habitualmente liquidados el día 29 de cada mes.
La reforma menemista del Estado pareció lanzar una estocada mortal contra los “ñoquis” de la administración pública argentina y de las empresas estatales de servicios públicos privatizadas o concesionadas por el polémico gobierno del político de Anillaco. Los empleados estatales decidieron hacer buena letra para no perder el puestito. El trabajo tampoco abundaba en el sector privado, eventual ámbito de reinserción laboral de un empleado estatal cesanteado. Poner un almacén con la platita de la indemnización no tenía mucho sentido en la era dorada de los hipermercados, cuyos patios de comida servían ñoquis del 29 a precios de pobre.
Pese a ello, la simpática costumbre de los ñoquis del 29 se impuso sobre la “mala onda” socioeconómica del periodo 1989-2001, intensificada desde 1995. La reactivación económica iniciada en 2003 permitió a muchos argentinos volver a degustar relajadamente los ñoquis del 29, lamentablemente encarecidos por la retornada inflación.
En nuestra patria, la costumbre de los ñoquis del 29 no conoce, al igual que el hábito del mate o del café, distinciones de clases sociales. Algunos argentinos los consumen en elegantes restaurantes o se deleitan con los exquisitos ñoquis de La juvenil expendidos en los elegantes patios de comida del Patio Bullrich y de las Galerías Pacífico. Otros argentinos, menos pudientes, los adquieren en fábricas de pastas de barrio, los amasan en casa o compran ñoquis empacados de origen industrial en los supermercados chinos. Ese tipo de fenómenos no es exclusivamente argentino. En Gran Bretaña, la costumbre del five o’clock tea es seguida por la reina Isabel II y por el estibador portuario de Liverpool. En Italia, los spaghetti forman parte de la dieta del señor Berlusconi y del obrero de la Fiat. En China comen arroz el millonario de Shangai y su humilde operario.
Hoy, 29 de diciembre de 2008, corresponde engalanar las mesas argentinas con los últimos “ñoquis del 29” de este año de inminente final. La actual nueva crisis económica internacional puede hacerlos saber a crisis tras una prolongada bonanza. Sin embargo, podemos afirmar que los “ñoquis del 29” constituyen una de las raras constantes de nuestra cultura, como ese culto sanmartiniano mencionado en este espacio el 17 de agosto de 2008, bajo el título San Martín, una rara constante. Este es un país lamentablemente inconstante. Preservar los pequeños ritos puede constituir una buena forma de empezar a revertir saludablemente esa nociva tendencia.

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