Sunday, December 28, 2008

Que la inocencia no nos valga demasiado

En mi escrito Que la inocencia nos valga, publicado en este espacio el 5 de abril de 2007, defendí la necesidad de un espacio para la inocencia en el despiadado mundo actual. Por entonces soplaban vientos de bonanza sobre la vida mundial, especialmente a nivel socioeconómico y financiero.
En este Día de los Santos Inocentes de 2008, a raíz de la actual crisis económica internacional, la inocencia pinta casi subversiva.
El Día de los Santos Inocentes no es una efemérides jocosa, como suele suponerse. Es el aniversario de una matanza. Al menos según la Biblia. Ese día, según el Nuevo Testamento, el rey Herodes el Grande montó en cólera porque los Reyes Magos, contra la voluntad del monarca, no iban a decirle dónde había nacido Jesús, a quien Herodes decía querer adorar. Podríamos suponer que Herodes temió que el recién nacido “rey de los judíos”, buscado por los Reyes Magos, intentase en el futuro eclipsar al emperador romano, protector del rey-títere de Israel.
Según los Evangelios, Herodes mandó masacrar en represalia a todos los niños varones menores de dos años domiciliados en sus dominios. Herodes, aliado de Roma, parecía suponer que, entre los desdichados infantes, figuraba el futuro enemigo mortal del poder imperial romano.
Siguiendo con las citas bíblicas, podríamos sostener que el mundo actual ha entrado en un periodo de “vacas flacas”. Hay que ponerse serios. Se acabó la “fiesta loca”. Hay que sentarse con lápiz y papel, pergeñar preventivamente estrategias de supervivencia y ceñirse escrupulosamente a los nuevos planes de acción. Y, ante todo, promover la sencillez.
El promotor de la sencillez es mucho más inteligente que el promotor de la sofisticación. La propuesta del segundo sólo es viable en las épocas de “vacas gordas”. La propuesta del primero es viable en cualquier contexto histórico y geográfico. La propuesta del primero encierra mayores posibilidades de felicidad que la del segundo. El segundo exige mucho en el plano material y sufre cuando las circunstancias lo obligan a moderar sus pretensiones y, de no poder revisar su postura, a cometer actos ilícitos para materializar sus tontas fantasías. El primero sufre menos por ser una persona de bien que, en el plano material, se conforma con poco.
Ya que hablamos de Jesús de Nazaret, podríamos, en este incierto cambio de año, recordar las célebres palabras de Cristo a sus Apóstoles: “Os envío como corderos en medio de lobos. Sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas”. El poder de Herodes el Grande era mínimo en comparación con el poderío de los actuales centros económico-financieros del capitalismo global. Dicho de otra forma: andémonos con cuidado. A la codicia opongamos la humildad. A la perversidad combátamosla con la inteligencia.

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