Tuesday, December 23, 2008

¿Feliz Nochebuena?

Esta es, a mi entender, la víspera de Nochebuena más aciaga conocida por nuestra patria y planeta desde la víspera de Nochebuena de 2001, signada, en el caso argentino, por el dramático desenlace de la porfiada aplicación del paradigma socioeconómico neoliberal. En vísperas de la Nochebuena de 2001, el panorama internacional se veía, a su vez, empañado por la conmoción provocada por los brutales atentados terroristas perpetrados contra territorio estadounidense el 11 de septiembre de dicho año.
Siete años después, la víspera de Nochebuena se ve nuevamente ensombrecida a nivel internacional y nacional. A nivel internacional, por la profundización de la actual crisis socioeconómica global. A nivel nacional, por la amenaza de un nocivo impacto local de dicha crisis. Aún puede argüirse que la crisis en curso no ha afectado particularmente la situación socioeconómica argentina. Por ahora.
Algunas poderosas economías del orbe (como la estadounidense, la alemana, la suiza, la rusa o la japonesa) se han visto bruscamente jaqueadas por la actual debacle, pese a los onerosísimos megaplanes anticrisis de gobiernos como el estadounidense, el alemán, el japonés, el británico o el chino, las precipitadas cumbres internacionales anticrisis de jefes de Estado y los coherentes discursos anticrisis de gobernantes como el presidente francés Nicolas Sarkozy. La crisis en curso no sólo ha golpeado duramente a las principales economías del planeta, sino también a economías comparativamente secundarias, como la islandesa, la finlandesa o la austríaca, con menor capacidad de reacción contra la adversidad macroeconómica internacional.
Los efectos del actual desmadre global también empiezan a percibirse en Latinoamérica. México (país económicamente ligado a los Estados Unidos) ha visto recortarse una de sus principales fuentes de ingresos al menguar las remesas en dólares efectuadas por mexicanos emigrados a territorio estadounidense. Dichas remesas constituyen, junto con las regalías petroleras, el 40% del presupuesto del gobierno ecuatoriano. Este último ha debido, por dicho motivo, decretar un default parcial sobre la deuda externa ecuatoriana. El default ecuatoriano recuerda tristemente el dramático default argentino de diciembre de 2001. El default ecuatoriano se ve forzado por una catastrófica desvalorización internacional de la explotación del petróleo. Esta última podría jaquear duramente la continuidad del proyecto "bolivariano" del presidente venezolano Hugo Chávez, económicamente cimentado, en primer término, por las regalías petroleras. Las luces de alarma también se han encendido en Brasil, la principal economía latinoamericana, cuyo colapso sería obviamente funesto para América Latina.
En vísperas de un 2009 anunciado como difícil, el panorama nacional e internacional pinta menos prometedor que durante el periodo de bonanza iniciado (al menos en el caso argentino) en 2003. Las nuevas circunstancias parecen haber condenado a muerte a una etapa aparentemente rutilante.
Esta víspera de Nochebuena también se ve signada por una paradójica oleada consumista, netamente reñida con la actual situación socioeconómica global y la ética ascética de los primeros siglos de una religión fundada por un Jesús aparentemente relegado, en el actual imaginario popular, por la figura capitalista de Papá Noel. Oleada consumista delatora del alarmante retroceso axiológico de las actuales sociedades, al cual la Argentina no es en absoluto ajena.
La Nochebuena del año en curso no promete ser feliz. Como tampoco fue feliz, en el caso argentino, la Semana Santa de 1987, ensombrecida por un levantamiento militar, pese al célebre "Felices Pascuas" proferido por el presidente Raúl Alfonsín al capitular los amotinados. Pero la Nochebuena siempre constituye un buen espacio de reflexión y balance. La actual situación socioeconómica global induce a destinar a la Nochebuena de 2008 a pergeñar preventivamente estrategias de supervivencia para un futuro cercano y anunciado como adverso. Los argentinos deberían ser capaces de capear su amnesia histórica, a la luz de sus traumáticas experiencias de los últimos cuarenta años.

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