Thursday, January 01, 2009

El té en el galeón

¡Puff! Empezaron a edificar el enorme lote baldío sito sobre el bulevar Rosario Vera Peñaloza, entre la avenida Juana Manso y la calle Julieta Lanteri. Esos hinchapelotas no me dejan apoliyar. A las siete de la mañana empiezan a caer camiones, albañiles... Me empolvan impiadosamente el balcón, los marcos externos de las ventanas... Hará cosa de dos meses, un amigo convalesciente de cáncer de parótida, muy jodón, me señalaba una nota de Clarín sobre el ambiciosísimo proyecto de urbanización del inmenso terreno. Terreno que Skanska tuvo tapiado durante años, bajo el logo de su empresa, hasta que un célebre escándalo de corrupción obligó a la benemérita empresa sueca a desistir de su intención de reciclar esa ingente porción de territorio yermo. Según el noble diario de los Noble, la firma Zen City pretendía invertir 640 palos verdes en montar una auténtica ciudadela a orillitas del Canal. Edificios de 23 pisos, un shopping, un hipermercado, un complejo cinematográfico y sabe Dios cuántas cosas más. ¡Vaya heroicidad! Gatillar 640 palos verdes en estos tiempos de seca, con el sistema hipotecario internacional bailando el tap del efecto jazz sobre la cubierta del Titanic II, cuando un pobre dólar da un estirón, por decirlo con un parafraseo de las palabras empleadas por la nunca bien ponderada María Elena Walsh en su tango El 45.
En apenas dos meses cavaron una zanja para los cimientos que reíte de los buracos dejados por el Enola Gay con la bomba de Hiroshima. Trajeron unas plumas altas como el edificio Atlas. La personificación del lema positivista Ordem e progresso estampado sobre la bandera brasuca.
Tras los ineludibles acontecimientos familiares de Nochebuena y Navidad, me las piqué para San Clemente del Tuyú, donde tengo un departamentillo, un modesto pied-a-tèrre para el dolce far niente. Deliciosamente tendido en la catrera, me aboqué a la noble tarea de practicar el zapping a lo largo y ancho de la modesta programación del servicio local de TV por cable. De repente, TN, que no es santo de mi devoción, me comunicó que, sobre los cimientos de los edificios del siglo XXI proyectados por Zen City, habían encontrado ¡un galeón español del siglo XVII o XVIII! Enseguida empezaron a caer arqueólogos a sueldo del gobierno porteño, ¡hasta Macri vino!
María Elena, en tu gotán, evocando tus quince años, escribís: "Te acordás, hermana/De aquellos cadetes/Del primer bolero y el té en el galeón". Sí, ya sé que ese tangazo lo escribiste hace cuarenta años. Tu galeón no es el galeón de Puerto Madero. Así se llamaba, cuestiones ortográficas aparte, la confitería de Palermo evocada en tu tango. Si querés, venite a mi casa, escuchamos algún bolerito y tomamos el té en el galeón. Por mi barrio no pasan los cadetes militares seguramente evocados en tu gotán. Como los que movilizó don Pepe Uriburu en el año treinta, cuando viniste al mundo, para tumbarlo al Peludo. Como los que le calzaron la banda presidencial a Lonardi en el 55, cuando lo voltearon al Pocho. Por suerte pasan otros cadetes. Motoqueros. No serán tan finos como los cadetes de tu gotán. Pero, por lo menos, no derrocan gobiernos constitucionales.

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