Sunday, December 24, 2006

Nuestro único enemigo

Faltan pocas horas para la Nochebuena. Tengo mi living atravesado por una mesa para once comensales, la colección de pesebres latinoamericanos de mi madre dispuesta sobre la máquina de coser de mi bisabuela Elena Alvite (abuela materna de mi padre, fallecida en la Navidad de 1975, tres meses antes de mi sexto cumpleaños). Tengo regalos navideños esparcidos a los pies del árbol ritual. Parece extraño que otro año esté por concluir.
Un año tiene muchos meses: doce, nada menos. En ellos puede pasar de todo. O bien puede no ocurrir nada particularmente relevante. Lo cierto es que los años pasan inexorablemente. Por algo los antiguos griegos representaban al tiempo (Kronos)como una bestia devoradora. En esta última década Kronos se llevó consigo a mis tres tíos abuelos paternos vivientes, a mi abuelastro-padrino, a mi abuela materna, a mi abuelo paterno, a un primo político de mi madre y a la abuela materna de mi cuñado. Con todos ellos compartí más de una vez la llamada magia de la Navidad. Mi abuela paterna es una morta civile, privada de la razón por una demencia senil y recluida en un hogar de ancianos. Mis padres ya no son jóvenes. Mi madre frisa los setenta años. Mi padre pronto cobrará su primera jubilación. Tengo edad suficiente para oficiar de padre sustituto de mis cuatro primos segundos huérfanos de padre. Llevo tres años y medio disimulando mis canas con ayuda de la tintura capilar regularmente aplicada por mi peluquero.
El paso del tiempo no perdona. Por algo Charles Chaplin (fallecido en la Navidad de 1977) sentenció: My only enemy is time (Mi único enemigo es el tiempo). El carácter sombrío de la Navidad radica en la sombra de un Kronos agazapado en pos de su siguiente víctima.

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