Saturday, November 29, 2008

¿Feliz Año Nuevo?

¡700 mil millones de dólares de salvataje financiero en los EE.UU.! ¡480 mil millones de euros de salvataje financiero en Alemania! ¡50 mil millones de libras esterlinas de salvataje financiero en Gran Bretaña! ¡600 mil millones de dólares de estímulo económico en China! Esas cifras empequeñecen a ojos vistas los 360 mil millones de dólares de deuda externa imputados a Latinoamérica allá por 1985. La Argentina no podía ser menos. Días atrás nuestra benemérita Presidenta anunció un plan anti-crisis de obras públicas de 71 mil millones de pesos. Agarre la calculadora, aunque sea la del celu. A 3.35 pesos el dólar, la tarifa dolarizada de esa inversión sería de 21.194 palos verdes. Mucha tela, ¿no? ¿Con qué la van a cortar? ¿Con la milenaria tijera de mi abuela, que hace diez años que no corta ni la manteca en verano, como decía mi abuelito, que en paz descanse? Espero que no la corten con la máquina de cortar boludos del finado Tato Bores, alguna vez apuntado por mi padrino Ernesto Pena, a quien Dios tenga también en Su Santa Gloria.
Este fin de año pinta complicado. Recuerdo cómo, siendo un mocoso de diecinueve abriles, recibí 1990 en un simpático hotelito de las serranías cordobesas, cerca de Alta Gracia. Ya no sonaban por la zona los acordes del piano de Manuel de Falla, otrora vecino ilustre de la región. Eran más bien tiempos para mandarse un atracón con las granadas de los jardines del cercano palacio del virrey Sobremonte y vomitar el residuo en los enormes retretes de la residencia del polémico representante del rey Carlos IV de España, ese tonto de capirote piantado por el genio interino de Napoleón I, junto con el repugnante Fernando VII. A Sobremonte lo había piantado Beresford, a quien el pícaro marqués intentó embromar la vida huyendo a Alta Gracia con los caudales virreinales. Beresford se rindió ante Liniers porque no tenía dinero ni para arrebatar al Héroe de la Reconquista los amores de la Perichona, mediante el ofrecimiento de un suculento five o'clock tea con scones. ¿A santo de qué tanto divague? Retomo el Hilo de Ariadna, antes de que me lo arrebate el Minotauro y termine con mis tripas dentro del estómago del monstruo vencido por Teseo en el Dédalo. En la noche del lejanísimo 31 de diciembre de 1989, quien suscribe celebraba con los suyos el final de un año complicado, con los sesos de Ceaucescu volatilizados por sus sumarios ejecutores, con el general Manuel Noriega obligado por Bush I a recibir el 90 encanado en los USA, con don Raúl dejándole la Casa Rosada al Turco antes de que los saqueadores de los supermercados rosarinos entraran en el Salón de los Bustos y se llevasen las efigies de sus predecesores para vender el mármol. Qué tiempos aquellos. En febrero del 89, el dólar, cuya apoteosis denunciara el maestro Dalí en un cuadro grande como los frescos de la Capilla Sixtina, exhibido en el 86 en el Museo de Arte Decorativo, cotizaba a 13.30 australes. Agarre lápiz y papel: son 133 milésimos del peso de Cavallo, reducidos en un 200% en su versión dolarizada post-neoliberal. Seis meses después, cotizaba a 650 australes. En septiembre del 90, a 5480. En febrero del 91, saltó, de la noche a la mañana, de 6000 a 10.000 australes, hasta que el Turco lo puso al Mingo a enderezar el entuerto privatizando hasta las alcantarillas y obligando a los cartoneros alimentados por el comedor de Margarita Barrientos a convivir con los barrios privados alimentados con queso suizo y jamón español comprados en el hiper de Carrefour. ¿Quién estaba para festejos? ¿Omar Fassi Lavalle en su casita de las Torres Le Parc de Palermo, brindando con un Dom Perignon de la mejor cosecha?
Tras los cinco felices Años Nuevos de la fiesta K, la inminente Nochevieja del año en curso amenaza con parecerse más a las no tan Felices Pascuas de 1987. Si en economías más poderosas que la nuestra, la gente ya ha agarrado lápiz y papel, con más razón debemos hacerlo en estos lares, sacudidos del Rodrigazo en adelante por los planes económicos más exóticos que puedan imaginarse. Se acabaron la pavita de Los dos chinos, el pan dulce de Babieca y el Chandon extra brut de Luján de Cuyo. A mal tiempo, buena cara. Este fin de año, pollito eviscerado, pan dulce y sidra de supermercado chino. Y la muchachada, nada de andar corriendo picadas de Nochevieja por la Panamericana, porque las parcelas en los cementerios privados están carísimas y en Chacarita ya no queda espacio ni para enterrar a un chiquilín de dos años. Saludan a la family como Dios manda al tañir las rituales campanadas y, si quieren ir a reventar la noche, a treparse al bondi, ese noble invento argentino. ¿O quieren que papá empiece el 2009 infartado? Ya bastante amago de infarto parece depararnos el futuro próximo.

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