Wednesday, September 03, 2008

Tecnoafectivos

En un reciente spot publicitario televisivo, la firma de telefonía celular Movistar parecía preconizar la figura del "tecnoafectivo". En una escena, ambientada en una penitenciaría, los presidiarios y sus carceleros parecían deseosos de hacer más llevadero el duro régimen del penal al corear una bulliciosa canción. En otra secuencia del aviso, rodada en un consorcio, un grupo de jóvenes intentaba dirimir las típicas rencillas intergeneracionales de los edificios de departamentos, al pedir a sus vecinas de tercera edad las disculpas exigidas por la entonación de una sonora canción dentro de la torre, supuestamente destinada a enardecer a las añosas damas, quienes, en el aviso de Movistar, tranquilizaban, escoba en mano y con el delantal anudado a la cintura, a los improvisados coreutas, al asegurarles que su hipoacusia les impedía escuchar el bullicioso cántico. En otra imagen, registrada en un supuesto cine, un grupo de señoras de edad madura pedía disculpas a sus simpáticos vecinos de asiento, pues habían olvidado apagar los teléfonos celulares guardados en sus carteras antes del inicio de la proyección de la película. Pochoclo en mano, los destinatarios de las excusas aseguraban a las susodichas damas que la mala calidad del film exhibido no debía inducirlas a preocuparse al respecto. En otra imagen, ambientada en un playón de estacionamiento, taxistas y colectiveros parecían decididos a enterrar el hacha de la guerra y confundirse en un abrazo de desagravio permanente.
Sé que puede sonar cándido de mi parte. Seguramente, Movistar, como toda empresa comercial, está más interesada en maximizar sus ganancias monetarias que en alentar la conciliación entre los seres humanos. Empero, ¡es tan bueno ser un poco ingenuo de vez en cuando! Pensemos en Forrest Gump y su antológico recorrido por la historia estadounidense de la segunda mitad del siglo XX, despiadada burla al pensamiento sancionado del Gran País del Norte. Pensemos en el crédulo Jan Dítě compuesto por Ivan Barnev en la deliciosa película checo-eslovaca Yo serví al Rey de Inglaterra, sabrosa sátira de los principales regímenes políticos y socioeconómicos europeos de la pasada centuria.
En el mundo actual parecería haber poco espacio para la ingenuidad. Así pretendí señalarlo en mi artículo Que la inocencia nos valga, publicado en este blog el 5 de abril de 2007 y curiosamente referente a otro aviso televisivo de Movistar, que sugería despabilar a un muchacho aparentemente corto de genio proporcionándole un teléfono celular de la firma anunciante. ¿Movistar habrá sido acusada de crueldad mental por alguna institución? No sería de extrañar, porque el spot de Movistar analizado en la presente entrada parecería, por el contrario, reconocer la posibilidad, necesidad y conveniencia de otorgar un puesto en la vida adulta al delicioso candor del niño. Ya lo dijo Nelly Fernández Tiscornia: "Rescatemos los ideales y también los sueños. Démosle vuelo al alma. Dejemos que los chicos conserven su pureza y tratemos de que nos trasladen… aunque sea un poquito de esa admirable pureza".

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