Monday, December 10, 2007

Perfume de mujer (IV)

Hoy, 10 de diciembre de 2007, la actual democracia argentina celebra sus veinticuatro años de vigencia ininterrumpida con la asunción de nuestro segundo presidente de sexo femenino. Durante el próximo cuatrienio, Cristina Fernández de Kirchner ocupará el Sillón de Rivadavia, bautizado en honor del personaje histórico que no incluyó a la mujer entre los beneficiarios de su ley de sufragio universal de 1821, en contraste con la ley de voto femenino promulgada en 1864 por el entonces gobernador sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento. Surgida de la ley Sáenz Peña (normativa electoral promulgada en 1912 por un presidente que tampoco atinó a establecer el sufragio femenino a nivel nacional, reglamentado 35 años después), nuestra flamante mandataria marca, con su asunción, un hito importante en la accidentada historia política de la mujer de nuestra patria.
Sin embargo, la mujer argentina aún debe superar, en el plano político, el mal de la "portación de apellido" (presente en figuras como Encarnación Ezcurra de Rosas, Alicia Moreau de Justo, María Eva Duarte de Perón, María Estela Martínez de Perón, María Julia Alsogaray, Hilda González de Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner) y sobresalir por mérito propio (como Adelina d'Alessio de Viola, Florentina Gómez Miranda, Elisa Carrió y Margarita Stolbizer). El fenómeno de la "portación de apellido" revela claramente cómo el enraizado machismo de la sociedad argentina obliga a la mujer de nuestra patria a subordinar su consolidación política a su vínculo con un encumbrado compañero de ruta. La asunción presidencial de la señora de Kirchner no debe inducirnos a pensar que la mujer argentina ha logrado realizarse plenamente en el terreno político, aún predominantemente masculino. Quizá aún deban transcurrir largos años para revertir plenamente dicha situación.

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