Wednesday, December 19, 2007

La esperanza nunca es vana

En los días 19 y 20 de diciembre de 2001, muchos argentinos se pronunciaron contra los abusos del modelo socioeconómico neoliberal, cuyo cuestionamiento recordó el rechazo definitivo del golpismo militar (verificado durante la Semana Santa de 1987). Al recusar el golpismo y el neoliberalismo, muchos argentinos demostraron ser capaces de discernir cuándo convenía cerrar cada ciclo histórico.
El pronunciamiento popular de diciembre de 2001 marcó el final de una etapa. La política superó el estado de relativa hibernación que pareciera asignársele hacía doce años. Parecía haber resurgido el espíritu de las revoluciones de 1890, 1893 y 1905, de la Semana Trágica, del 17 de Octubre, del Cordobazo. Muchos argentinos volvían a ganar la calle, ya no en respuesta a la convocatoria de líderes congregantes, sino de motu propio, revelando un insospechado grado de madurez cívica.
A seis años de esas indelebles jornadas, la esperanza sigue animando (con sorprendente perdurabilidad) el espíritu de un pueblo otrora sumido en el pesimismo o la indiferencia. La ingenuidad es desaconsejable. Pero, como bien escribiera décadas atrás el nunca bien ponderado Jorge Luis Borges, la esperanza nunca es vana. En vísperas de una nueva conmemoración del natalicio de Jesús de Nazaret (que a casi dos milenios de su muerte sigue siendo una luz de esperanza para millones de seres humanos), conviene recordar cómo, en la castigada Argentina de hace apenas un sexenio, resurgió la confianza en el futuro de nuestra patria.

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