"Las Condiciones Éticas de la Libertad" (5)
Quinto encuentro. 18 de mayo de 2007
Dr.Armando Ribas: Vicente Massot ha hablado de la excepcionalidad argentina, entendiéndose por tal el salto cuántico efectuado por la Argentina desde la caída de Rosas.
En su polémica con Sarmiento, Juan Bautista Alberdi postula una barbarie ilustrada en la Argentina. Según Alberdi, no bastaba con alfabetizar al argentino; también debía decidirse claramente qué enseñarle. Según Alberdi, la filosofía de la Europa continental era inferior a la cultura anglosajona. Alberdi preconizaba la inmigración de europeos calificados; Sarmiento sugería educar al soberano.
La Argentina es fruto de dos oscurantismos: el oscurantismo de la fe (producto de la cultura católica hispanocolonial) y el oscurantismo de la razón (producto del espíritu jacobino de la Revolución Francesa, imputado a Mariano Moreno). A diferencia de Rivadavia, Alberdi no otorgaba un carácter superlativo a las ciencias morales. Rivadavia sostenía (ciñéndose al utilitarismo benthamiano) que la principal función del gobierno era asegurar la felicidad del ciudadano.
Alberdi distingue entre independencia y libertad, que, a su juicio, los artífices de la independencia argentina solían confundir (y luego confundiría José Martí). Su preferencia por la cultura anglosajona se explica en función del innegable expansionismo económico y territorial de la Inglaterra decimonónica, en contraste con la decadencia española del siglo XIX y buena parte del XX, desacelerada por la política económica franquista del decenio de 1960.
Alberdi sugiere superar la clásica xenofobia característica de la cultura hispanocolonial y derecho indiano. Como Madison, Alberdi sugiere respetar los derechos individuales y asegurar la eficiencia judicial, la tolerancia religiosa y el desarrollo industrial. Según Alberdi, una justicia eficiente permitiría acotar la conducta inescrupulosa del ciudadano.
El planteo alberdiano modifica el rumbo de la historia argentina. Según Alberdi, la omnipotencia estatal puede degenerar en despotismo. Según Alberdi, las naciones más avanzadas de su tiempo no debían su pujanza a la intervención estatal (posiblemente limitada a la representación de la dirigencia política), sino a las virtudes de los individuos, quienes no podían depender totalmente del Estado. Según Alberdi, la libertad se ve limitada, en el mundo latino, por una omnímoda ingerencia gubernamental. Según Alberdi, la libertad individual sólo puede derivar de un proyecto nacional, que, en el caso argentino, malogró el nacionalismo.
Al comentar (para gran disgusto de Alberdi) la Constitución argentina de 1853, Sarmiento sugiere (a diferencia de Alberdi) considerar la jurisprudencia estadounidense y niega que el argentino promedio del decenio de 1850 perciba la relevancia de las instituciones con mayor nitidez con otros pueblos americanos de la época.
El pensamiento alberdiano no tiene parangón en la Latinoamérica de su tiempo. Alberdi se hace eco del pensamiento de Bolívar, refutado por un Santander renuente a aceptar la propuesta de reemplazar el despotismo hispano-colonial por un despotismo latinoamericano autóctono. En su célebre discurso de Angostura, el Libertador venezolano idealizaba el sistema político capaz de garantizar la felicidad nacional, la libertad individual y la estabilidad política, haciendo eco de los postulados benthamianos.
Nos hallamos ante la disyuntiva entre el rule of law y la razón de Estado. El socialismo (forma de concentración del poder) es apoyada por la izquierda y los sectores católicos con sensibilidad social. El individuo promedio no busca dinero (como supone el discurso capitalista), sino un poder concebido como vía hacia la felicidad individual. El socialismo es tan materialista como el capitalismo.
Según Popper, la civilización occidental tiene una raíz cristiana y grecorromana. El mundo empezó a avanzar desde una mutación ética enraizada en Hume y Locke y la organización institucional impulsada por los Founding Fathers estadounidenses. Según Von Misses, muchos no socialistas aceptan las premisas éticas del socialismo. Según Paul Johnson, los europeos se equivocaron al no basar la Europa de la segunda posguerra en el modelo estadounidense, según lo preconizado en su momento por dirigentes como Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer. En el mundo actual, rige un cinismo ético de raíz izquierdista. Francis Fukuyama se equivoca al suponer que la caída del muro de Berlín presupone el triunfo de la democracia liberal, postulado refutado por el flamante presidente francés Nicolas Sarkozy.
En la Constitución cubana de 1901, los estadounidenses hicieron insertar la "enmienda Platt", que autorizaba a los Estados Unidos a intervenir en territorio cubano para garantizar el bienestar de Cuba y fue eliminada por el presidente Franklin Roosevelt. Los límites al poder político son fundamentales. En la Argentina se han percibido reiteradamente las graves consecuencias de la violación de los preceptos constitucionales.
Dr.Armando Ribas: Vicente Massot ha hablado de la excepcionalidad argentina, entendiéndose por tal el salto cuántico efectuado por la Argentina desde la caída de Rosas.
En su polémica con Sarmiento, Juan Bautista Alberdi postula una barbarie ilustrada en la Argentina. Según Alberdi, no bastaba con alfabetizar al argentino; también debía decidirse claramente qué enseñarle. Según Alberdi, la filosofía de la Europa continental era inferior a la cultura anglosajona. Alberdi preconizaba la inmigración de europeos calificados; Sarmiento sugería educar al soberano.
La Argentina es fruto de dos oscurantismos: el oscurantismo de la fe (producto de la cultura católica hispanocolonial) y el oscurantismo de la razón (producto del espíritu jacobino de la Revolución Francesa, imputado a Mariano Moreno). A diferencia de Rivadavia, Alberdi no otorgaba un carácter superlativo a las ciencias morales. Rivadavia sostenía (ciñéndose al utilitarismo benthamiano) que la principal función del gobierno era asegurar la felicidad del ciudadano.
Alberdi distingue entre independencia y libertad, que, a su juicio, los artífices de la independencia argentina solían confundir (y luego confundiría José Martí). Su preferencia por la cultura anglosajona se explica en función del innegable expansionismo económico y territorial de la Inglaterra decimonónica, en contraste con la decadencia española del siglo XIX y buena parte del XX, desacelerada por la política económica franquista del decenio de 1960.
Alberdi sugiere superar la clásica xenofobia característica de la cultura hispanocolonial y derecho indiano. Como Madison, Alberdi sugiere respetar los derechos individuales y asegurar la eficiencia judicial, la tolerancia religiosa y el desarrollo industrial. Según Alberdi, una justicia eficiente permitiría acotar la conducta inescrupulosa del ciudadano.
El planteo alberdiano modifica el rumbo de la historia argentina. Según Alberdi, la omnipotencia estatal puede degenerar en despotismo. Según Alberdi, las naciones más avanzadas de su tiempo no debían su pujanza a la intervención estatal (posiblemente limitada a la representación de la dirigencia política), sino a las virtudes de los individuos, quienes no podían depender totalmente del Estado. Según Alberdi, la libertad se ve limitada, en el mundo latino, por una omnímoda ingerencia gubernamental. Según Alberdi, la libertad individual sólo puede derivar de un proyecto nacional, que, en el caso argentino, malogró el nacionalismo.
Al comentar (para gran disgusto de Alberdi) la Constitución argentina de 1853, Sarmiento sugiere (a diferencia de Alberdi) considerar la jurisprudencia estadounidense y niega que el argentino promedio del decenio de 1850 perciba la relevancia de las instituciones con mayor nitidez con otros pueblos americanos de la época.
El pensamiento alberdiano no tiene parangón en la Latinoamérica de su tiempo. Alberdi se hace eco del pensamiento de Bolívar, refutado por un Santander renuente a aceptar la propuesta de reemplazar el despotismo hispano-colonial por un despotismo latinoamericano autóctono. En su célebre discurso de Angostura, el Libertador venezolano idealizaba el sistema político capaz de garantizar la felicidad nacional, la libertad individual y la estabilidad política, haciendo eco de los postulados benthamianos.
Nos hallamos ante la disyuntiva entre el rule of law y la razón de Estado. El socialismo (forma de concentración del poder) es apoyada por la izquierda y los sectores católicos con sensibilidad social. El individuo promedio no busca dinero (como supone el discurso capitalista), sino un poder concebido como vía hacia la felicidad individual. El socialismo es tan materialista como el capitalismo.
Según Popper, la civilización occidental tiene una raíz cristiana y grecorromana. El mundo empezó a avanzar desde una mutación ética enraizada en Hume y Locke y la organización institucional impulsada por los Founding Fathers estadounidenses. Según Von Misses, muchos no socialistas aceptan las premisas éticas del socialismo. Según Paul Johnson, los europeos se equivocaron al no basar la Europa de la segunda posguerra en el modelo estadounidense, según lo preconizado en su momento por dirigentes como Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer. En el mundo actual, rige un cinismo ético de raíz izquierdista. Francis Fukuyama se equivoca al suponer que la caída del muro de Berlín presupone el triunfo de la democracia liberal, postulado refutado por el flamante presidente francés Nicolas Sarkozy.
En la Constitución cubana de 1901, los estadounidenses hicieron insertar la "enmienda Platt", que autorizaba a los Estados Unidos a intervenir en territorio cubano para garantizar el bienestar de Cuba y fue eliminada por el presidente Franklin Roosevelt. Los límites al poder político son fundamentales. En la Argentina se han percibido reiteradamente las graves consecuencias de la violación de los preceptos constitucionales.
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