"Las Condiciones Éticas de la Libertad" (4)
Cuarto encuentro. 7 de mayo de 2007
Dr.Armando Ribas: Al hablar de Nietzsche, debemos recordar que la voluntad de poder es el motor de la Historia. Nietzsche exacerba el concepto de sentimiento propuesto por Hume hasta llegar a una postura verdaderamente nihilista. Nietzsche soslaya la separación entre moral y justicia y sostiene que al mundo lo rige la ley del más fuerte, con la consiguiente negación de Dios y aparición del Superhombre.
Según Francis Bacon, debemos distinguir entre conocimiento natural y conocimiento soberbio, entendiéndose por el segundo la voluntad humana de conocer el bien y el mal, censurada en el libro del Génesis. Bacon plantea, empero, la posibilidad de conocer, definida por Karl Popper como optimismo epistemológico.
Locke está considerado como el padre del liberalismo. Planteó dos temas fundamentales: los límites de la razón y la limitación del poder político, reconociendo en esta última la presencia del principio cristiano de la falibilidad humana. Locke recién gozará de plena libertad de acción cuando la Revolución Gloriosa socave las bases del absolutismo monárquico inglés, reñido con el principio lockeano de la división de poderes, destinada, según Locke, a limitar el poder político. La Revolución Gloriosa limita el poder monárquico en beneficio del poder parlamentario, tornando al segundo tan autocrático como el primero, aunque permitiendo que el monarca conserve ciertas prerrogativas y detente la titularidad del poder ejecutivo (tal como el parlamento detenta la titularidad del poder legislativo). A ambos poderes, Locke agrega la potestad de declarar la guerra. Según Locke, todo derecho es derecho mayoritario, aunque incurre en una contradicción al señalar la importancia del derecho a la propiedad, netamente minoritario y originado, según Locke, en el trabajo, postulado recusado por Bertrand Russell. Debemos recordar la importancia fundamental de la religión en la Europa de la época de Locke, lo cual explica la desconfianza de Jefferson hacia el agnosticismo de Hume. Este último distingue entre superstición y entusiasmo, atribuyendo la primera al católico y el segundo al protestante, descalificando a ambos y propiciando una separación entre religión y política análoga a la separación Iglesia-Estado preconizada por Locke. Este último, que vive en una Europa regida por el principio del derecho divino de los reyes, condena toda persecución religiosa al analizar la cuestión de la tolerancia religiosa. Hume nos recuerda el respeto por la libertad religiosa posteriormente preconizado en la Argentina y los Estados Unidos, limitado en Inglaterra por la condición de jefe de la Iglesia anglicana investida por el monarca inglés y la consiguiente simbiosis entre religión y política, frecuentemente reiterada a lo largo de la Historia.
A diferencia de Hobbes, Locke cree en la existencia de los derechos individuales, cuyo ejercicio debe regular el Estado. Entre los derechos enumerados por Locke figura el derecho a la propia felicidad. A diferencia de Rousseau, Locke niega que el interés particular sea contrario al interés general.
El filósofo político por excelencia es Hume, quien llega a conclusiones semejantes a las de Locke, aunque no con los mismos criterios. A diferencia de Locke, Hume descree del derecho individual y define la libertad como privilegio de una sociedad civil.
Según Hume, la observación es la principal fuente del conocimiento y el hombre puede salvarse de la duda total. Hume subraya el rol de la imaginación en el proceso cognoscitivo. Hume, a diferencia de Kant, no cree que el avance del conocimiento esté definido por las relaciones de ideas, sino por las relaciones de hechos.
Hume no es escéptico, sino falibilista. Admite que el hombre puede conocer, aunque también que puede equivocarse al aprender. A diferencia del Iluminismo, Hume distingue entre razón y verdad.
En la filosofía política de Hume, cabe señalar su distinción entre una moral sentimental y natural y una justicia concebida como un aprendizaje histórico destinado a asegurar la convivencia social. A diferencia de Kant, Hume niega la racionalidad de la moral, apartándose del postulado platónico que define al hombre como un ser dividido entre razón y pasión. Hume destaca así la importancia de las pasiones, concibiéndolas como sinónimo de sentimiento. Según Hume, la acción no es motivada y regulada por la razón, sino por la pasión. Parafraseando a Aristóteles, Hume sostiene que la razón separa faliblemente entre verdadero y falso, postulado aparentemente corroborado por la ciencia actual. Hume también destaca la importancia del amor a la Humanidad, considerando al amor como una pasión radicada en una naturaleza humana contraria al amor por el género humano. En Hume está la génesis del romanticismo político, de una universalización racionalista de sentimientos particulares.
Según Hume, el origen del gobierno no es el contrato social, sino la guerra. La idea del contrato social, proveniente de Hobbes y concebida por Locke como un artificio, es retomada por Rousseau en términos contrarios a los de Locke. Según Hume, el hombre no puede alterar su naturaleza, sino su situación. Toda sociedad libre niega la posibilidad de alterar la naturaleza humana. De allí que Hume distinga entre moral y justicia.
En los Estados Unidos, se llevaron a la práctica las ideas de Hume y Locke. Hamilton advierte el apetito de poder implícito en la defensa de la dignidad humana, basándose en la tesis de Hume sobre la naturaleza humana. Según Hamilton, la libertad, pese a alimentar el espíritu faccioso, resulta imprescindible en la vida humana. Al hablar de espíritu faccioso, Hamilton alude principalmente a la desigual distribución de la riqueza, fuente de corrupción. Hamilton sugiere separar el poder judicial de los poderes ejecutivo y legislativo, para así evitar el avasallamiento impuesto por el poder ejecutivo europeo a los demás poderes estatales. Al organizarse como nación, los Estados Unidos nos recuerda que alterar las circunstancias vividas por el hombre implica modificar el sistema político.
Dr.Armando Ribas: Al hablar de Nietzsche, debemos recordar que la voluntad de poder es el motor de la Historia. Nietzsche exacerba el concepto de sentimiento propuesto por Hume hasta llegar a una postura verdaderamente nihilista. Nietzsche soslaya la separación entre moral y justicia y sostiene que al mundo lo rige la ley del más fuerte, con la consiguiente negación de Dios y aparición del Superhombre.
Según Francis Bacon, debemos distinguir entre conocimiento natural y conocimiento soberbio, entendiéndose por el segundo la voluntad humana de conocer el bien y el mal, censurada en el libro del Génesis. Bacon plantea, empero, la posibilidad de conocer, definida por Karl Popper como optimismo epistemológico.
Locke está considerado como el padre del liberalismo. Planteó dos temas fundamentales: los límites de la razón y la limitación del poder político, reconociendo en esta última la presencia del principio cristiano de la falibilidad humana. Locke recién gozará de plena libertad de acción cuando la Revolución Gloriosa socave las bases del absolutismo monárquico inglés, reñido con el principio lockeano de la división de poderes, destinada, según Locke, a limitar el poder político. La Revolución Gloriosa limita el poder monárquico en beneficio del poder parlamentario, tornando al segundo tan autocrático como el primero, aunque permitiendo que el monarca conserve ciertas prerrogativas y detente la titularidad del poder ejecutivo (tal como el parlamento detenta la titularidad del poder legislativo). A ambos poderes, Locke agrega la potestad de declarar la guerra. Según Locke, todo derecho es derecho mayoritario, aunque incurre en una contradicción al señalar la importancia del derecho a la propiedad, netamente minoritario y originado, según Locke, en el trabajo, postulado recusado por Bertrand Russell. Debemos recordar la importancia fundamental de la religión en la Europa de la época de Locke, lo cual explica la desconfianza de Jefferson hacia el agnosticismo de Hume. Este último distingue entre superstición y entusiasmo, atribuyendo la primera al católico y el segundo al protestante, descalificando a ambos y propiciando una separación entre religión y política análoga a la separación Iglesia-Estado preconizada por Locke. Este último, que vive en una Europa regida por el principio del derecho divino de los reyes, condena toda persecución religiosa al analizar la cuestión de la tolerancia religiosa. Hume nos recuerda el respeto por la libertad religiosa posteriormente preconizado en la Argentina y los Estados Unidos, limitado en Inglaterra por la condición de jefe de la Iglesia anglicana investida por el monarca inglés y la consiguiente simbiosis entre religión y política, frecuentemente reiterada a lo largo de la Historia.
A diferencia de Hobbes, Locke cree en la existencia de los derechos individuales, cuyo ejercicio debe regular el Estado. Entre los derechos enumerados por Locke figura el derecho a la propia felicidad. A diferencia de Rousseau, Locke niega que el interés particular sea contrario al interés general.
El filósofo político por excelencia es Hume, quien llega a conclusiones semejantes a las de Locke, aunque no con los mismos criterios. A diferencia de Locke, Hume descree del derecho individual y define la libertad como privilegio de una sociedad civil.
Según Hume, la observación es la principal fuente del conocimiento y el hombre puede salvarse de la duda total. Hume subraya el rol de la imaginación en el proceso cognoscitivo. Hume, a diferencia de Kant, no cree que el avance del conocimiento esté definido por las relaciones de ideas, sino por las relaciones de hechos.
Hume no es escéptico, sino falibilista. Admite que el hombre puede conocer, aunque también que puede equivocarse al aprender. A diferencia del Iluminismo, Hume distingue entre razón y verdad.
En la filosofía política de Hume, cabe señalar su distinción entre una moral sentimental y natural y una justicia concebida como un aprendizaje histórico destinado a asegurar la convivencia social. A diferencia de Kant, Hume niega la racionalidad de la moral, apartándose del postulado platónico que define al hombre como un ser dividido entre razón y pasión. Hume destaca así la importancia de las pasiones, concibiéndolas como sinónimo de sentimiento. Según Hume, la acción no es motivada y regulada por la razón, sino por la pasión. Parafraseando a Aristóteles, Hume sostiene que la razón separa faliblemente entre verdadero y falso, postulado aparentemente corroborado por la ciencia actual. Hume también destaca la importancia del amor a la Humanidad, considerando al amor como una pasión radicada en una naturaleza humana contraria al amor por el género humano. En Hume está la génesis del romanticismo político, de una universalización racionalista de sentimientos particulares.
Según Hume, el origen del gobierno no es el contrato social, sino la guerra. La idea del contrato social, proveniente de Hobbes y concebida por Locke como un artificio, es retomada por Rousseau en términos contrarios a los de Locke. Según Hume, el hombre no puede alterar su naturaleza, sino su situación. Toda sociedad libre niega la posibilidad de alterar la naturaleza humana. De allí que Hume distinga entre moral y justicia.
En los Estados Unidos, se llevaron a la práctica las ideas de Hume y Locke. Hamilton advierte el apetito de poder implícito en la defensa de la dignidad humana, basándose en la tesis de Hume sobre la naturaleza humana. Según Hamilton, la libertad, pese a alimentar el espíritu faccioso, resulta imprescindible en la vida humana. Al hablar de espíritu faccioso, Hamilton alude principalmente a la desigual distribución de la riqueza, fuente de corrupción. Hamilton sugiere separar el poder judicial de los poderes ejecutivo y legislativo, para así evitar el avasallamiento impuesto por el poder ejecutivo europeo a los demás poderes estatales. Al organizarse como nación, los Estados Unidos nos recuerda que alterar las circunstancias vividas por el hombre implica modificar el sistema político.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home