Friday, October 23, 2009

El Pizzurno no es para Chatel

En julio de 2009, un pequeño grupo de docentes primarios franceses exasperó a la Administración Sarkozy al avalar el accionar del maestro tolosano Alain Refalo contra las directrices del ministerio de Educación nacional francés. Se trataba de una facción extremadamente minoritaria (alrededor del 1% de los docentes primarios franceses), pero lo suficientemente potente como para enardecer al gobierno central francés. Refalo y sus colegas-seguidores fueron bautizados popularmente como les enseignants désobéisseurs ("los docentes desobedientes"). Según Luc Chatel, ministro de Educación francés, Francia sólo albergaba dos o tres mil docentes de tales características y las autoridades francesas estaban firmemente decididas a sancionarlos según el reglamento.
En nuestro país, los docentes, especialmente los estatales, tienen fama de desobedientes. Su desobediencia es extremadamente peculiar: sólo aceptan una obediencia ciega por parte de los supuestos beneficiarios de sus servicios. En otras palabras, sólo aceptan desobedecer y ser obedecidos sin chistar. Al menos, esa es la fama que tienen. Quizá no siempre merecida.
Durante el larguísimo periodo de vigencia del modelo escolar preconizado por la Generación del 80, situable entre 1880 y 1980, la escuela argentina se rigió por el principio de obediencia (o, al menos, parece haberse regido en la mayoría de los casos). En la escuela todos debían obedecer inexorablemente a alguien. El docente al directivo. El alumno al docente.
En la escuela argentina, el principio de obediencia entró en crisis en la década de 1980, a raíz de la crisis terminal del autoritarismo militar. Hoy en día, dicho principio parece haberse convertido en un recuerdo. Ahora el problema es otro: nadie sabe a quién obedecer. Y a nadie parecería importarle. ¡Pero guay del que me desobedezca!
Los "docentes desobedientes" franceses no pasaban, según Chatel, de dos o tres millares. En la Argentina, ¿hay algún "docente no desobediente"? Nuestros actuales docentes no tienen fama de tales. A Chatel no le sería nada fácil ser ministro de Educación en nuestra patria. El Pizzurno no es para Chatel.

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