Sunday, October 11, 2009

Demasiadas notas, mi querido Mozart

La presidenta de la República, Dra.Cristina Fernández de Kirchner, acaba de promulgar la Ley Nacional de Servicios de Comunicación Audiovisual (Ley No.26.522), en medio de fuertes cuestionamientos y no menos vehementes adhesiones. La extensa normativa parece prometer una importante reestructuración del sistema mediático argentino.
En la Argentina los poderes mediático y político no han tenido una relación fácil. Sojuzgado el segundo por el primero por el primer peronismo y las dictaduras posteriores al derrocamiento de Perón, mimado en exceso el segundo por el primero bajo un menemismo ingenuamente proclive a pensar que las concesiones desenfrenadas podían conducir a la reconciliación nacional... Nunca parece haber habido términos medios en esa relación.
¿Promueven la presidenta Fernández y su flamante ley una relación equilibrada entre los poderes mediático y político? Así parece sostenerlo el senador oficialista Miguel Ángel Pichetto, que, en declaraciones publicadas en el Washington Post, ha calificado la iniciativa como una medida "moderada y democrática", que permitirá que "las empresas tengan una posición adecuada, aunque no dominante". Posición obviamente rechazada, según el afamado medio estadounidense, por una oposición proclive a argüir "que la flamante ley otorgará demasiado poder al gobierno y recortará la libertad de prensa", limitándose a "reemplazar el oligopolio mediático por el monopolio estatal" y permitiendo "la adquisición forzada y poco onerosa de propiedades mediáticas por parte de inversores íntimamente ligados a la presidenta y a su esposo y predecesor Néstor Kirchner".
El malo de la película, al menos en el discurso oficial, tiene nombre y apellido: Grupo Clarín. Cuando yo era niño, Clarín no era otra cosa, para quien les habla, que el diario que el pollero de mi barrio usaba para envolver huevos. La generosa extravagancia menemista lo convirtió en un gigantesco imperio mediático irónicamente pronunciado contra su gran benefactor. Ahora es la bestia negra a combatir con la flamante ley mediática. Triste historia envuelta en un halo oscuro como el petróleo crudo, que no hace sino corroborar el carácter tétrico de la relación entre los poderes mediático y político argentinos.
Ningún bien hacen los bochornosos carteles de la Juventud Radical, que muestran a la Presidenta como la nueva Mirta Legrand y otros disparates por el estilo. Bien decía Confucio que el insulto sólo ofende a su autor. Lo cierto es que la mandataria ha promulgado una normativa que despierta (saludable e insalubremente) grandes inquietudes. De nosotros depende el plasmar en realidades tangibles y beneficiosas sus numerosísimas cláusulas. "Demasiadas notas, mi querido Mozart", decía el emperador austríaco José II al autor de Las bodas de Fígaro. "¿Dónde sobran las notas, Majestad?", replicaba el inmortal Wolfgang Amadeus. Tal vez José II tuviera razón al sostener que la música de Mozart contenía demasiadas notas. Pero ello no nos ha impedido gozar y admirar la música de Mozart durante más de dos siglos. Es de esperar que las abundantísimas disposiciones de la flamante ley mediática argentina tengan un destino similar.

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