Sunday, June 21, 2009

Peligro de iranización

Por estos días, Irán es un verdadero hervidero político. Tras treinta años de teocracia islámica, ocho de guerra contra un Irak regido por un Saddam Hussein no menos intransigente que su par iraní Ayatolá Komeini, veinte años después de la muerte del vencedor del último Shah, la nación del Cercano Oriente no logra hallar su salida.
A ocho días de su última elección presidencial, el pueblo iraní libra cotidianos combates callejeros contra las fuerzas del orden, irónicamente enlazadas con sus reprimidos por lazos de nacionalidad. Todo para decidir quién será su próximo presidente, en medio de intrigas explicables en lo referente a la elección de un líder religioso, no en lo tocante a la designación de un jefe de Estado.
No me considero un hombre insensible en el plano religioso. Creo en Dios. Hace muchos años que dejé de profesar activamente un culto religioso específico, pero, cuando lo hice, me sirvió.
Mis sucesivos docentes me hicieron notar, desde los últimos años de la escuela primaria, la importancia de la religión en la vida humana, desde el Neolítico a esta parte. Empero, considero que la religión no lo es todo en la vida humana. No sólo de pan vive el hombre, decía Jesús de Nazaret, hijo dilecto del Cercano Oriente. Pero tampoco vive sólo de plegarias.
Al César lo que es el del César y a Dios lo que es de Dios, dijo también Jesucristo. Irán necesita un presidente, no un ayatolá.
Me angustia la soberbia de muchos actuales gobernantes y figuras políticas, aunque reconozca sus méritos. Los líderes efectivos y a la par discretos escasean hoy día. En Latinoamérica sólo encuentro a uno, el presidente colombiano Álvaro Uribe, que, con ejemplar discreción, se ocupa de los peliagudos problemas sociopolíticos de su patria, azotada hace décadas por la letal coalición sellada entre elementos guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares. Y no por ello tiene mala fama; todo lo contrario. Cosa que no siempre puede decirse de sus colegas de otras naciones.
La Argentina no es ajena a esa tendencia regresiva de la actual política mundial. Lleva seis años gobernada por un matrimonio de méritos gubernativos innegables, aunque a la par empañados por un discurso político innecesariamente maniqueo y altisonante.
Dentro de una semana, los argentinos, como los iraníes días atrás, deberemos ir a las urnas, tras la campaña electoral más desabrida que yo recuerde desde mi despertar político de 1983. Candidatos improvisados y aparentemente incapaces de superar un recalcitrante y bicentenario estilo político faccioso, partidos políticos aparentemente incapaces de recuperar su solidez pretérita, apelación desmedida al componente mediático. ¿Que los argentinos somos rupturistas? Tal vez. ¿Que los gobiernos de coalición no sirven? Falacia. Chile, sin ir más lejos, lleva casi dos décadas gobernado, de manera relativamente poco traumática, por una coalición interpartidaria. ¿Que hoy en día no puede haber partidos políticos sólidos? Otra falacia. Uruguay, sin ir más lejos, los tiene y hasta ha incorporado un tercer partido sin convertir la disolución del añoso bipartidismo uruguayo en una bomba de tiempo política. El Frente Amplio, actualmente en el gobierno, no es un Frepaso. Es tan sólido como los partidos tradicionales.
En un ambivalente contexto político, la Argentina enfrenta otra cita con las urnas, otrora desdeñadas por el golpismo y actualmente desvalorizadas en el ideario popular, amenazada de iranización. No pretendo comparar a nuestra Presidenta con su polémico par iraní Mahmoud Ahmadinejad. Apruebo en líneas generales su gestión y la de su marido. Pero, viendo su estilo político, sostengo que a los esposos Kirchner no les vendría mal un apercibimiento. ¿Sabrán digerirlo?

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