Sunday, May 17, 2009

Veinte años

El 14 de mayo de 2009 se cumplieron veinte años de la emisión de mi primer voto. Quien suscribe contaba diecinueve cándidos abriles al sufragar por vez primera. Lo hizo presentando en su mesa de votación un DNI ornamentado con una excepción al aún obligatorio servicio militar irónicamente rubricada por el coronel Luis Enrique Baraldini, trágicamente fallecido a fines del año siguiente al alzarse en armas contra la autoridad constituida en el Regimiento 1 de Patricios, donde el pundonoroso oficial de Infantería estampase su egregia firma en mi primer credencial electoral. Credencial electoral que llenase de legítimo orgullo a mi admirable abuelo paterno, de visita en mi hogar en la mañana de 1987 en la que quien escribe, a la sazón de 17 años, regresase a su morada proveniente del Registro Civil de la calle Uruguay, con el valioso impreso en su bolsillo. Años después, con un mayor grado de madurez de criterio, experiencia vital y formación académica, entendí el por qué del orgullo de mi abuelo. Él había debido debutar como elector en plena Década Infame, con un voto en blanco contra el "fraude patriótico", cuyos personeros le impidieron votar por el radicalismo. El persistente golpismo de los decenios subsiguientes motivó que las credenciales electorales de mi abuelo y mis padres ostentasen sendos baches cronológicos entre los distintos sellos comiciales estampados en sus documentos cívicos: ocho años entre las elecciones legislativas de marzo de 1965 y los comicios presidenciales de marzo de 1973, diez entre las elecciones presidenciales de septiembre de 1973 y las de 1983... Mi madre contaba diez años al promulgarse la ley argentina de sufragio femenino, pero el golpismo recién le permitiría empezar a votar regularmente a los 46. Para colmo, había emitido su primer sufragio con el peronismo proscrito por la Revolución Libertadora.
Mi situación sería algo mejor. Empecé a votar a los 19 años. He podido hacerlo regularmente durante dos décadas, sin apechugar con situaciones de fraude electoral, proscripción de partidos ni interrupciones arbitrarias del régimen institucional. He asistido como elector a la honesta designación de cuatro presidentes de la República y tres jefes de Gobierno porteños. No voté por todos ellos. No aprobé (ni apruebo) en bloque su gestión. Pero aquí no pretendo explayarme al respecto, sino destacar el hecho de haber podido votar regularmente en comicios limpios durante dos decenios.
Este año, pocas semanas antes del vigésimo aniversario de mi primera votación, el Señor convocó a Su lado al ex presidente Raúl Alfonsín, quien despertase mi conciencia cívica cuando quien les habla contaba apenas 13 abriles. En la mañana del 1º de abril último pasado, con el Congreso Nacional convertido en capilla ardiente del "padre de la Democracia", decidí homenajear a don Raúl postulándome, ante la Justicia Nacional Electoral, como autoridad de mesa para los comicios legislativos del próximo 28 de junio. Aún no he recibido ninguna notificación en firme al respecto. Ningún candidato del año en curso me entusiasma particularmente. Pero si se me asigna alguna función en la próxima votación, la desempeñaré sin chistar. Conozco a grandes rasgos la historia política argentina. Y sé, por ende, que mis mayores no tuvieron la suerte de poder votar regularmente desde los 19 años. Lo cual no es poca cosa.

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