Monday, May 26, 2008

En el nombre del hijo

"En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo", sentencian los presbíteros católicos al iniciar el oficio de la Santa Misa. Durante larguísimos años, el argentino vivió "en el nombre del padre". Rosas y Perón fueron los máximos arquetipos de esa filosofía. El culto a su personalidad recordó el culto a la figura del Zar, reverenciado por los rusos como el "padrecito". No fue casual que la Iglesia Ortodoxa rusa canonizara, tras la caída del imperio soviético, a la familia de Nicolás II, masacrada por los bolcheviques. Figuras como Ricardo Balbín e Hipólito Yrigoyen también poseyeron esa dimensión para sus seguidores. Los sucesivos dictadores del siglo XX argentino pretendieron presentarse como nuestros padres espirituales.
Durante sus respectivas presidencias, Raúl Alfonsín y Carlos Menem alejaron a nuestro país de su pasado paternalista. Alfonsín era una figura convocante, no un aspirante a padre espiritual de la Nación. Durante el prolongado "menemato", los argentinos debimos aprender a valernos de nosotros mismos.
La caída de Fernando De la Rúa puso en evidencia la profunda desestabilización de nuestro sistema político-institucional tradicional, o sea, paternalista. Los cacerolazos, piquetes y protestas de ahorristas de 2001-2002 no se realizaron bajo la égida de figuras paternalistas: fueron protagonizadas por el ciudadano promedio. La era de "En el nombre del padre" había cedido su espacio a la era de "En el nombre del Hijo". En abril de 2004, el ciudadano promedio Juan Carlos Blumberg encabezó, pese a no pertenecer a la dirigencia política "clásica", una multitudinaria marcha por la seguridad en las calles porteñas. Ciento cincuenta mil "ciudadanos promedio", portadores de pequeñas velas encendidas, generaron un marco imponente en las arterias de la Reina del Plata, inédito desde los años de los multitudinarios actos presididos por Alfonsín desde los balcones de la Casa Rosada.
El ex presidente Néstor Kirchner y su esposa y sucesora Cristina Fernández parecerían querer implantar lo que podríamos denominar un "neopaternalismo". De allí que se las vean actualmente en dificultades. Pretenden gobernar "En el nombre del padre" a una sociedad decantada hacia "el nombre del Hijo" y naturalmente refractaria al paternalismo indirecto del Espíritu Santo. Los trescientos mil "ciudadanos promedio" reunidos en Rosario, el día 25 de mayo del corriente año, bajo la convocante bandera rural, parecerían querer recordar esa dura realidad a una mandataria ensimismada, en la capital salteña, en una celebración anacrónica, acartonada y aburrida de la magna efemérides.
Una sociedad decantada hacia "el nombre del Hijo" no puede tener dirigentes paternalistas, sino líderes consustanciados con la realidad incontestable de la mayoría de edad de los hijos de la Patria.

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