Sunday, March 16, 2008

Efemérides letales

En las próximas semanas, los argentinos (católicos o no) conmemoraremos cuatro efemérides relacionadas con muertes trágicas: el Viernes Santo (aniversario de la crucifixión de Jesús de Nazaret), el Día de la Memoria (aniversario del golpe de Estado instaurador de la más brutal dictadura de nuestra historia), el Día de la Soberanía (aniversario del estallido del conflicto anglo-argentino de las Malvinas, responsable del cercenamiento de 700 vidas, mayoritariamente jóvenes)y el aniversario del salvaje asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba.
¿Por qué ese apego de los argentinos a las efemérides letales? ¿Por qué conmemorar el fallecimiento de San Martín, siendo que se conmemora tan poco su nacimiento? Mis padres suelen evocar ocasionalmente el Año del Libertador de 1950, dispuesto por el primer gobierno federal peronista con motivo del centenario de la defunción del Gran Capitán. Medio siglo después, con motivo de su sesquicentenario, el argentino promedio agregó una nota espontánea a los acartonados y consabidos homenajes oficiales. Siempre recuerdo la fotografía (publicada en la primera plana del diario La Nación)de un niño disfrazado de granadero, que, sostenido en el aire por su padre, contemplaba el clásico desfile militar de la solemne efemérides. El matutino de los Mitre (fundado por el autor de una encomiástica biografía del Padre de la Patria)se preguntó, en una nota sobre el particular, por qué los argentinos querríamos tanto al "héroe magno de la libertad". El asunto tenía su lógica. Pocos meses atrás, el escándalo de las coimas en el Senado de la Nación había provocado la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez y puesto un abrupto punto final a la primavera delarruista. Según La Nación, el argentino promedio (jaqueado desde hacía cinco años por la crisis, aparentemente insuperable, del paradigma socioeconómico neoliberal promovido por el Proceso de Reorganización Nacional, el menemato y la administración aliancista)veía en San Martín, en ese angustioso contexto, un ejemplo de honestidad. Sin embargo, lo veía así en el aniversario de su defunción, no en el de su nacimiento. En 1978, la abominable dictadura del general Jorge Rafael Videla había promovido, durante todo el año, una solemne conmemoración del bicentenario del nacimiento de San Martín, matizado por el tono festivo de un campeonato mundial de fútbol. Ambos eventos pretendían exacerbar el sentimiento de argentinidad en clave de gobierno de facto. El 25 de febrero último pasado debía, supuestamente, conmemorarse el 230º aniversario del nacimiento de San Martín. La efemérides apenas si mereció un lacónico artículo de Felipe Pigna.
Recuerdo el cincuentenario de la defunción de Carlos Gardel, conmemorado en 1985, cuando quien suscribe contaba quince cándidos abriles. La figura del Zorzal Criollo (reproducida en una lámina multicolor distribuida gratuitamente en la Feria del Libro)ornamentó una pared de mi habitación. Se multiplicaban por doquier los homenajes al Morocho del Abasto. En 1990, apenas se prestaría atención al centenario de su nacimiento.
En 1988, el centenario de la defunción de Sarmiento semicoincidió, a nivel cronológico, con el prolongado conflicto sindical docente de marzo-abril de ese año. Hubo quien lo tuvo en cuenta, aunque más bien someramente. ¿Conmemoraremos en 2011 el bicentenario de su nacimiento?
Puede alegarse que no todas las efemérides argentinas son letales. Los católicos argentinos también conmemoramos la resurrección y nacimiento de Cristo y el natalicio de la Virgen María. Nuestros compatriotas judíos celebran su Pesaj y su Roschaschaná.
Así y todo, cabe preguntarse por qué los argentinos somos tan afectos a las efemérides relacionadas con la muerte. ¿Somos, por ventura, necrofílicos?

1 Comments:

Blogger LULIS said...

Hola. Me parece muy interesante la forma que desarrollas tu blog, no ende no comparto mucho tus "ideas y opiniones". Es interesante compartir el punto de vista propio. Saludos,

1:34 PM  

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