Monday, January 07, 2008

Columna light (V)

Enero. La Reina del Plata semivacía. El asfalto caliente bajo el sol estival. El suministro eléctrico se las ve en figurillas para abastecer los incontables splits y refrigeradores sintonizados al máximo las 24 horas del día. Los muchachos recorren la urbe en bermudas, musculosa y sandalias sin medias, acusando una imperiosa necesidad de desodorante axilar y pédico. Los niños, felices en sus colonias de vacaciones. Los abogados gozan de su feria judicial. Los docentes, del receso estival. Las amas de casa sudan mientras se contraen a sus hogareños quehaceres. En las pizzerías, los maestros de pala transpiran la gota gorda junto a sus ardientes hornos repletos de fugazzetas y grandes de muzzarella. Los micros abarrotan la espaciosa terminal de ómnibus de Retiro, haciendo su agosto con plétoras de veraneantes felices a bordo de sus espaciosas unidades.
Enero. Primer mes del año, según el cómputo gregoriano. Para el calendario hebraico, es el tercero o cuarto, aunque ya quedan pocos paisanos escrupulosamente ceñidos al almanaque judaico. Adónde iremos a parar. Sus ancestros deben estar estremeciéndose en sus sepulcros. Sus descendientes argentinos no hablan ídish, ignoran el hebreo, no leen el Talmud, comen panchos en Yom Kippur y rosca de Pascua en Pesaj, cocinan en el Sabbath, no van a la sinagoga sino para Roschaschaná o bien para circunsiones, bar-mitsvás y casorios utilizados como excusas para tirar la casa por la ventana. Se casan con goyem, no edifican chozas de Succot, no creen en Dios, y, en vez de celebrar Janucá, celebran la Navidad, el Año Nuevo cristiano y Reyes. Les falta bautizarse y cartón lleno.
Enero. Mes para el dolce far niente y la divagación mental. Para reponer energías. Para preguntarnos qué suerte nos deparará el flamante año. A la vera de nuestros ventiladores de techo y acondicionadores de aire, dejamos fluir libremente nuestra imaginación. En las playas, los intelectuales reemplazan momentáneamente sus sesudos libros por best-sellers estivales, mientras sus vecinos de carpa o sombrilla, de hábitos de lectura más modestos, se conforman con leer el diario. Los niños gozan de la arena bajo la atenta mirada de sus madres y abuelas, previamente embadurnados de filtro solar factor 150. Los adolescentes hacen cola junto a los boliches de San Bernardo, haciendo caso omiso de las seis materias del secundario que se llevaron a marzo, mientras sus padres tientan suerte en los bingos y sus abuelos, ceñidos a los sanos hábitos tempraneros propios de su venerable edad, cenan frutas y se acuestan temprano. Los estudiantes universitarios tienen media neurona en la playa y una y media en los finales filtro a dar en el próximo turno de exámenes. Los que ya ostentan en su haber dos años sabáticos de bachilleres o materias aprobadas de CBC de cuatro diferentes carreras consideran seriamente la posibilidad de conformarse con ser motoqueros o cajeras de Coto, con gran consternación de su padre escribano, abogado o médico, que sueña con legarles sus estudios y consultorios. Pobre papá. No entiende que lo de "m´hijo el dotor" es cosa del pasado, alimento de las fantasías de los abuelos comerciantes y bisabuelos jornaleros de sus rebeldes vástagos, más seducidos por el ciberespacio que por los voluminosos manuales de anatomía y códigos civiles. Estos son tiempos light. La heroicidad del hombre actual no es la de mi abuelo Alfredo, que en paz descanse, que trajinaba de luna a luna en su panadería de Lanús para que mi viejo fuera doctor. Hoy ser héroe es esquivar el tránsito porteño en rollers. Si esto sigue así, los hijos de la disipada juventud actual se ufanarán de ser pandilleros a los cuarenta años, sin pasar un céntimo a sus tres ex esposas en concepto de alimentos, así se pasen la vida en Tribunales. Salvo que los vástagos de la rebelde juventus de estos tiempos opten por repudiar el nihilismo de sus progenitores y honrar el añejo adagio que asegura que los hijos de los hijos reflejan mejor a sus abuelos que los hijos de estos últimos. El tiempo dirá. Mientras tanto disfrutemos del ocio de este enero de 2008, tendidos en cómodas reposeras y sorbiendo latas de cerveza helada al mejor estilo Homero Simpson. A partir del 1º de febrero tendremos por delante once meses de amarga labor. Sin nafta no arrancará el auto de nuestra cotidianeidad. Mejor carguemos gasoil o GNC. A 100 dólares el barril de crudo, la nafta es cosa de magnates. ¿Para cuándo los autos a energía solar vaticinados hace veinte años para los tiempos actuales? Lástima que amenacen con ser lentos como tortugas. Y acá la corto, porque esta es una columna light, no un tomo de la Enciclopedia Británica. A disfrutar de enero.

1 Comments:

Blogger Movimiento Argenlibre said...

Saludos desde el Movimiento Argenlibre

7:20 PM  

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