Tuesday, January 05, 2010

Sandro, suicida lento y perdonable

En sus célebres conversaciones de 1974-1976 con Orlando Barone, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato discreparon sobre la temática del suicidio. Borges dijo aprobarlo y describió a su padre como un individuo que, aquejado por una hemiplejia, se negara a medicarse y alimentarse y optara por apagarse progresivamente. Aludió a su abuelo, el célebre coronel Francisco Borges, como un hombre que se había hecho matar ante todo un regimiento, vistiendo un poncho blanco para hacerse más visible ante su ejecutor. Mencionó a un escritor japonés (posiblemente Yukio Mishima, espectacularmente autoinmolado hacía pocos años), que, al hacerse el harakiri ante "todo el mundo", fuese "capaz de morir como el último de los Samurai". La postura prosuicida de Borges no fue compartida por Sábato, quien definió al suicidio como un acto "condenable por varios motivos" y comprensiblemente condenado por "todas las religiones superiores", postura refrendada por el propio Sábato en una entrevista concedida años después a la revista Viva.
Mientras escribo estas líneas, decenas de acongojados individuos de ambos sexos colman, pese a la estival canícula imperante, las inmediaciones del Congreso Nacional para asistir al sepelio de Roberto Sánchez, más conocido como Sandro, fallecido ayer en la capital mendocina, a los 64 años, tras una carrera artística de casi medio siglo, una precocísima, rapidísima y solidísima conversión en un mito viviente y una larga batalla contra los estragos del alcohol y del tabaco. Por tercera vez en menos de un año, el Salón de los Pasos Perdidos vuelve a ser testigo de una enorme expresión de dolor popular. La primera fue en abril de 2009, al expirar el ex presidente Raúl Alfonsín, quien recibió numerosas visitas en su capilla ardiente, pese a imperar condiciones climáticas externas tan enemigas de la larga espera callejera como las que acompañan el sepelio del Gitano. La segunda fue seis meses después, al fallecer otro enorme ídolo popular en la persona de Mercedes Sosa. La tercera es hoy, 5 de enero de 2010, al írsenos Sandro.
Sandro, nunca te admiré particularmente. Pero quiero que sepas que comprendo el dolor suscitado por tu partida. Y que, si bien fuiste un suicida lento, podemos perdonarte. Todos pecamos y debemos pagar las consecuencias de nuestras acciones indebidas.

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