Sunday, November 12, 2006

Jornadas de Historia de España (Segunda Parte)

Décimosegunda ponencia

Título: Las mujeres medievales en los reinos hispánicos: tres personajes en relación a la política y la literatura
Expositora: Diana Arauz Mercado (Universidad Rey Juan Carlos I, España)

Las Partidas de Alfonso el Sabio autorizaban una limitada educación alfabetizadora para la mujer, quien debía, ante todo, ayudar a repoblar los territorios capturados a los musulmanes. Ello no impidió el surgimiento de importantes figuras intelectuales y políticas entre las mujeres españolas cristianas de los siglos XIII a XV, entre ellas María de Molina, situada (tras su breve matrimonio con su pariente consanguíneo Sancho IV) al frente de la Corona castellana, en calidad de regente. María debió afrontar las consecuencias de un matrimonio contraído sin la acostumbrada dispensa papal, sin que ello le impidiera consolidar su posición dentro del Estado castellano. Poco después de la muerte de Sancho IV, el papa aprobó el matrimonio de María y Sancho, con la consiguiente legitimación de los hijos de la pareja. María (fallecida durante la minoría de edad de su nieto Alfonso XI) ejerció eficazmente sus funciones de regente de su hijo y nieto y administró inteligentemente su patrimonio, aunque debió afrontar una crítica situación social.
Leonor López de Córdoba debió afrontar la decapitación y expropiación del condestable de Calatrava y languideció tras las rejas entre 1371 y 1379, sobreviviendo a la peste castellana de 1374 y a la muerte de casi toda su familia. En 1379 Leonor fue puesta en libertad y se levantó el embargo sobre sus bienes, aunque el marido de Leonor nunca recuperó plenamente el control del patrimonio conyugal.
Leonor desempeñó un destacado papel en la corte de la reina Catalina de Castilla, que no tomaba ninguna decisión sin la previa aprobación de Leonor. En 1412, Leonor rompió relaciones con Catalina, y, a la edad de 50 años, abandonó la corte castellana en compañía de sus protegidos. Leonor dictó entonces sus memorias, produciendo uno de las primeras autobiografías en lengua castellana.
Religiosa, filósofa y escritora, proveniente de una familia de intelectuales judíos convertidos al catolicismo, Teresa de Cartagena es una de las principales escritoras religiosas del siglo XV español. Sordomuda desde su infancia, Teresa encuentra en la lectoescritura un medio de comunicación, una forma de eludir la vanidad de lo mundano, de entrelazar lo intelectual y lo místico. Basándose en el Antiguo Testamento, Teresa subraya la importancia de la virtud de la paciencia. Su doble condición de mujer y sordomuda la someterá a la renuencia de la intelectualidad masculina a reconocer la validez de su obra y a los prejuicios de época contra los discapacitados, concebidos como una expresión demoníaca.

Décimotercer ponencia

Título: Cultura política y rutina monástica femenina en León (ss.XII-XIII)
Expositora: María Filomena Coelho. Universidad de Brasilia (Brasil)

Propongo relevar una documentación monástica para abordar (desde la cultura política) la problemática monacal medieval. Un convento o monasterio medieval pretendía conciliar mutuamente lo terrenal y lo celestial y solía interrelacionar política y religión en pleno feudalismo.
En la Castilla medieval, la religiosa femenina se vio sometida a los prejuicios de época contra la educación de la mujer y relegada a un status intelectual inferior al ostentado por el clero masculino.
Al analizar la problemática monacal medieval, los historiadores suelen adoptar una postura economicista, atribuyendo al monacato medieval una función predominantemente económica, cuya existencia parece demostrar el status de administradores patrimoniales ostentado por el clero medieval. También debemos recordar cómo el pensamiento de la época pretendía visualizar toda la cotidianeidad a través del prisma religioso.
A la monja se le exigía ocupar permanentemente su mente con la oración y quehaceres estrictamente conventuales, con escaso margen para la labor intelectual. La intermediación de la plegaria clerical era muy importante para la sociedad laica de la época, renuente a aceptar la idea de un eterno Purgatorio. Muchos europeos medievales confiaban a las monjas el cuidado de sus almas, su bien más preciado.
Las abadesas medievales, aunque fiscalizadas por su comunidad, desempeñaban un rol destacado al decidir sobre la administración conventual y dispensar premios y castigos.
Cabe destacar la relación de las monjas cistercienses con la regla eclesiástica y el sistema de linajes de la época. El abrumador éxito del Císter no derivó (como se supone comúnmente) de su status innovador, sino del hecho de reproducir fielmente el orden feudal en el ámbito eclesiástico, con la consiguiente existencia de monjas de origen aristocrático.

Décimocuarta ponencia

Título: Notas para el estudio de la reforma religiosa iniciada en Castilla en el siglo XIV
Expositora: Silvia Mondragón (Universidad Nacional del Centro)

El 19 de junio de 1390, las autoridades eclesiásticas de Ávila promulgaron una ordenanza sobre la difícil situación financiera de su diócesis, que parecía reflejar una crisis religiosa. La reforma gregoriana del siglo VII había estrechado progresivamente los vínculos entre la Iglesia hispana y el papado y acentuado gradualmente la ingerencia obispal sobre la feligresía española, con el consiguiente debilitamiento del sentimiento religioso. En el siglo XIV, esa situación se vio agravada por la crisis demográfica y económica, los abusos nobiliarios sobre el patrimonio eclesiástico y el consiguiente empobrecimiento de la institución eclesial, también perjudicada por la creciente ingerencia de la monarquía castellana. Esa compleja situación se tradujo en un cierto relajamiento de la disciplina diocesiana y en una cierta equiparación económica entre las parroquias y el pauperizado campesinado español. Los presbíteros advertían la importancia de mejorar la instrucción catequística de la feligresía, ya advertida por las órdenes mendicantes del siglo XIII. No era extraño, por ende, que el episcopado avilés de fines del siglo XIV intentase estabilizar la crítica situación eclesiástica, también debida a los condicionamientos impuestos por el episcopado a la labor presbiterial y feligresía.
En el siglo XIV, la monarquía castellana había instado al episcopado a impulsar una reforma religiosa destinada a regularizar la prestación de los servicios litúrgicos. Dicha reforma se veía limitada por la escasa propensión de ciertos presbíteros a acatar fielmente las directrices de sus superiores y la considerable influencia de ciertos curas sobre la nobleza regional. Circa 1500, ello impelería a los Reyes Católicos a conceder ciertos privilegios a las jerarquías eclesiásticas, a cambio de la subordinación de la dirigencia eclesial al poder monárquico. Esa peliaguda situación se veía agravada por los enfrentamientos entre la nobleza conservadora y sus pares reformistas. La creciente ingerencia de la Corona castellana subsumió al poder eclesiástico, aunque la monarquía no pudo desconocer en absoluto a la autoridad eclesial y el peso de una religiosidad popular ocasionalmente ajena a un verticalismo episcopal relativizado por formas más laxas de moralidad.

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