Tuesday, September 19, 2006

La valentía de Spielberg

En su película Munich, actualmente en cartelera, el cineasta judeo-estadounidense Steven Spielberg desnuda valientemente las grandezas y miserias del pueblo judío en el añoso y candente contexto del conflicto palestino-israelí. No se limita a relatar fácticamente los trágicos sucesos de las olimpíadas de 1972 (paradójicamente celebradas en la misma ciudad donde Hitler, genocida máximo del pueblo judío, inició su carrera política y donde Chamberlain, Daladier y Mussolini confiaron al Führer los destinos del oeste europeo, tal como Stalin le confiaría en Moscú los destinos de la Europa oriental, sentando así las bases de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto). Pinta de cuerpo entero a un pueblo que, tras haber padecido los horrores de la Inquisición, los pogroms y la Shoah, se creyó increíblemente con derecho, tras proclamar el Estado moderno de Israel, a creerse superior a los palestinos. Recuerda la existencia de judíos con capacidad de autocrítica y cargos de conciencia, como el héroe de la película de Spielberg, quien, tras haber liquidado (por encargo del gobierno israelí) a seis de los once palestinos responsables de la matanza de otros tantos israelíes, se interroga amargamente acerca del por qué de tanto estéril derramamiento de sangre y se indigna, con justicia, contra la ingratitud y estrechez de miras de los gobernantes de su patria.
Más de tres décadas después de la matanza de Munich, el conflicto palestino-israelí sigue careciendo de solución de continuidad y enlodando injustamente el buen nombre del pueblo judío. Los métodos de los fundamentalistas judíos, valientemente denunciados por su correligionario Spielberg, son éticamente injustificables. Su discurso costó la vida del extinto premier israelí Yitzhak Rabin, quien, temiendo seguramente alguna represalia por parte suya, vaciló, en 1993, en estrechar la mano del difunto presidente palestino Yasser Arafat, al firmar el acuerdo de Washington en presencia del ex presidente estadounidense Bill Clinton. Los temores de Rabin estaban bien fundados: los disparos de un fanático judeo-israelí acabaron con los días del infortunado premier en 1995.
Recientemente, un ataque cerebral frustró la incipiente labor pacificadora del premier israelí Ariel Sharon, quien había decidido dejar atrás su largo pasado de judío fundamentalista y buscar soluciones menos traumáticas para el conflicto palestino-israelí. Muerto Sharon, dicho conflicto difícilmente alcance, a la brevedad, una solución pacífica a largo plazo.La película de Spielberg incita valientemente al pueblo judío y gobierno israelí a la autocrítica y al cambio de actitud frente a la temática palestino-israelí. Quizá Munich sea una voz en el desierto. Pero es la voz de un judío, que recuerda valerosamente a los fundamentalistas judíos que la muerte o supervivencia de sus ancestros no los autoriza a hacer a los goyem lo que los judíos siempre odiaron (con justa razón) que los no-judíos les hicieran a los israelitas.
Recientemente, Israel y el grupo terrorista musulmán Hezbollah añadieron rápidamente un nuevo eslabón a esa odiosa y absurda cadena. En vísperas de Roschaschaná, esa puede ser una buena consigna.
Hasta siempre,

Ernesto

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